Sigue polémica con equipo independiente de béisbol cubano

Foto: ca.sports.yahoo.com/

HAVANA TIMES – Pensamos que no tocaríamos más el tema, pero esta semana en vez de disminuir aumentó la polémica con respecto al elenco de la Federación Profesional Cubana de Béisbol (Fepcube) radicada en Miami, precisamente en su seno con la comunidad cubana radicada allí.

Recordemos que intentó participar en la llamada Serie Intercontinental de 2024, que se celebraría del 26 de enero al 1 de febrero en Barranquilla, Colombia, pero presiones desde el Gobierno de Cuba motivaron la cancelación del torneo.

Pero más allá de la parte deportiva, el debate se generó en suelo estadounidense por las “concesiones” que debió hacer el conjunto para estar en el evento, que era el objetivo fundamental, más allá de lo que sucediera en los terrenos de pelota.

Para lograr ese objetivo, que representaba un puñetazo de tremenda fuerza a la dictadura cubana, y lo demostró el empeño que puso toda la maquinaria represiva para frenarlos, decidieron renunciar a portar la bandera de Cuba y cantar el Himno Nacional.

De alguna manera quisieron seguir un poco lo que hace Rusia actualmente, cuyos deportistas actualmente no pueden competir con su himno y su bandera, pero compiten, pero a diferencia de ellos tenían intenciones de cantar el himno aunque fuera a capella, porque lo más importante era llegar allí y decir presente por el significado cívico y social que entrañaba.

La voz de play ball no se dio, pero Fepcube sufrió ataques feroces de la comunidad en el exilio no solo por aquello, sino por recaudar dinero para la causa, cuando entre ellos hay hasta millonarios, y también se puso en duda la integridad de algunas personas asociadas al proyecto, por su pasado en selecciones de la oficial Federación Cubana de Béisbol (FCB).

En este sentido, el exlanzador José Ariel Contreras, que no sé si podrá volver a Cuba después de esto, fue muy claro y explicó las presiones a las que son sometidos los atletas de todos los deportes y que para realizar su labor tienen que bajar la cabeza y guardar silencio.

El mismo confesó que se cuidaba de hacer declaraciones luego incluso de estar en Estados Unidos porque su familia seguía en la isla y podía sufrir represalias. Habló entonces del 11 de julio de 2021 como el punto de no retorno, como mismo seguramente ocurrió con el resto de los “sospechosos”: los hermanos Gourriel y Agustín Marquetti, este último ni siquiera perteneciente a la Fepcube.

Volvemos al tema de siempre; que no todo el mundo está dispuesto a sacrificar su vida por una causa, pero en este caso lamento a nivel personal que quienes viven en libertad olviden cómo se vive en este país, donde públicamente las personas se expresan de manera muy diferente a como piensan en realidad, y esta especie de hipocresía va desde el barrendero hasta el ministro, porque ni estos últimos se creen lo que dicen.

Con todo esto quien se frota las manos es el Comité Central, que goza con la división entre los emigrados.

El dolor de las generaciones que fundaron esta comunidad a veces impide llevar a vías de hecho iniciativas como esta, que chocan con reglamentos oficiales a los cuales hay que buscarles la intríngulis para lograr el objetivo fundamental, que era hacer acto de presencia, y por eso estuvieron dispuestos a renunciar a algo tan sensible como la bandera, aguantaron la provocación y aceptaron esas condiciones, pese a que en su fuero interno no pensaban acatarlas, a sabiendas de que era mejor ser expulsados de ese evento, que era por invitación.

Al Gobierno cubano le duele este proyecto, y eso es lo que debe primar, porque la separación sigue siendo el principal problema del exilio, y la principal arma para mantener el régimen.

Para jugar los fines de semana en un estadio local no hay ningún problema y cada cual puede ir con el uniforme que quiera y cantar lo que quiera, pero cuando se trata de un evento internacional oficial hay que seguir ciertas reglas, y eso es lo que se debe entender en quienes critican este proyecto.

No tener una Federación oficial detrás, por elección propia, es un problema para incluirse en competencias, y por eso la disyuntiva es estar o no estar, y para lo primero hay que seguir ciertos protocolos, que se recrudecen cuando vas de manera independiente.

En este caso la presión fue tal que quisieron que el equipo cubano firmara un documento en el que comprometía a no realizar ningún tipo de declaración política, y ellos se negaron porque ya sería el colmo, pero es una muestra de hasta dónde están dispuestos a llegar para anularlos.

Se vio el pasado año con el boxeador Robeisy Ramírez, que no pudo usar los símbolos patrios en su pelea por el título mundial de peso pluma junior de la WBO contra el japonés Satoshi Shimizu. La embajada de Cuba en Japón hizo lo posible y lo imposible hasta que logró lo que quería, pero el puñetazo mayor fue que Robeisy ganó su título cantando Patria y Vida y gritando “¡Abajo la dictadura y libertad para los presos políticos!”

Saliendo de Cuba, el pasado año los guatemaltecos no pudieron escuchar su himno ni ver su bandera ni en los Juego Centroamericanos y del Caribe de San Salvador ni en los Panamericanos de Santiago de Chile, pero no por eso dejaron de competir ni se les criticó. Si vamos más atrás, es famoso el juego entre presos judíos y sus carceleros en plena Segunda Guerra Mundial, y nadie se pone a criticar a los reos porque jugaron en harapos, sino el símbolo que representó darles una bofetada deportiva y política.

Se ha explicado todo de todas las maneras posibles, pero parece que cada vez que se aclara un punto aparece una duda nueva para buscar la quinta pata al gato, y las autoridades cubanas riéndose de la división cuando al proyecto apenas está naciendo y en vez de organizarse tiene que defenderse.

Repito lo mismo de la semana pasada: lo peor sería no presentar la batalla por no ponernos de acuerdo entre personas que al final queremos lo mismo.

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