Siempre pensar en la vida

Por Pedro Campos

Foto: www. uneac.org.cu

HAVANA TIMES, 1 feb. — El domingo 5 de diciembre me quedé esperando la oportunidad de ver en la pantalla chica la anunciada película/testimonio “El Accidente.” bajo la dirección general de la Dra. Carolina de la Torre, una de las protagonistas.

Según informó el ICRT a quienes llamaron por teléfono para averiguar sobre el cambio en la programación, la decisión de suspender a última hora la película, se debió al interés de evitar el tema, debido al accidente reciente del avión cubano que hacía vuelo Santiago-Habana.

El martes 13 de abril del año pasado, Día de la Psicología en Cuba, los psicólogos cubanos habían recibido un regalo muy especial con el estreno de este film, en la Sala Infanta de la capital, pues se trata de la narración visual de un acontecimiento sensacional que involucró la vida de cinco psicólogos cubanos, quienes regresaban de un evento científico celebrado en Moscú, sobrevivientes de un accidente de aviación ocurrido en 1982.

La película me impactó tanto que escribí un pequeño comentario con la intención de publicarlo en algún momento.  Por distintas razones nunca terminé de “pulirlo” y se me hizo “viejo.” Sin embargo, la noticia de que el film sería exhibido por la televisión, coincidiendo con la semana del Cine Latinoamericano, me hizo pensar que sería oportuno retomar el texto por su, a mi juicio, extraordinario valor para la vida.  Al no verla en la fecha programada, me pareció más necesario aún presentar esta modesta valoración.

La narración en sí misma de aquel hecho, 25 años después, devela momentos épicos y valores trascendentes que vivieron y desplegaron  Angelita, Carola, Calviño, Liliana y Cairo, quienes  cuentan las disímiles y complejas emociones que sufrieron el verse envueltos por el halo de la muerte en aquel incidente; pero sobre todo, el impacto en sus vidas de haberlo sobrevivido.

Como se tratar de una especie de “terapia de grupo, situacional” protagonizada por los encargados de ayudar a los demás a enfrentar sus vivencias, el valor de la cinta adquiere perfiles educativos de extraordinaria calidad.

Los cinco sobrevivientes vibran en excitantes y contagiosos relatos que llevan al espectador a rememorar los propios momentos en que pudo haber estado cerca de la muerte y a revalorar toda la importancia y trascendencia de haber llegado hasta aquí y todo lo que puede implicar  seguir viviendo, para la vida futura.

Al terminar el film en la Sala Infanta y al encenderse las luces, vi lágrimas en muchos ojos, pero sobre todo respiraba el deseo de los espectadores de vivir, vivir más y mejor, en un medio más saludable y hermoso.  Revalorizaban muchos, sentí, los significados de la Vida.  Para mí, que no soy crítico de cine, sino un simple interesado en una mejor vida para todos, ese me pareció el más grande mérito de la película.

¡La vida es bella! Pensé y recordé la cinta del mismo nombre que, igualmente, ha hecho tanto por estimular la vida.  ¿Cuántas cosas, acontecimientos, vivencias acotados por los cinco psicólogos, se hubieran perdido ellos, sus seres queridos, sus amistades y compañeros, si no  hubieran sobrevivido  entonces?

Entre los relatos, todos interesantes, una anécdota muy llena de sentimientos y sensaciones, nos la cuenta la Dra.  Carolina de la Torre, quien transitó el accidente llevando una niña en su vientre (precisamente su hija Claudia Calviño, quien, significativamente, es también la productora del documental) cuando se refiere al suicidio de su hermano ocurrido por su encierro cuando la UMAP, Unidades Militares de Ayuda a la Producción.  En el documental Carolina dice que hubiese sido muy terrible para sus padres perder otro hijo.

El hermano de Carolina no tuvo la suerte que ella, ni encontró los asideros que le permitieron a ésta, sobreponerse al momento y seguir haciendo Vida.  Él no pudo, nunca más, disfrutar de las complejidades de la Vida.

Si la narración del grupo sobreviviente, sobre todo lo hermoso que vivieron después, es la muestra del valor de seguir viviendo, la temprana desaparición de Benjamín es la evidencia de lo mismo; pero por defecto.

El impactante relato, acompañado de la música de Liuba María Hevia; y la letra, música y voz para siempre de Silvio Rodríguez, en su obra La Vida, es un canto a la existencia humana, a la que fue, a la que pudo ser, a la que puede seguir siendo.  No cuento más.  Trate de verla.  Se la recomiendo.

No siempre nos damos cuenta de que la vida, es un verdadero milagro de la naturaleza, una posibilidad ínfima entre millones de millones de otras vidas que nunca fueron posibles y de muchos otros millones de vidas que se troncharon.  Es la vida el más grande tesoro que pueda poseerse, es por eso que hacer feliz a la vida, cuidalar, es una de las tareas más hermosas: esa que a diario hacen psicólogos, psiquiatras y demás trabajadores de la salud mental.

Filmes como éste, de una profunda intencionalidad humana, que producen optimismo, ganas de hacer, ver y vivir, nos hacen pensar en la necesidad de no escatimar esfuerzos por la vida propia, la de nuestros seres queridos y cercanos, la de todos los vivientes, la de la naturaleza, que es decir la nuestra.  Siempre pensar en la vida, en lo humano.

Gracias a la Dra. De la Torre, a todos los que colaboraron para hacer posible el filme y a aquellos sobrevivientes que, en un tan significativo día, nos recordaron qué tan bello es seguir viviendo para continuar luchando por y para producir vida, emociones y alegrías.

Pedro Campos – [email protected]