¿Qué significa el triunfo de Gabriel Boric en Chile?

El presidente electo de Chile, Gabriel Boric, habla en la celebración de su victoria. Foto: Reuters

Por Haroldo Dilla Alfonso

HAVANA TIMES – La imagen que vi la noche del 19 de diciembre, de un Gabriel Boric hablando del futuro a una muchedumbre que inundaba varias calles del centro de Santiago de Chile, era muy distante de otra que vi dos años antes, cuando un grupo de ultraizquierdistas lo atacaron físicamente en un lugar céntrico de la capital.

Por entonces nadie hubiera apostado dos centavos por la suerte política del joven diputado: la coalición del Frente Amplio lo había desautorizado, sus militantes desertaron en masa y por doquier era denominado como un traidor “amarillo” a la causa popular. Los gamberros de la ultraizquierda sencillamente habían seguido, a su manera, el rumbo de las cosas.

¿Cómo llegamos hasta aquí?

Boric –junto a otras figuras como la comunista Camila Vallejo y el frenteamplista Giorgio Jackson, hoy dos compañeros cercanos– había sido una figura clave del brioso movimiento estudiantil de 2011, cuando los jóvenes universitarios paralizaron al país reclamando el derecho a la educación gratuita. De ahí surgió el Frente Amplio, que en las elecciones de 2017 consiguió elegir una docena de diputados y ganó el 20% de los votos presidenciales.

El 2019 fue un año sorprendente para todos. La crisis del modelo inaugurado tras la derrota política de la dictadura y la apertura democrática en 1990, se había expresado en huelgas, manifestaciones, ocupaciones de escuelas, entre otras acciones que no daban un respiro a la clase política al mando.

La situación comenzó a salirse de control cuando el gobierno decretó un incremento de 30 pesos en el precio del metro, y sus funcionarios salpicaron el panorama con chistes mordaces que expandieron la indignación. Entonces, el 1 de octubre, un grupo de estudiantes secundarios saltó los torniquetes del metro, y su acción de rebeldía caló tanto socialmente que el día 18 Santiago estaba en llamas.

Con los días, aunque algunos actos violentos continuaron, predominó una modalidad de protestas pacíficas que eran regularmente reprimidas por el gobierno, y silenciadas por una prensa derechista interesada en mostrar una imagen de caos cuando en realidad tenía lugar una recomposición.

En noviembre de 2019 la situación era insoportable: ocurría una auténtica crisis donde lo viejo se descomponía pero lo nuevo no nacía. Y fue entonces cuando, contra todas las opiniones, incluyendo la de la propia directiva de su partido, Gabriel Boric impulsó un acuerdo nacional que obligaba a todas las fuerzas políticas firmantes, y al gobierno, a un itinerario constituyente. Fue también entonces cuando los gamberros lo atacaron en la vía pública, muchos de sus amigos lo abandonaron y el partido virtualmente se desmanteló. 

Lo que vino después es conocido: la convocatoria a una nueva constitución (la vigente databa de la época de Pinochet) fue aprobada abrumadoramente en un plebiscito. Para formar la asamblea constituyente se convocó a elecciones que ganó ampliamente la izquierda, pero principalmente los grupos radicales no organizados partidariamente.

Desde principios de 2021 comenzó a moverse el tema de las elecciones generales que deberían celebrarse en noviembre, con una segunda vuelta presidencial en diciembre. La izquierda se organizó en dos grandes bloques. Uno, más moderado, reunió a la vieja concertación de la centroizquierda (cuyas fuerzas principales son el Partido Socialista y la Democracia Cristiana). El otro, más a la izquierda, nutrido por el Partido Comunista y el Frente Amplio. En esta última alianza aparecía como figura dominante un alcalde comunista, Daniel Jadue, que había realizado una meritoria gestión social en su comuna y que figuraba en liza desde 2018.

Hasta mayo de 2021 nadie apostaba por otra figura competitiva en el Frente Amplio. El propio Boric había comenzado una recolección de firmas anémica que, a un par de semanas de la fecha tope, aún no había conseguido ni un tercio de las rúbricas.

Y entonces vino el milagro: una diputada populista y poco atenida a principios éticos comenzó a proferir burlas del Frente Amplio. La respuesta fue enérgica. En dos semanas se completaron las firmas, en otras más se armó un programa y, contra todos los pronósticos, Boric ganó en las primarias al candidato comunista Daniel Jadue, por 20 puntos de ventaja.

Era entonces julio de 2021. En noviembre fueron las elecciones donde obtuvo el 26% de los votos, y hace unos días el 56% frente a un candidato de extrema derecha, misógino, homofóbico y neoliberal. Para conseguir este resultado –la mayor votación en la historia de Chile– no solo logró atraer a toda la izquierda, sino también movilizar un voto progresista que usualmente no concurría a las urnas.

Fue una campaña casa a casa, que evitó los improperios y calumnias del opositor ultraderechista, y se centró en explicar el programa y sus efectos en una población relegada, en un contexto de muy alta desigualdad social. Su discurso cautivó a todos y todas, pero en particular a mujeres y jóvenes. En los municipios más pobres y densos de la capital, sencillamente arrasó con apoyos de hasta un 70%.  Regiones que en noviembre habían votado por la derecha, ahora lo apoyaron.

Una persona fue clave en este giro: una mujer aimara, Izkia Siches. Con su bebé en brazos, recorrió el largo país en un bus, reafirmando aquello que decía Martí que sucedía cuando las causas justas enrolan los corazones de las mujeres. Izkia es una médica que encabezó la oposición a las políticas anticovid del gobierno, en los primeros tiempos en que Chile aparecía como uno de los lugares más afectados del planeta.

¿Viene el comunismo?

Los cubanos residentes en Chile se hicieron visibles en las campañas del candidato ultraderechista, argumentando que Boric era comunista y que terminaría apoyando al gobierno de Díaz Canel. Esta también ha sido la opinión de buena parte de los articulistas, tuiteros, feisbuqueros, etc, que se oponen al gobierno cubano y que generalmente lo hacen desde conocidas posiciones de derecha, aun cuando acostumbran a decir que ya superaron la dicotomía izquierda/derecha. Desafortunadamente el discurso político opositor cubano –dentro y fuera de Cuba– es de un anticomunismo básico propio de la guerra fría.

Aunque Boric inició este periplo encabezando una alianza casi exclusivamente con el Partido Comunista, siempre su programa mantuvo diferencias sustanciales con el que sustentaba el candidato Jadue. Nunca fue un programa anticapitalista (aunque sí anti/neoliberal), acercando su propuesta al modelo europeo, y en particular de los países nórdicos. En términos políticos siempre propugnó el mantenimiento de las fórmulas políticas democrático/liberales, pero acompañándolas con cuotas mayores de descentralización, respeto a la diversidad y la pluralidad, y fórmulas de participación comunitarias y laborales. Incluso cuando se procede a la segunda vuelta, moderó más su programa, para dar entrada a la centroizquierda menos radical, aunque conservando principios básicos de su programa. Debo anotar que cuenta con un equipo técnico de muy alto nivel, y paritario en términos de géneros.

En este contexto, reitero, entraron a coalición –y con seguridad entrarán al gobierno– figuras políticas de la antigua concertación de centroizquierda, a la que ha reiterado llamamientos de cooperación. Y también lo hará el Partido Comunista, lo que merece una breve aclaración.

El PCCH ha sido un socio disciplinado y honorable de las coaliciones políticas en las que ha entrado desde la década del 40. Por muy repugnantes que nos resulten sus apoyos a las dictaduras izquierdistas, como es el caso cubano, nada indica que actuarán de manera diferente a como hicieron cuando la Unidad Popular (1970-1973) o cuando fueron parte de la Nueva Mayoría que encabezó Michel Bachelet (2014-2018).

Respecto a Cuba, Venezuela y Nicaragua, la posición de Boric ha sido directa y clara, y desde hace mucho tiempo: condena absoluta a toda dictadura, no importan sus signos ideológicos. Y en este punto, para concluir, una breve anécdota:

El debate final Boric/Jadue fue justamente el 11 de julio de 2021 y uno de los temas era política exterior. Ante la pregunta inevitable sobre Cuba, Jadue titubeó, Boric fue diáfano: una condena sin fisuras a la dictadura y a Díaz Canel. Todos los analistas coincidieron que fue fatal para Jadue, quien unos días después terminó perdiendo las primarias por unos 20 puntos porcentuales.  Probablemente muchos de los cubanos que se manifestaron ese día nunca conocerán que su valiente acción influyó en esta victoria chilena por la democracia y por la justicia social.

Chile ha ganado el derecho a un futuro mejor. Ahora viene lo más difícil: construirlo.  

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