De Rusia me viene el activismo (I)

Dmitri Prieto

La lluvia de ayer. Foto: Leadron Valdes

Por estos días he estado involucrado en la multifacética red Observatorio Crítico, que organizó y realizó su IV foro nacional hace ya un mes. Fue muy estimulante compartir de nuevo con defensores activos de causas que otros consideran estructuralmente perdidas.

Hubo varios activistas de proyectos ecológicos, incluso uno vino de Italia y fue invitado a hablar sobre la organización cooperativa de eco-comunidades.

Después del evento, alguien comentó que un cierto funcionario había dicho que los auspiciadores gastaron mucho dinero con el único resultado de que se habló de ecología… Ojalá esa información sea falsa; si es verdadera, resulta obvio que el funcionario en cuestión es poco más que un analfabeto en materia de los problemas de nuestro planeta.

Yo no soy exactamente un ecologista, pero creo que lo que los ecologistas hacen es muy importante. Sobre todo porque muchas veces mejor que otros activistas logran SENSIBILIZAR a la gente con respecto a las causas polémicas; y sin sensibilidad, por muy bueno que sea el sistema social (cooperativo, autogestionario, hasta podemos suponer que improbablemente se acerque en eficacia al famoso MODRAGON…) la vida se vuelve insípida y egoísta.

Pero hay una razón muy especial que anima mi afinidad con los ecologistas: cuando por primera vez en mi vida organicé a un grupo en aras de un propósito social, se trataba de un grupo ecologista.

Era el 1982. Estábamos en Rusia. Yo vivía en Moscú como hijo mayor de una familia cubano-rusa, mis padres trabajaban en la Embajada de Cuba y yo estudiaba el 4to. grado en una escuelita cubana para muchachos y muchachas de acá que por alguna razón estaban en aquel país. La escuela se llamaba “El Guerrillero Heroico,” en honor al Che, y su enseñanza combinaba las asignaturas básicas para el desarrollo de la identidad cubana (Español, lectura, Historia de Cuba…) y también idioma ruso, así como varias disciplinas que se impartían en esa lengua (pues la enseñanza sólo llegaba al 5to. grado y se suponía que al terminarlo seguiríamos estudiando en las escuelas rusas, o bien volveríamos a Cuba).

Hay que decir aquí que mi bilingüismo (así como el de muchos coetáneos cubanos) me (nos) posibilitaba leer libros y revistas en ruso, y ver la televisión soviética. Y precisamente de esas fuentes fui(mos) aprendiendo del peligro que amenaza el planeta, debido fundamentalmente a la actividad industrial del hombre, pero también a la clara falta de sensibilidad hacia la vida “diferente” y hacia la belleza simple del mundo tal cual es.

Porque –increíblemente- parece que en Cuba lo del ambiente aún no se había convertido en un issue con visibilidad pública. Y la TV rusa, en cambio, informaba sobre cómo en la Alemania Federal (la capitalista, la “mala,” pues la buena era la RDA), un extraño partido “verde” lograba un número significativo de votos para esa reunión de burócratas que se llama Bundestag. Por supuesto, nada de eso existía en Cuba ni en la URSS (ni capitalismo, ni “verdes,” ni Bundestag), pero al menos sonaba interesante…

Precisamente, Alemania (nazi, en aquel entonces) perdió la segunda Guerra Mundial –la enseñanza y la propaganda soviética todos los días se encargaban de recordárnoslo- pero ahora tenían un partido “verde.” La URSS ganó la guerra y no tenía partido verde, pero estaba claro que los soviéticos se preocupaban por el ambiente, porque había sociedades para la protección de la naturaleza, “patrullas verdes” (para los bosques) y “azules” (para los ríos y lagos) en las escuelas, un “Libro Rojo” de especies en peligro, una revista para niños-naturalistas… programas televisados, películas…

Era abril, y faltaban (no lo sabíamos) sólo 4 años para la catástrofe de Chernóbil.

Nada de eso existía en nuestra escuelita cubana,  pero sí recuerdo la enseñanza sobre nuestros atributos nacionales: palma real (árbol), tocororo (ave) y mariposa (flor), seres -a diferencia de los símbolos patrios (bandera, escudo, himno)- dotados de vida. Y una frase en nuestro libro cubano de lecturas, en un texto que se llamaba “Filtro verde”: “cuidar la naturaleza es cuidar la Patria.” La Patria era para todos (cubanos y soviéticos por igual) una palabra sagrada, con la cual no se jugaba. Debíamos (¡!) amar la Patria.

Dimitri Prieto-Samsonov

Dmitri Prieto-Samsonov: Me defino por mi origen indistintamente como cubano-ruso o ruso-cubano. Nací en Moscú, en 1972, de madre rusa y padre cubano; viví en la URSS hasta los 13 años, aunque ya conocía Cuba, pues veníamos casi todos los años de vacaciones. Habito en un quinto piso de un edificio multifamiliar, en Santa Cruz del Norte, cerca del mar. Estudié Bioquímica, Derecho (ambas en La Habana) y Antropología (en Londres). He escrito sobre biología molecular, filosofía y anarquismo, aunque me gusta más leer que escribir. Imparto clases en la Universidad Agraria de La Habana. Creo en Dios y en la posibilidad de una sociedad donde seamos libres. Junto con otra gente, en eso estamos: deshaciendo muros y rutinas.

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