Dmitri Prieto
Quienes recorremos las calles cubanos por estos días, podemos ver que muchas casas y algunos comercios exhiben los arbolitos de Navidad. Como en Cuba no hay abetos, todos los árboles son artificiales. Aunque a algunos vecinos se les ocurre decorar ciertas matas u arbustos de sus jardines, no necesariamente semejantes a la popular conífera.
Antes, recuerdo que “no se estilaba” poner arbolitos en Cuba. Eran vistos como foráneos y demasiado cristianos, a pesar de su probable origen druida.
Aunque en la Cuba pre-revolucionaria sí se importó masivamente de los EE.UU. la costumbre del árbol de Navidad, ésta jamás “se aplatanó,” es decir, siempre se mantuvo en sus códigos originales de nieve, venados y santa-claus.
Después de 1959, fue una de las tantas costumbres desterradas como muestras del kitch imperialista.
Como mi familia es ruso-cubana, siempre teníamos nuestro arbolito el fin de año. Aunque en la época del “ateísmo militante” no se celebraba la Navidad, el árbol simbolizaba para nosotros el año que comienza.