Sucedió en Pinar del Río y les llamaban caballistas

Por Pedro Pablo Morejón

Lo que queda de muchas de esas escuelas.

HAVANA TIMES – Llamémosle Breto, tiene más de 40 años y es trabajador por cuenta propia. A cada rato lo veo con sus vaqueros ajustados y el pelo aun largo como reminiscencia de su pasado freak. Hace poco sostuvimos una conversación en la que rememoramos viejos tiempos, aquellos en que fue un joven rebelde, rockero y… caballista.

Pudieron denominarles jinetes, pero no, caballistas les llamaban. Eran jóvenes cuyas edades oscilaban entre los 14 y poco más de 20 años.

Todo comenzó en la década de los 80 del pasado siglo, en que las llamadas escuelas en el campo se encontraban en pleno apogeo, un proyecto educativo del que ya casi nadie habla.

Con máscaras en el rostro y montados a caballo (casi siempre en animales hurtados a campesinos de las zonas) llegaban en la noche vociferando y en ocasiones destruyendo lo que encontraran a su paso. 

Después devolvían los equinos en la zona y los campesinos no denunciaban, porque en Cuba la mayoría de los hurtos, como tantos delitos, siempre han quedado impunes. Para estos casos, la gente hace rato perdió la confianza en la policía.

Supe de los caballistas a finales de 1986, cuando ingresé en una de esas escuelas. Fue a mitad de semana. Quizás un miércoles en la noche.

-Llegaron los caballistas- dijo un muchacho con mezcla de temor y morbosidad.

Nos recogimos en el albergue mientras escuchábamos frases antigubernamentales y sonidos como de piedras sobre los ventanales. Los profesores que estaban de guardia al parecer ni se inmutaron. Los estudiantes más espigados disfrutaban del show como si estuvieran en el palco de un teatro.

Al siguiente día se constataron daños en persianas, un busto de Martí y un cristal del comedor. Y desde la plazoleta, formados como números, el director nos arengó sobre aquellos antisociales. Censuró la pasividad del alumnado y exhortó a repudiarlos y enfrenarlos, como correspondía a verdaderos revolucionarios. Comunicó también que la Policía Nacional Revolucionaria había sido informada de los hechos.

Eso sucesos continuaron ocurriendo con cierta frecuencia en mayor o menor medida en distintas escuelas de Pinar del Río hasta el inicio de los años del denominado “Periodo Especial”. Yo los presencié durante todo el tiempo de la secundaria y parte del preuniversitario.

Lidia y Osmay Hernández son dos hermanos que estudiaron en la secundaria básica en el campo No 23 del municipio de Sandino. Ellos pasaron por esa escuela años antes que yo. Me dijeron lo siguiente.

“A finales del curso de 9no grado aumentaron las llegadas de esos muchachos. Montaban en caballos y daban su espectáculo. A unos les divertía, pero a mí, que era casi una niña, me aterraba aquello”.

“Recuerdo una de esas noches que un profesor de Física, muy valiente, fue a conversar con ellos y les pedía que no rompieran las farolas de la plazoleta. Pero ellos no hicieron el menor caso y las desbarataron delante de él”.

Gilberto León, amigo que ahora reside en Las Vegas, USA, me comentó por Facebook que ya a principios de la década de los 90, cuando él estudiaba en el Preuniversitario solo se escuchaban historias. Todo parece indicar que con la llegada de esos años difíciles en lo económico, las incursiones de aquellos jóvenes antisociales comenzó a desaparecer.

He investigado sobre el tema con “San Google” y en todo el ciberespacio. Lamentablemente solo encontré una nota refiriéndose al fenómeno de los caballistas en un trabajo sobre las famosas escuelas en el campo.

También ignoraba si esto se manifestó en el resto del país, pero toda la evidencia parece indicar que no. Conversando sobre el asunto con amigos de distintas provincias, como con el periodista independiente Osmel Ramírez, parece que fue un hecho autóctono de la más occidental de las provincias.

¿Cual habrá sido la causa de tales manifestaciones en una Cuba que disfrutaba de cierta “bonanza” económica derivada de su relación privilegiada con el entonces imperio soviético?

Sin pretender ser un experto en Sociología, solo puedo pensar que se trató de jóvenes antisistema. Chicos que de algún modo se sentían ahogados y llenos de frustraciones al vivir en un país donde los derechos y las libertades ciudadanas reconocidas universalmente se hallaban conculcadas a la mínima expresión. Y encontraban en la violencia enmascarada la vía más exacta para exorcizar dichos demonios.

Así, más o menos con palabras vulgares, le hice saber mis conclusiones a Breto. Y me dio la razón.

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Pedro Morejón

Soy un hombre que lucha por sus metas, que asume las consecuencias de sus actos, que no se detiene ante los obstáculos. Podría decir que la adversidad siempre ha sido una compañera inseparable, nunca he tenido nada fácil, pero en algún sentido ha beneficiado mi carácter. Valoro aquello que está en desuso, como la honestidad, la justicia, el honor. Durante mucho tiempo estuve atado a ideas y falsos paradigmas que me sofocaban, pero poco a poco logré liberarme y crecer por mí mismo. Hoy soy el que dicta mi moral, y defiendo mi libertad contra viento y marea. Y esa libertad también la construyo escribiendo, porque ser escritor me define.

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