Cuba: “El enemigo ataca, pero la Revolución resiste”
la respuesta gubernamental a las protestas del 17 de marzo
HAVANA TIMES – El domingo 17 de marzo de 2024, imágenes de protestas en Santiago de Cuba y luego en Bayamo sorprendieron otra vez a cubanas y cubanos dentro y fuera de la isla. La sorpresa sigue siendo parte de la reacción inmediata a las manifestaciones populares; respuesta probablemente asociada más con el momento en el que suceden que con el hecho mismo de su ocurrencia. A pesar de la represión sistemática, del éxodo masivo y de las inercias que sostienen el régimen era en cierto modo esperable que el recrudecimiento de las condiciones de vida condujera a nuevas manifestaciones (en ausencia de otro canal viable para expresar el descontento y arrebatar el derecho a participar en la vida política del país).
Después del 11 de julio de 2021 (11J), el Gobierno cubano apostó por la represión regular, por un cuerpo legislativo que garantizara un cierre mayor del espacio para la lucha cívica y por que la propaganda regresara una y otra vez sobre sus tropos y pusiera en evidencia la profunda desconexión y el desinterés en la vida de las personas comunes. Aun así, el poder cubano tampoco debió ser completamente sorprendido por la emergencia del descontento popular en forma de manifestaciones espontáneas. Es previsible, incluso para un cuerpo de Gobierno enajenado, que el recrudecimiento de la crisis económica resultara en la erupción del descontento.
La posible evidencia de que no se trató del tipo de sorpresa que movilizó a la cúpula del poder el 11J, fue la respuesta que algunos medios y voces estatales dieron durante las primeras horas. En lugar de la enervada respuesta que en 2021 convocó “a la calle a los revolucionarios” —mayormente leído como un llamado a la confrontación civil—, lo que hubo el 17 de marzo y todavía el día siguiente fue un esfuerzo de normalización.
Según Cubadebate —que reproducía un fragmento del hilo original de El Necio (como se presenta el comunicador oficialista Pedro Jorge Velázquez) en X—, “varias personas salieron a las calles y ocurrió una manifestación popular” como reacción a las largas horas de cortes eléctricos y a “otras situaciones derivadas de la crisis económica actual”. Hubo, además de pedidos de comida y corriente, gritos de “patria y vida”, pero “no [fueron] seguidos por la mayoría”, según las fuentes oficialistas.
La descripción gubernamental da paso a una serie de precisiones. La Policía se presentó en el lugar para evitar sucesos violentos (“solo están custodiando la manifestación y dialogando directamente con los ciudadanos”). Las autoridades se presentaron también “para dialogar con la población y dar atención al reclamo”. Es decir, una visión “normalizada” de la protesta —a pesar de ser una descripción vaga, es reconocida como tal—, las personas manifiestan su inconformidad, la Policía custodia y evita cualquier violencia y las autoridades dialogan.
Sin embargo, el aparente cambio en el enfoque comunicativo no debe leerse como un cambio en la estrategia general para tratar las manifestaciones. Es posible que la “normalización” obedezca a un cambio de registro porque el hilo original en X, replicado por Cubadebate, proviene de un influencer vocero del Gobierno cubano (El Necio) que no recurre a la típica retórica de los medios estatales. Por otra parte, la distancia entre los influencers que hacen vocería del Gobierno y las instancias de comunicación del Estado cubano es demasiado pequeña como para advertir posturas distintas en la diferencia de registros. Entonces, el nuevo registro habría que considerarlo, más bien, como una estrategia comunicativa que viene a sumarse a la estrategia general con componentes de uso más recurrente.
La estrategia general continuó siendo —en lo fundamental— la misma, culpar a Estados Unidos y a la política del embargo (denominada “bloqueo”) por la ocurrencia de las manifestaciones. El presidente cubano Miguel Díaz-Canel publicó en X al día siguiente de las protestas que “políticos mediocres y terroristas en redes se alinearon desde el sur de Florida para calentar las calles de Cuba con mensajes injerencistas y convocatorias al caos”.
La táctica, cada vez más improcedente hacia el interior del país y de cara a su diáspora, continúa siendo rentable para recabar apoyo de países y organizaciones aliadas. Es el caso de The People’s Forum que, en la noche del 17, compartía un mensaje cuyo contenido central era que el bloqueo de Estados Unidos había estrangulado la economía cubana al punto de que la nación caribeña no podía recibir envíos de combustible ni de comida y la situación se deterioraba. La anterior sería, según el mensaje estatal, la historia completa que los medios de Estados Unidos no contaron cuando hablaron de las protestas en Cuba.
Es el caso también del artículo de Peoples Dispatch, un medio alternativo en Estados Unidos que sistemáticamente replica la propaganda del Estado cubano. El texto —traducido y republicado por Cubadebate— reproduce las declaraciones de Manolo de los Santos, director ejecutivo de The People’s Forum, destaca la respuesta del Gobierno cubano a las protestas y compara la situación con Estados Unidos donde, afirma, “cientos de miles de personas se han movilizado en ciudades de todo el país para exigir un alto al fuego en Gaza y los líderes nacionales y locales han reprimido, ignorado y ridiculizado a los manifestantes y sus demandas”. La comparación con EE. UU., en la cual Cuba siempre resalta como ejemplo de democracia y respeto a los derechos humanos, se acompaña de una crítica a los medios corporativos que, según ellos, responden a una dinámica de guerra mediática para desacreditar al Gobierno de la isla.
Al día siguiente, el ALBA emitió una declaración que aseguraba: “Los Estados miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos rechazan firmemente los intentos de desestabilización contra la República de Cuba, provenientes de agentes externos que solo buscan romper con el orden interno de esa nación”. En ausencia de una relación directa que pueda revelarse entre los intentos de desestabilización y las manifestaciones, la declaración del ALBA argumenta que el Gobierno de Estados Unidos insiste en sus intentos de provocar un estallido social al reforzar el cerco económico y sabotear “la capacidad del Estado [cubano] para responder a los requerimientos de la población, incitando a la desestabilización, mediante plataformas tóxicas y promoviendo una campaña difamatoria contra Cuba, en franca violación del Derecho internacional y los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas”.
La estrategia gubernamental para tratar las manifestaciones apela también a una supuesta brecha entre la realidad de la calle —que sería cubierta con objetividad únicamente por los medios estatales— y la realidad vista a través del filtro de las redes sociales.
Justo en estos días se celebró en La Habana el III Coloquio Internacional Patria. El evento constituye una parte importante del esfuerzo gubernamental por explicar cómo las redes sociales y los medios digitales permiten una dinámica de guerra psicológica, mediática y cognitiva; y para argumentar cómo funciona la “dictadura del algoritmo” en la cual la narrativa estatal dominante ocuparía el lado de la verdad en un escenario de noticias falsas, posverdad y desinformación.
El marco explicativo fue inmediatamente utilizado para mostrar que muchas de las referencias a las manifestaciones eran fake news. Humberto López, conocido vocero del régimen, explicaba en un programa de la televisión cubana el 18 de marzo de 2024 que si bien habían ocurrido protestas (y mencionaba los lugares donde ocurrieron), muchas de las publicaciones de redes sociales eran falsas. Las publicaciones falsas sobre manifestaciones conectaban, en el guion del programa, con declaraciones de funcionarios estadounidenses y de la Embajada de Estados Unidos en La Habana. De esa forma, se conducía de nuevo a la audiencia al tema de la responsabilidad del bloqueo en la ocurrencia de manifestaciones al interior del archipiélago.
Es curioso que la dramaturgia —que comienza con un desmentido y puesta en evidencia de noticias falsas y conduce a la repetición del tropo de la culpabilidad de Estados Unidos— se construye sobre evidentes manipulaciones de la realidad. Por citar dos ejemplos muy obvios, los videos de las manifestaciones se trasmitieron sin audio, por lo que las consignas no podían escucharse. El éxodo masivo que ha sufrido el país en los dos últimos años fue descrito con las palabras: “algunos familiares y amigos han optado por probar suerte en otras tierras. Siempre ha sucedido y ocurre en todas partes”.
El programa de Humberto López añadía al anterior posicionamiento (supuestamente objetivo, pero en realidad altamente manipulado) una advertencia sobre lo que pasaría en el “hipotético caso —que no va a ocurrir—” de que la Revolución cayera. En un escenario así, Cuba estaría controlada por un coordinador, “un americano que va a dirigir todo (…). Y ese coordinador, como primera tarea, tiene que se devuelva a los ladrones y asesinos batistianos todo aquello que habían robado a este pueblo”.
A nivel de comunicación pública, la estrategia general para lidiar con las manifestaciones recurre así a una serie de tácticas. A saber: un intento de normalización de la protesta (probablemente contingente), culpabilización a un agente externo por su ocurrencia (Estados Unidos y el bloqueo) y un marco de ocurrencia descrito como contexto de guerra mediática. De igual forma, alude a un escenario de desastre en caso de que el Gobierno actual caiga y utiliza mensajes de cuentas afines al Gobierno para mostrar la tranquilidad que reina en las calles.
El conjunto de estrategias gubernamentales tiene implicaciones reveladoras. Por una parte, niega por completo la agencia de los manifestantes. Aunque en esta ocasión (hasta el momento) no han sido criminalizados de delincuentes o mercenarios, como sí se hizo durante el 11J y en varias de las protestas que le siguieron. Los presentan únicamente como personas que “muestran su inconformidad” ante situaciones puntuales como la falta de electricidad y de comida, implícitamente manipulables por las intenciones del enemigo. En segundo lugar, niegan la responsabilidad del Gobierno de La Habana en la situación actual. Llegan a decir que el bloqueo impide la capacidad de maniobra del Estado cubano, un argumento falso incluso si se reconoce el impacto del embargo económico de Estados Unidos sobre la economía de la isla.
La doble negación de la agencia de la población y de la responsabilidad del Gobierno es la mejor expresión de la incapacidad estatal para encontrar salidas políticas al descontento popular y la mejor garantía de la continuidad y probable crecimiento de las manifestaciones populares. A pesar de continuas promesas de diálogo y escucha —reiteradas de nuevo por Díaz-Canel en la clausura del III Coloquio Internacional Patria—, el Gobierno cubano tiene oídos sordos para el reclamo popular. En lugar de construir la vía, el Estado de la isla dedica sus recursos a la batalla comunicativa. Pero la batalla comunicativa no es, contrario a lo que piensan sus agentes, el más importante campo de batalla. Incapaces, o sin deseo de comprenderlo, no dejarán de repetir hasta el último momento que el pueblo que sale a la calle solamente quiere comida y corriente para desconocer el obvio deseo de cambios radicales que hagan posible tener comida, corriente y libertades básicas. Tampoco dejarán de culpar al embargo por una responsabilidad que, lo reconozcan o no, les corresponde plenamente.