Collage de la realidad

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – Ignoro cómo se sienten quienes van a las tiendas con precios en dólares magnéticos llamados MLC. En mi caso es una experiencia visceral, me surge una ira silenciosa, contenida como un volcán a punto de entrar en erupción.

Nunca demoro, entro a lo que voy, comprar algo específico, dígase latas de pescado o carne de cerdo. En mi caso no hay mucho más para escoger si se trata de carnes. El pollo hace tiempo está perdido. Otras veces hay jamón o tubos de picadillo. Miro los precios y veo el descaro. Entonces tengo deseos de incendiar esas tiendas.

Una lata pequeña de atún o de sardinas que no pasa de los 100 gramos supera los 2 MLC, (algo así como 400 pesos o 2+ USD), el peso siendo la moneda con que pagan los salarios y pensiones en Cuba.

Un kilogramo de carne de cerdo que no dura más de tres días para una familia de cuatro personas, alrededor de 16 MLC, el salario de un mes.

Observo a la gente con sus expresiones tan panchas y no comprendo esa actitud. Supongo que la mayoría son mantenidos desde el exterior y no les importa su ausencia de decoro ni tienen que sudar el dólar, que no es mi caso.

Simplemente entro, busco, compro esta vez un kilogramo y medio de carne de cerdo a poco más de 23 MLC que me duelen como si me hubiesen sacado sangre por la nariz, los ojos, la boca y el oído y me largo de allí.

Si me quedo unos minutos más de seguro exploto. Una vez fuera respiro profundo, tomo aire e intento cambiar el pensamiento.

Así este viernes como el resto de días muy distanciados en que necesito comprar en esas tiendas del diablo, disculpen, del gobierno.

El tren brilla por su ausencia, como hace un mes, desde que el país está afectado por la crisis de combustible. Por eso he salido antes rumbo a la autopista y por suerte llego a casa temprano en medio de un aguacero.

La vecina me recibe con una noticia esperada: “Hoy no hubo pan tampoco, dicen que no hay harina”. Hace una semana que no hay pan en mi pueblucho, lo mismo que en la ciudad de Pinar del Río, lo mismo que en todo el país, o al menos casi todo el país. 

Los privados que lo venden y que sí poseen harina de mejor calidad aumentaron el precio de 150 a 200 pesos la bolsa de 7 u 8 panecillos.

De inmediato vino la represión, los precios topados y el pan de estos también desapareció por unos días.

Mis planes son salir a manguear, o sea, buscar mangos para compensar la miseria. En Cuba hay un dicho que reza: “Año de mango es año de hambre”.

Y parece que sí, este año ha habido más mangos que nunca y lo que era de esperar, se pudre en los campos cubanos sin que exista una infraestructura comercial que garantice que llegue al pueblo, sobre todo a los que viven en pueblos y ciudades.

Es uno de los problemas del socialismo, sistema diseñado para acabar con la libertad y generar pobreza, convirtiendo al ser humano en apéndice de un Estado hipertrofiado, corrupto y burocrático, que supuestamente es de bienestar, pero en realidad es una maquinaria de miserias.  

Sistema apoyado en América Latina por gente floja, resentida y envidiosa que no tiene la menor idea de lo que es vivir bajo un régimen comunista. Gente proclive a ser manipulada por líderes populistas y corruptos con vocación de dictadores, que te acusan de fascista si no comulgas con su credo. Pero eso sí, un sistema que funciona bien para las apetencias de su casta dirigente. 

En fin, tomo un saco y un cuchillo y voy para el monte. Esta semana había conversado con Yoly para ir a buscar mangos en su vega, un amigo con quien tengo una amistad desde la niñez, al igual que con su hermano y sus padres. Mataperreábamos juntos y muchas veces almorzaba en su casa.

Gente noble, como todos los guajiros. No de los que poseen trabajadores para cultivar sus tierras, sino de esos humildes que se parten el lomo trabajando en sus parcelas de tierra.

“Coño Pedrito, tú no tienes que pedir permiso para venir, eres como de la familia”. Me puse sentimental, son años de distancia y la mente se llena de recuerdos.

La vega dista a 4 kilómetros de mi casa, monte adentro. Siempre me ha gustado caminar largas distancias y visitar esos lugares de naturaleza hermosa, pura, que excitan mis sentidos y mi espíritu aventurero.

Son las 5:30 de la tarde, el cielo continúa nublado después del aguacero, así es más fácil caminar. Me abro espacio entre trillos fangosos y enyerbados.

Me reencuentro con mis amigos y me oxigeno de vida. El regreso, con medio saco sobre los hombros se vuelve agotador y difícil, pero llego feliz y sobre todo desintoxicado de esta realidad.

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Pedro Morejón

Soy un hombre que lucha por sus metas, que asume las consecuencias de sus actos, que no se detiene ante los obstáculos. Podría decir que la adversidad siempre ha sido una compañera inseparable, nunca he tenido nada fácil, pero en algún sentido ha beneficiado mi carácter. Valoro aquello que está en desuso, como la honestidad, la justicia, el honor. Durante mucho tiempo estuve atado a ideas y falsos paradigmas que me sofocaban, pero poco a poco logré liberarme y crecer por mí mismo. Hoy soy el que dicta mi moral, y defiendo mi libertad contra viento y marea. Y esa libertad también la construyo escribiendo, porque ser escritor me define.