¡Miren, el rey está desnudo!

Por Veronica Vega

HAVANA TIMES – El 2020 ha resultado un año muy extraño. Cada vez que salgo a la calle y veo a la gente con el rostro cubierto, excepto los ojos, me parece que estoy en una pesadilla o en una de esas películas de especulativa ficción futurista.

¿Qué hemos hecho para perder el derecho a respirar libremente? Absorbo mi propia exhalación bajo un pedazo de tela que apenas soporto bajo el aplastante calor, y me repito que esto no se parece a los que esperábamos, después de décadas de una “normalidad” salpicada de grandes carencias.

Alguien me saluda y se molesta si no lo reconozco tras el nasobuco. Máscaras, instrumentos de despersonalización, como las cabezas rapadas o los uniformes.

Sí, el mundo está fuera de quicio, como diría Shakespeare.

Las luchas por libertades colectivas o individuales están en pausa, incluso en países donde protestar no es un delito. Ahora el Estado es el protector supremo, tiene la primera y la última palabra.

Los hospitales se veneran como templos, y los médicos como santos a los que se le encomienda la vida, lo más sagrado de este plano físico.

Hay que confiar en los medios y en las estadísticas. Hay que replegarse, esquivar contactos, esconderse en las casas antes del oscurecer, huyendo de un enemigo invisible. Nada es verificable, nada está en nuestras manos, excepto obedecer, y/o, aislarse.

Ganando al toque de queda

No hay transporte público. Se prohíbe salir de la localidad. Los niños no pueden estar en espacios públicos, ni siquiera en esos asentamientos donde varias familias viven sin ventanas al exterior, en los que el único alivio es poner una silla a la orilla de la calle.

Hace tres días, yo corría a casa cerca de las 7pm, y vi tres patrullas salir de la estación de policía, a hacer su patrullaje por el toque de queda. Se imponen altas multas si corres la máscara de la cara, aunque sea para estornudar.

Por momentos me siento como en el cuento en el que un rey, engañado por dos falsos sastres, recorría las calles completamente desnudo, seguido de su séquito, mientras la multitud se inclinaba y ponderaba un traje inexistente. Nadie se atrevía a decir lo que realmente veían. Hasta que un niño rompió la sugestión gritando: “¡Miren, el rey está desnudo!”

¿Será que es eso lo que necesitamos? ¿No suspicacia, sino inocencia?

Me encantaría pensar que sí. El poco tiempo que dedico para salir a hacer compras indispensables, me asombra que la gente hable más de contagios que de mostradores y estómagos vacíos, que no mencione la doble incertidumbre. Largas colas bajo el tórrido sol, ojos en los que se acumula decepción tras decepción. En el mercado liberado falta hasta el arroz, (la base de la alimentación del cubano), no así el alcohol. Otro detalle de despersonalización. ¡Es tan valiosa la inconsciencia!

Hasta los puestos en CUC ostentan un desabastecimiento deprimente. Es peor que el del Período Especial, anclado aún en el subconsciente colectivo como un trauma insuperable. Se dice que los únicos comercios abastecidos (que no he visitado aún), son aquellos donde se paga directamente con dólares.

Ayer la cárcel hoy el contrario

Sí, la misma moneda que hace unos años parecía quemar si la tocabas, por la que te podían aplicar años de cárcel.

Recuerdo que una vez una amiga me regaló tres dólares y los cosí en el interior del dobladillo de una saya. Cuando estaba a punto de quedarme descalza, le pedí a un turista italiano que me permitiera entrar con él a una tienda para comprarme unas zapatillas deportivas. Por supuesto, las más baratas. Había que ver la expresión de aquel desconocido al ver dónde yo había escondido la divisa. 

Los cubanos nos reímos de esas anécdotas y decimos que vivimos en un país surrealista. Después de todo, el mundo nos admira por nuestro carácter jovial y nuestra inquebrantable sonrisa.

No importa que esa actitud sea solo para los turistas. Aunque los jóvenes sonríen más, la mayoría se niega a participar en las colas, ese ritual de desesperada supervivencia. Están seguros de que debe haber alguna opción aparte de perder cuatro horas para comprar un frasco de aceite o un pedazo de carne.

Hace unos días mi esposo esperó por cuatro horas fuera del mercado Falcón, en Alamar, por un embutido, para nuestros gatos (somos veganos), pero salió con las manos vacías. Al día siguiente, y porque dos mininos han hecho grave alergia a la comida disponible, volvió a probar suerte y esperó por ¡5 horas!, para terminar otra vez con las manos vacías.

Cuando los agentes del orden dieron la mala noticia al público, ordenando disolver la cola, él insistió en que les dieran tickets para regresar al día siguiente con la ventaja del tiempo invertido (perdido).

Buscando una respuesta

Como los militares y el policía le dieron la espalda, caminó resuelto hacia ellos exigiendo, al menos, una respuesta. ¿El resultado? El policía le aplicó una llave y terminó en el piso, luego esposado e introducido en la patrulla, mientras, entre la multitud, voces femeninas alegaban que el procedimiento era completamente injusto.

Fue trasladado a la estación, de donde salió con una multa de 30 pesos, a pagar en 72 horas, por desorden público.

Pero de qué quejarse si le estamos ganando a un virus letal. Se aplaude a los médicos a las 9 de la noche, (no importa si estos preferirían aumento de salarios y no aplausos, preferirían misiones o el derecho libre de viajar).

Sigamos aplaudiendo y esperando que el próximo año todo vuelva, al menos, a la normalidad salpicada de carencias. El progreso (una vez más) tendrá que posponerse. 

Mientras tanto confiemos en que la fórmula del surrealismo seguirá funcionando. Confiemos en el azar de esta isla atorada en la historia, confiemos en los conjuros y en la Virgen santísima, puesto que ya no se puede encomendar las vidas al mar. Ese recurso supremo, ese privilegio de isleños nos lo arrebató Barack Obama al derogar la ley Pies secos, pies mojados.

Confiemos en la infinita elasticidad de la resistencia humana.

Confiemos en esa Cuba soñada por varias generaciones, no importa si familias y grupos se rompen diseminados por el mundo recorriendo selvas y ríos, enfrentando la fiereza de animales y humanos.

No importa si el futuro es cada vez más abstracto, al menos los jóvenes tienen puesta la vista en las redes virtuales (financiadas por familiares o amigos en el extranjero), y no en los peligros del mar o de las calles.

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Veronica Vega

Verónica Vega: Creo que la verdad tiene poder y la palabra puede y debe ser extensión de la verdad. Creo que ese es también el papel del Arte, y de los medios de comunicación. Me considero una artista, pero ante nada, una buscadora y defensora de la Verdad como esencia, como lo que sustenta la existencia y la conciencia humana. Creo que Cuba puede y debe cambiar y que sitios como Havana Times contribuyen a ese necesario cambio.

4 thoughts on “¡Miren, el rey está desnudo!

  • ¿Resumen?: » D-E-S-E-S-P-E-R-A-N-Z-A . «

  • Hoy hable con un amigo que vino para cuba a pasar esta crisis junto a su familia, lo que usted escribe es cierto lo está pasando todos los países unos más que otros, lo que nos marca como diferente son las escases no justificada, y las tienda cerradas. Al final las que están abierta se aglomeran mayor cantidad de personas, y es más peligroso, lo que debería funcionar y no lo hace con mucha eficacia es las compra por teléfono.

  • La policía le puso una llave…., abusadores! Delante de mi vi a dos policias entrar en la tienda y llevarse su compra, y la gente en la cola mirando.

  • Con el mayor respeto señora. Me parece que a esa historia le falta la parte en que debe decir cuál es la excusa para que lo apresen, me resulta difícil creer que una persona pq diga que se debe repartir tickets en una cola lo metan preso o le pongan una multa. Incluso en Cuba.

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