La legitimidad de las leyes
HAVANA TIMES, 19 agosto — En medio de la crisis de los años 90, conocí un camarógrafo de la TV cubana que recorría 20 Km en bicicleta desde su casa hasta Santiago de las Vegas para comprar leche, vendía una parte a sus vecinos y con la ganancia costeaba la de sus 2 hijas pequeñas.
El negocio era muy difícil, a veces la leche llegaba cortada y en más de una ocasión le fue decomisada por la policía. Según las autoridades estaba realizando una “actividad económica ilícita” por lo que tenía que quedar agradecido de no ser multado además.
El hombre sabía que no le ponían la multa para no informar del decomiso, al fin y al cabo también los hijos de los policías toman leche. Eran años muy difíciles, nadie escapaba de los efectos de la crisis y todos tenían que “mancharse” de una u otra forma.
Recordé del caso leyendo un artículo en Juventud Rebelde sobre la legalidad y la legitimidad, donde se aborda uno de los temas sociales más delicados, el hecho de que los ciudadanos se vean forzados a delinquir para satisfacer sus necesidades básicas.
El periodista es muy cuidadoso, sabe que está entrando en un terreno de arenas movedizas, pero tiene el valor de hacerlo y explicar que los cubanos llevan dos vidas paralelas y contradictorias, una honesta y pública y otra privada y opuesta a los valores promulgados socialmente.
Casi todo el mundo se siente obligado de delinquir
La escasez de productos, la falta de servicios, los altísimos precios y los bajos salarios obligan a todos los que viven en Cuba a delinquir. Aún teniendo dinero a veces la única forma de comprar el producto es acudiendo al mercado negro.
El cubano que pretenda tener internet en su casa sólo podrá acceder a una cuenta clandestina, la única forma de reponer el cristal de una ventana es pagándole a alguien para que se lo robe y legalmente es imposible comprar una simple tabla de madera.
No existen talleres del Estado donde un ciudadano pueda realizar una sencilla soldadura, hay que recurrir a un particular, a sabiendas de que el oxígeno y el acetileno es robado porque nos consta que en ninguna parte se venden esos balones.
No hace mucho fui a buscar una llave de agua a una ferretería de divisas, la misma dependienta me dice que no tienen y me recomienda que hable con los vendedores que hay fuera de la tienda, que “ellos seguramente si la pueden resolver.”
La represión de estos “delitos” ha sido hasta ahora inútil, se crearon empresas de seguridad y el resultado es que los guardias se sumaron al robo. A uno de ellos, del Ministerio del Transporte, le piden 8 años de cárcel por robarse la alcancía del autobús con US$18.
Los bajos salarios empujan al ciudadano a la delincuencia. Ningún empleado estatal con vehículo propio tiene dinero suficiente como para comprar legalmente las llantas y las piezas de repuesto, a pesar de lo cual “milagrosamente” todos continúan circulando.
En general la prensa nacional simplifica el fenómeno, tipificándolo de “corrupción por falta de conciencia revolucionaria.” Lo irónico es que esos periodistas después se ven obligados a hacer las mismas “evoluciones” que el resto de sus compatriotas.
Sin embargo, este artículo de Juventud Rebelde me sorprendió por su realismo, comienza diciendo que cualquier cubano puede verse obligado a violar las leyes vigentes porque “el instinto de conservación es más fuerte que cualquier otra motivación.”
Justamente, el meollo del asunto es que nadie respetará las leyes mientras éstas le impidan al ciudadano satisfacer sus necesidades básicas. Y es seguro que resultará más fácil adaptar el sistema legal a la realidad del país que hacer la operación contraria.
Un ejemplo positivo son los cambios legales de cara a ampliar el trabajo por cuenta propia y permitir la pequeña empresa privada, algo imprescindible cuando el Estado planea 1 millón de despidos. Y si el “modelo” sufre, pues que sufra, quien no debe sufrir es la gente.
Es que las leyes no están bien escritas cuando acusan de “actividades económicas ilícitas” a un hombre que pedalea 40 Km en busca de leche para sus hijas. Lo que aquel padre hacía puede ser aún hoy ilegal, pero siempre y en cualquier país del mundo será un acto legítimo.
Publicado con la autorización de BBC Mundo