Felices los normales, Homenaje a Antonia Eiriz

 

Por Mauricio Mendoza

HAVANA TIMES – Dicen que la historia la cuentan los vencedores y, como vencedores al fin, tienen en sus manos el poder de construir sus propios héroes -en ocasiones similares a dioses, elegir a los derrotados, nombrar enemigos y obviar algún que otro nombre inconveniente. Es un fenómeno normal que ha ocurrido desde el inicio de las civilizaciones.

Por suerte, también han existido personas preocupadas por analizar e investigar las historias de los vencedores para reescribirlas de forma justa y parcial.

Antonia Eiriz

Lo contado por los libros oficiales escritos en Cuba después de enero del 59, también carga con una lista de nombres ninguneados; en algunos casos, porque han tenido la simple osadía de mostrar la realidad del momento, quedando desmantelada así la imagen de sociedad perfecta o paraíso terrenal que se ha empeñado en exportar la Revolución cubana desde sus inicios.

No es casual que esa lista de herejes tenga una gran población de artistas ¿Quiénes mejores que los intelectuales para notar las virtudes y las deficiencias del momento en que se encuentran? Aunque es más común notar en esas listas a los literatos o a los músicos por sus poderes de comunicación explícita y facilidades para llegar a las masas, las artes plásticas también poseen personas que no se conformaron y decidieron desde los comienzos plasmar en lienzos e instalaciones lo que vivían y observaban a diario.

Antonia Eiriz (La Habana 1929 – Miami 1995) es una de esas mujeres que pagó el precio de su irreverencia. Su labor artística comienza en tiempos de Batista, pero el peso de su creación se desarrolla en la etapa de Castro. El trabajo de esta artista se extiende desde la pedagogía- impartiendo clases en la Escuela Nacional de Instructores de Arte y la Escuela Nacional de Arte-, hasta la pintura, el grabado y la instalación.

A lo largo de su carrera obtiene disímiles galardones, tanto nacionales como internacionales. En 1961 recibe Mención de Honor en la VI Bienal de Sao Paulo, Museu de Arte Moderna, Sao Paulo, Brasil.

Su obra retrata el nacimiento de una nueva era colmada de discursos políticos, masas efervescentes y promesas utópicas. El sarcasmo crítico y la violencia visual evidenciada en su trabajo la hace posicionarse como una artista polémica ante las instituciones que preferían mostrar un arte banal y, sobre todo, que no disintiera con los cánones del socialismo tropical.

Los actos de censura institucional que sufrió llevaron a esta gran maestra al retiro durante dos décadas, ejerciendo solo su labor pedagógica. En 1991, impulsada por sus alumnos, decide volver a exponer su obra en la galería de Galiano.

Ahora, pasados veintinueve años de esa mítica exposición, Felices los normales –título de un poema de Retamar- emerge como un proyecto curatorial para homenajear a dicha creadora, con el trabajo de nuevos exponentes que siguen, de cierta forma, sus pautas.

La idea original de Miriannys Montes de Oca  -una de las participantes- fue llevada a cabo por las curadoras Laura Martín y Sandra García Herrera en la misma galería de Galiano donde Ñica –como la nombraran sus allegados- se volviese a mostrar al público.

Las obras de los artistas Antuan Mena, D.U.P.P, Jorge Luis Rodríguez, Marco Arturo Herrera, Miriannys Montes de Oca, Miroslav De La Torre, Yohy Suárez y Yoxi Velázquez, junto a dos de la propia Antonia, muestran una sincronía generacional al trabajo realizado por esta. Dichos artistas plasman en las artes visuales la Cuba del momento donde les ha tocado desempeñarse, documentando así nuevos valores y problemáticas de la contemporaneidad.

Un lienzo firmado por Miriannys Montes de Oca, titulado La Cola, logra hacer sentir al observador, mediante sus colores y figuraciones, lo tortuoso y agobiante que puede ser una cola de personas en Cuba, sentimiento experimentado por todos los nacionales e incluso por los foráneos que se aventuran a vivir la experiencia cubana. Marco Arturo Herrera utiliza colores representativos de esta región tropical y su obra es un retrato de la idiosincrasia carnavalesca y cálida de los seres nacidos en la mayor de las Antillas.

En fin, esta exposición que merece ser vista y no contada, estará montada desde su apertura al público, -el pasado 30 de enero, hasta su clausura el 7 de marzo de 2020- y más que un trabajo curatorial es un réquiem por Antonia.

También demuestra que su labor continúa, a pesar de su muerte o el olvido mediático al cual es sometida hasta estos días, pues para las generaciones sucesoras que investigan a fondo el arte cubano, Ñica es un mito e inspiración. Eiriz fue más que una instructora de papier maché y su obra llega a nosotros como un grito de inconformidad con la etapa que le tocó vivir.