La alcancía escuálida
Alfredo Fernández Rodríguez

Cuando abordo un ómnibus urbano en La Habana mí moneda de $ 1 pasa por encima de la alcancía para colocarse en la mano del chofer, él, me devuelve un gesto cómplice y lo guarda sigilosamente.
La escena se ha vuelto cotidiana. No sin asombro he visto como a falta de mecanismos estatales que faciliten el cambio en monedas, se ha convertido en acuerdo tácito entre la población, el pago de $1 por un servicio que oficialmente tiene el precio de 40¢.
Gano un salario mensual de $415 y al menos tomo diariamente dos guaguas, lo que implica ceder $1.20 al estado, por tanto pago el equivalente del pasaje de tres ómnibus que no abordo.
Esta despreocupación estatal me hace perder alrededor del 10% de mi salario. Si a esto se añade que al abonar gratuitamente vez y medio el valor real del pasaje en alcancía, no recibiré más eficiencia en los servicios de transporte urbanos.
El estado tiene que ser un facilitador de la calidad de vida y no un entorpecedor de la misma. En estas condiciones el pago del transporte urbano deviene una agresión a los trabajadores cubanos que ya tienen menguado su poder adquisitivo.
Yo, que considero un deber ciudadano pagar el ómnibus, justifico entregárselo al chofer, más que a ese ente abstracto llamado estado.
Por todo lo anterior hago pública mi decisión de no abonar el pasaje de los ómnibus urbanos de Ciudad Habana, a menos que posea los exactos 40¢.