Osmel Almaguer
En Cuba todas las personas deben y están integradas en las muchísimas organizaciones de masas con que contamos. Aunque la mayoría son voluntarias, esto es sólo de dientes para afuera, pues el rechazar la militancia o pertenencia a una o varias de estas organizaciones –gubernamentales o no, pero siempre ideadas y respaldadas por el Estado- significa declararse tácitamente en contra del proceso revolucionario.
Esto trae como consecuencia lo que aquí llamamos “marcarse,” que quiere decir: rechazo social de los revolucionarios, pero también de los contrarrevolucionarios, por temor, y la indiferencia de los que tratan de mantenerse en una posición neutra. O sea, se cierran todas las puertas y se abren todos los ojos para vigilarte.
Yo no tengo ese problema. Mi familia tiene una larga trayectoria apoyando la Revolución, y aunque mis ideas son diferentes a las suyas, no son opuestas, pues al igual que ellos, mi intención es mejorar el sistema, no destruirlo.
Hay muchos oportunistas aprovechándose de los cargos políticos en todos los niveles para escalar posiciones, casi siempre haciendo daño a las demás personas con decisiones erróneas, conscientes o inconcientes.