Autor: Irina Echarry

Gritos al vacío

La sensación que tuve al principio fue la de estar viendo una película humorística. Todos se reían de aquel hombre que solo gritaba (tal vez para sí mismo): “Seas quien seas Cristo te salvará. Dale el sí a Cristo en lo profundo de ti.”

Pasaportes

A algunos el Estado no les da permiso para salir del país por alguna “secreta” razón (aunque nunca lo dicen, todo el mundo sabe que esta negativa depende del historial de cada uno: los que piensan distinto al gobierno son castigados así).

Enajenados por el béisbol

Cuando la serie “se pone buena” todo se olvida. Atrás queda la falta de viandas en los agromercados, la escasés de medicamentos, la perpetua desventura del transporte público, los intensos calores, las colas interminables para adquirir cualquier producto. Todo se paraliza.

Repudiando los mítines

Era apenas una niña cuando vi caer sobre el rostro de aquel anciano un melón que (al golpearlo) se rajó y cayó al suelo. De la cabeza del hombre caían gotas rojizas del jugo de la fruta. Pero, ¿quién le hacía creer a una niña pequeña, rodeada de adultos histéricos y agresivos que aquello no era sangre?

Comprando veneno

Lo vi tocar la puerta de casa de Pedro. Estirar el brazo con dinero y salir con la cajita en la mano. Apenas tendrá unos 9 años. Mientras caminaba lo vi llevarse la cajita a la nariz, cerrar los ojos y respirar. Cualquiera hubiera pensado que aspiraba el aroma de un dulce muy rico.

Indolencia: un mal corregible

Cuando comencé a escribir en este sito, publiqué un diario sobre los perros callejeros. En el título, una pregunta que me atormentaba: ¿Fieles a quién? Para ser sincera, creía que la indolencia era un mal incorregible en muchos seres humanos. Pero una experiencia ha hecho que la esperanza vuelva a iluminar mis días.

Lo que necesitamos es sumar

Rosa tiene motivos para estar sorprendida. Su nieta tiene 10 años y prácticamente se ha mantenido con esa dieta. Las salchichas son la salvación de muchos adultos porque sirven para la merienda diaria que deben llevar los niños a la escuela.

Hablando bajito

No conozco su nombre, pudiera llamarle Ramón, eso es lo de menos. Es delgado, moreno y aparenta tener muchos años encima. Lo veo diariamente sentado en el muro, frente a la panadería, rezongando bajito sus problemas. En la mano un vaso con el líquido que hace hablar sin inhibiciones.