Alfredo Fernandez

Dos Entre Muchos

Alfredo Fernández Rodríguez

Casa de Polo Montanez.  Foto: Darko Perica

Omar consiguió un trabajo en la embajada francesa y como no tenia donde vivir, se privó de todo lo humanamente disfrutable para poco a poco construirse una casa. Lo logró a los 6 años. Al año siguiente se fue a España y no regresó más.

Verdaguer no tenía casa y aunque era profesor universitario y no constructor, pudo finalmente entrar en la microbrigada (sistema de edificación de viviendas en el cual el trabajador abandona su puesto laboral y se convierte en constructor hasta que la misma concluya).

Allí estuvo 7 años. Obtuvo su casa y al año de vivirla le llegó un viaje de trabajo a una universidad mexicana. Cruzó la frontera y vive en Miami.

“El hombre que amaba a los perros”

Alfredo Fernández Rodríguez

El hombre que amaba los perros, por Leonardo Padura.

Acabo de leer la última novela del cubano Leonardo Padura, “El hombre que amaba los perros.” La obra, al decir del autor en el epilogó, indaga en la “perversión de la gran utopía del siglo XX,” el socialismo. Utopía devastada por los mismos hombres que “invirtieron sus esperanzas” en ella.

El autor analiza las personalidades del colíder de La Gran Revolución Rusa de 1917, Trotsky, y de su flagelador, Ramón Mercader; tomándolas como pretexto para contar las interioridades de un sistema que continúa existiendo en el siglo XXI cubano.

La novela va desde la llegada al poder del terrible Primer Secretario del Partido Soviético Stalin, hasta la cubana existencia de Iván, personaje de ficción que conoce a Ramón Mercader en 1977 cuando éste llega a La Habana enfermo de cáncer a terminar sus días.

Mercader necesitado de expiar sus culpas, se las contará a Iván, a quien conoce en la playa mientras pasea sus perros. Iván es editor de una revista de veterinaria, escritor frustrado victima de la intolerancia de un sistema que terminará primero con su literatura y luego con su precaria vida. Iván se suicida en el 2004, después de escribir la novela “El hombre que amaba los perros.”

La Carta Fantasma

La Carta Fantasma

El 9 de diciembre último fue publicado en el periódico Granma (Órgano Oficial del Partido Comunista de Cuba) un artículo del periodista Pedro de la Hoz como respuesta a una carta fantasma fechada el 1 de diciembre del 2009 en los E.U.A y titulada “Declaración de afroamericanos en apoyo a la lucha por los Derechos Civiles en Cuba”.

En esa carta fantasma, según el periodista, se acusa a Cuba “de ser en la actualidad un país racista”. De la Hoz alega que los firmantes norteamericanos, desde su desinformación, piden al gobierno cubano “una mayor apertura de Derechos Civiles para los ciudadanos negros cubanos”.

La respuesta publicada en Granma aparece con el título “Mensaje desde Cuba a los intelectuales y artistas afro-norteamericanos”. De la Hoz es firmante de la carta réplica junto a otros 8 intelectuales cubanos.

Dos Décadas Que Son Tres

Alfredo Fernández Rodríguez

Nos obligaron a cambiar el dos por el tres.

El 31 de diciembre a las 12 de la noche el mundo entrará en la segunda década del siglo XXI, pero los cubanos, entraremos en la tercera. Y no es que Cuba optara por un calendario diferente al gregoriano, otros derroteros nos obligaron a cambiar el dos por el tres.

Sucede que el siglo XXI cubano comenzó en el año 1990. Este año marcó la caída del Socialismo en toda la Europa Oriental, y nosotros vimos como el país se sumergía en la mayor crisis económica que halla atravesado La Revolución y quizás La República.

La Revolución, con medidas más paliativas que de solución, y con promesas de mejoras que no llegan, ha logrado consumir dos décadas de nuestras vidas esperando soluciones económicas elementales que permitan al ciudadano medio pintar su casa o comprarse con su salario un par de zapatos.

Entre risas y afectos

Alfredo Fernández Rodríguez

Cuando la mediocridad y el deterioro se vuelven norma en todos los espacios e instituciones de un país, existen personas que dicen basta y desde un humanismo a prueba de indolentes y apáticos realizan obras que sólo por las condiciones y el momento en que se hacen, bastan para ser admiradas.

Este es el caso del proyecto de salud y recreación del Adulto Mayor Dr. “Santiago Ramón y Cajal” que ejecuta “La Oficina del Historiador de La Ciudad de La Habana” en el Municipio de La Habana Vieja.

El proyecto deviene contragolpe de humanismo y amor a la desilusión de muchos ancianos que dedicaron los mejores años de sus vidas a la construcción de una sociedad que hoy los convierte en su sector más vulnerable, al tiempo que dota de esperanza a la población de un país que en pocos años será de las diez más viejas del planeta y que, de modo general, carece de una cultura de la vejez.

La Habana te mira fijamente

Alfredo Fernández Rodríguez

La Habana desde arriba.  Foto: Caridad

El paisaje urbano habanero ha sido invadido por nuevas habitantes, cámaras de observación de alta tecnología a manera de ojos mágicos ubicados en las cuatro esquinas de lugares céntricos, entradas de túneles y de puentes.

El deterioro habanero ahora consta con testigos insólitos que observan segundo a segundo el movimiento de los transeúntes.

En mi opinión, con esa decisión la vigilancia del estado ha llegado al extremo, aunque a pesar de la misma, igual los habaneros se sienten desprotegidos.

Digo esto, porque debajo de las “cámaras de vigilancia” he visto escenas de indisciplina social donde nunca ha llegado la policía.

La alcancía escuálida

Alfredo Fernández Rodríguez

Metrobus en La Habana.  Foto: Caridad

Cuando abordo un ómnibus urbano en La Habana mí moneda de $ 1 pasa por encima de la alcancía para colocarse en la mano del chofer, él, me devuelve un gesto cómplice y lo guarda sigilosamente.

La escena se ha vuelto cotidiana. No sin asombro he visto como a falta de mecanismos estatales que faciliten el cambio en monedas, se ha convertido en acuerdo tácito entre la población, el pago de $1 por un servicio que oficialmente tiene el precio de 40¢.

Gano un salario mensual de $415 y al menos tomo diariamente dos guaguas, lo que implica ceder $1.20 al estado, por tanto pago el equivalente del pasaje de tres ómnibus que no abordo.

Del miedo al Negro y al Gay

Alfredo Fernández Rodríguez

Besando en La Habana.  foto: Caridad

Hoy hablaré de dos miedos que se localizan de alguna manera en cada uno de nosotros.

Hace unos días en mi centro de trabajo (Museo Nacional de Historia de la Ciencia Carlos J. Finlay) al concluir una reunión de departamento, una compañera, negra, recién graduada de Historia, expresó sin mayores tapujos su indignación por la reiterada aparición de relaciones homosexuales en la televisión cubana.

Puso como ejemplo de su cólera, que mientras miraba a deshoras la televisión con su hermana de 8 años, vieron una escena de muchachas besándose y ante la pregunta de la niña de por qué lo hacían, desesperada acudió a más de un subterfugio, para engañar a la menor con respecto a la evidente relación.

Sinsabores de un anhelo

Alfredo Fernández Rodríguez

¿Qué se harán las familias de bajos ingresos y muchas de las personas de la tercera edad, si se concretase la medida.   Foto: Caridad

Mi comentario de hoy viene del espanto que me ha provocado una saga de artículos recientemente publicados en el periódico Granma, (Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba).

En su sección Cartas a la Dirección espacio que dicho periódico dedica cada viernes a la publicación de cartas y mensajes electrónicos “en torno a cómo continuar mejorando nuestra sociedad” según dice el editorial de dicha sección para proseguir señalando luego que son “opiniones, con las que se puede estar o no de acuerdo”.

La sección, con una parca identificación de los autores publicados, esta solo se limita a la primera inicial del nombre y a los apellidos, se presenta con cartas que van desde el develamiento público de situaciones engorrosas del mundo laboral cubano, hasta la petición de solución a problemas que afectan a una comunidad o a la persona que suscribe la misiva.

Lo discutible de lo indiscutible

Alfredo Fernández Rodríguez

Playa Mi Cayito cerca de Guanabo, La Habana.  Foto: Caridad

Marlen, que se llama Pedro, suele vociferar a modo de vade retro el nombre Mariela Castro a los policías en la Quinta Avenida cubana.

Así, aminora en algo las machistas represalias que cada noche se arrojan a los que como él o ella, según la hora, están dispuestos a no abandonar su otra moral. Amén de los contratiempos que puedan sucederse en el espacio hipermachista cubano.

Él, o ella, antes estuvo tres horas frente a un espejo, tratando de encontrarse con un maquillaje donde se le reconozca como una apetecible chica.

-Fue a comienzos de los noventas cuando comencé a ser Marlen. -Me dijo Pedro-.

-”Alfredo, la policía te podía maltratar por gusto, te digo que por puro gusto, y si te le revirabas te acusaban de atentado,” me dijo la Marlen, para continuar, “Ahora también pasa, aunque ha disminuido desde que la divina Mariela nos protege.”