Lo que Cuba pudo evitarse

Por Ronal Quiñones

HAVANA TIMES – Como casi todo el resto del mundo, Cuba sufre actualmente los embates de la Covid-19, la pandemia de este siglo que se ha llevado por delante a miles de personas y amenaza con llegar al millón de fallecidos.

Sin embargo, a diferencia de la mayoría de las naciones, la Isla pudo haberse evitado estos desagradables momentos, si no fuera por la tozudez, la soberbia y la falta de luz larga de sus dirigentes.

Al ser un archipiélago, el país cuenta en estas circunstancias con una gran ventaja que no posee el 90 por ciento del resto de los estados: no tiene fronteras terrestres. La maldita circunstancia del agua por todas partes, como diría Virgilio Piñera, en este caso jugaría a nuestro favor, porque es mucho más fácil controlar lo que entra por aire o mar que lo que entra por tierra.

No por gusto la gran mayoría de los territorios que todavía no reportan ni un caso son precisamente islas que se ubican en los océanos Índico y Pacífico, que cerraron sus fronteras aéreas para evitar la contaminación.

Eso mismo pudo haber hecho Cuba, y voces desde todas partes del mundo, incluyendo la propia Isla, no faltaron reclamándolo. Hasta se hizo una campaña en redes sociales para intentar convencer a las autoridades, pero como es habitual, en esas instancias recibió oídos sordos.

“Somos diferentes, tenemos el mejor Sistema de Salud del mundo”, etc, eran las consignas que se repetían una y otra vez cuando se hablaba de cerrar fronteras. También se atrincheraron cuando se habló de cerrar escuelas. “En Cuba nunca se han suspendido las clases”, algo así rezaba un titular de prensa por esos días. Soberbia a diestra y siniestra.

Los que tienen la sartén por el mango, como se dice en buen cubano, sostenían que bloquear las entradas y salidas aéreas era un suicidio económico porque, no les falta razón en eso, para este país es vital el aporte del turismo.

Sin embargo, debieron sentarse con más calma con economistas y personal de Salud para calcular realmente cuánto se ganaba y cuánto se perdía.

Según se supo días más tarde, cuando ya fue inevitable tomar la drástica medida, en Cuba había 30 mil turistas, distribuidos en instalaciones del Estado y particulares.

Pensando en alza, digamos que cada uno se gastaría en Cuba mil dólares (ahí estoy contando incluso a los niños), lo cual daría 30 millones de dólares que dejaba el país de ingresar. No sumo los que entrarían más tarde, porque como se comprobó, el mundo entero está cerrado y ya no hay turismo alguno.

Sin disponibilidad en el mercado nacional, costureras cubanas fabrican nasobucos para vender y regalar.

O sea, estamos hablando de 30 millones de dólares que Cuba dejaba de recibir en ese momento, si hubiera cerrado sus terminales aéreas. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que desde esa fecha (24 de marzo) hasta ahora se ha gastado mucho más.

Cada kit de detección de la Covid-19 cuesta un dólar (pongamos el precio de costo más irrisorio), cada paciente ingresado en un centro de aislamiento o en un hospital por la enfermedad gasta diariamente cerca de 10 dólares (igual por lo bajo), cada trabajador que está en su casa sin aportar al Estado cuesta 30 dólares al mes (según el salario promedio de 700 pesos cubanos), los millones de cubanos que están en sus hogares están consumiendo electricidad por otros 10 dólares mensuales, como promedio, por demás insostenible para el Sistema Electroenergético Nacional a largo plazo.

Solamente con estos números, ya nos pasamos de los 30 millones de dólares que supuestamente Cuba ingresó por haber postergado el cierre de sus fronteras. Pero a esto hay que sumar la adquisición de equipos y reactivos para las pruebas (encarecidos por el bloqueo), los millones de litros de gasolina en ambulancias, repartidores de comida a domicilio estatales y transporte de trabajadores, las pérdidas por el cambio de objeto social de muchos centros laborales que ahora confeccionan nasobucos o simplemente están cerrados, y toda la logística que acompaña a un paciente de tan alto riesgo.

Si todo fuera simplemente así, nos quedaríamos en economía pura, y habría pérdidas, claro está, pero nada que no suceda en otras partes del mundo.

Sin embargo, están las pérdidas irreparables, que son las vidas humanas, y ya llevamos más de 30. Es verdad que son cifras pequeñas comparadas con otros países, pero la vida de un solo cubano vale mucho más que cualquier dólar que se pretendió asegurar con el mantenimiento del turismo.

Quienes se aferraron más a las doctrinas que a la realidad cruda y palpable que le enseñaba tristemente el resto del planeta pusieron en riesgo a 11 millones de personas, una población por demás envejecida, principal caldo de cultivo para la mortal enfermedad.

Lo ideal hubiera sido que nunca hubiera entrado el virus a Cuba, y la oportunidad de evitarlo estuvo, pero se dejó pasar. Ahora, solo nos toca rezar porque aparezca lo más pronto posible la vacuna, porque con su alto grado de contagio y la falta de percepción de riesgo en muchos sectores de la población cubana, parece que a todos nos va a llegar nuestro momento, de una manera o de otra. Ojalá me equivoque.

One thought on “Lo que Cuba pudo evitarse

  • Cerrar a tiempo, quien podría determinar cuando, lo que para uno es bien para otro es malo, digamos que se demoraron que esperaron a que la epidemia apareciera en el país, eso es malo, cerrar completo hubiera sido lo mejor, y no dejar entrar a nadie al país, porque no nos concentramos en lo que hay que hacer en estos momentos, esta, es irreversible, porque no cumplir las medidas sanitarias, todos vivimos al día, tenemos que hacer cola, hagámosla bien, y con el nasobuco, respetemos la vida de los demás.

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