Eloísa, una cubana que representa a muchos jubilados
Por Laura Gómez
HAVANA TIMES – En una sociedad cada vez más envejecida, las personas de la tercera edad ven la satisfacción de sus más básicas necesidades como un sueño. En Cuba se hace cada vez más difícil tener acceso al calzado y a las prendas de vestir, sobre todo para los jubilados. Eloísa no quiere dar su apellido porque le da vergüenza, dice. A sus 73 años es una de esas pensionadas que padece el agobio de la escasez y la falta de recursos a pesar de haber trabajado toda su vida.
HT: ¿Cómo es la vida de una jubilada ahora?
Eloísa: Muy dura, apenas te alcanza para mal comer unos días. Ha subido todo, los alimentos, los medicamentos, el gas, la electricidad, todos los servicios. Eso, sin contar la escasez y las colas. Los precios parecen de otro país. Ni hablar de comprarte algo imprescindible como un par de zapatos.
¿Es eso lo peor para usted?
Ahora mismo no sabría decirte, pero por suerte no tengo que seguir una dieta médica, puedo comer lo que aparezca. Sin embargo, comprar zapatos es un sueño. No sé cómo se las arreglan las personas que tienen hijos en edad escolar y no reciben ayuda de nadie. Cada vez más pienso en el pasado, no sé si es bueno o no para las personas mayores, pero esa nostalgia es natural. De niña y adolescente siempre tuve acceso a cualquier tipo de calzado, ropa y carteras según la ocasión: ya fuera fiestas, graduaciones e incluso funerales.
Entonces ¿cómo fue su tránsito a la escasez total?
Es que eso no sucede de pronto, por supuesto. Yo fui maestra de escuela primaria, ganaba poco. El salario nunca ha alcanzado mucho en este país, donde siempre hay que estar pensando en lo que vas a comer, pero de vez en cuando podía comprar algo. Con la jubilación fue la hecatombe, y el remate fue el Ordenamiento ese [las reformas económicas de 2021]. Hace poco, de tener dos pares de zapatos reforzados y pegados no sé cuántas veces, pasé a disponer de uno solo, que fue sufriendo un deterioro total. En la actualidad mis tenis no tienen muy buenas suelas. Las mejoro con cartones que cambio cada vez que llueve, ya podrá imaginar que me he resfriado, he tenido hongos y he sido mal vista. Imagine usted que en esta situación me es totalmente imposible soñar con poder trabajar, aunque fuera de auxiliar de limpieza o lavando platos, mucho menos de cuidadora. Todavía soy útil, pero se me hace difícil conseguir algo
Imagino que le es totalmente imposible comprar zapatos en las tiendas
Por supuesto. Con una chequera (pensión) de 1600 pesos (menos de 5 USD) o me alimento o me baño o compro un par de zapatos. Muchas veces he fantaseado con la idea de guardar un poco de dinero, pero cuando voy llegando a mitad de mes desisto. Los zapatos son un sueño cada vez más lejano. Empezando que las tiendas venden en MLC (dólares magnéticos) y mi chequera equivale a cinco o seis MLC.
Cerca de mi casa hay varias tiendas particulares que venden tenis a 5,000 pesos, y otras de artesanos que ofertan sandalias, tenis y mocasines, casi todos cuestan de 2,000 pesos para arriba. Quién diría que estaría en la misma situación que aquellos niños que antes del 59 se paraban frente a las vidrieras a contemplar golosinas y juguetes. Nunca lo hubiera creído.
Entonces ¿no disfruta los paseos por las tiendas?
Pero ¿cómo voy a disfrutar viendo las cosas que no puedo comprar? Antes de jubilarme me encantaba ir de tiendas, hacer planes sobre las futuras compras; ya eso quedo atrás. En la actualidad evito las zonas donde se aglomeran los artesanos, ya no sufro, ahora enfrento la realidad. En varias ocasiones me han tomado por una deambulante y me han ofrecido dinero. Al principio lo rechacé, pero ahora cuando sucede lo acepto y lo guardo para una imaginaria compra.
¿No tiene otra fuente de ingreso?
La tuve. Fui vendiendo todos mis libros con gran pesar y créame que el dinero que obtuve de estas ventas fue tan irrisorio que al final desistí. He conservado algunos de ellos y los atesoro, son un recordatorio de otros tiempos y mi mejor compañía. También vendí adornos finos.
¿No tuvo familia?
No, solo éramos mi esposo y yo. Intentamos muchas veces tener hijos, pero no resultó. Terminamos conformándonos, Dios sabe lo que hace. Mi esposo falleció hace 30 años. Creo que fue mejor así, nunca hubiera entendido estos tiempos que corren y seríamos dos para sufrir estas penurias.
¿Qué planes tiene en estos momentos para solucionar este problema?
¿Planes? Esa palabra es tan lejana ya… Actualmente he estado visitando los lugares donde se reúnen vendedores de objetos viejos. Entre los artículos que venden he podido ver zapatos y tenis de uso, pero que pueden paliar mi situación. Incluso he congeniado con uno de los vendedores para que me reserve unos tenis. Créame que no ha sido fácil encontrar un precio accesible, tampoco encontrar mi número, y mucho menos superar la vergüenza de que me vean mis pies, pues por mucha higiene que tenga, la suciedad de la calle penetra a través de los cartones.
¿Cómo ha hecho para reunir el dinero?
Cuando los jubilados necesitamos algo tenemos que prescindir de otras cosas. He vendido los cigarros, el café, los tubos de pasta dental y los jabones. Me las arreglo para usar dos mudas de ropa, una para salir y otra para estar en casa.
Entonces ¿no lava mucho?
Bueno, ese es otro tema, el agua no viene siempre y cuando viene a veces no puedo coger la suficiente. En mi edificio hay un ladrón de agua y sube muy poca a la casa, pero me alcanza para llenar un tanquecito y tres cubos. Sobre todo, priorizo el agua de beber, además no soy la única en esta situación.
¿A qué se refiere?
Hay otros jubilados que tienen peor situación que yo. Me he adaptado a comer poco, pero hay quien padece diabetes u otras enfermedades y tampoco se alimenta bien. En Cuba vivir de una chequera es todo un reto. Me siento muy mal por estar hablando de mis pies húmedos, de mis zapatos rotos, cuando hay otros que tienen que comer la sobras que encuentran en la basura.