Humberto Belli: Frenar a Ortega o viene peor

“No van a intimidar a la iglesia con esos ataques”, dice Belli, y aboga por llevar la resistencia cívica de la oposición a un nivel de mayor organización

Por Carlos F. Chamorro  (Confidencial)

HAVANA TIMES – El exministro de Educación Humberto Belli, uno de los principales críticos del gobierno revolucionario por la represión contra la iglesia católica en los años ochenta, reacciona con desconcierto ante la oleada de ataques contra los templos católicos y los obispos, lanzada por el régimen que encabezan Daniel Ortega y Rosario Murillo.

“No van a intimidar a la Iglesia con esos ataques”, afima Belli, y considera que “si son racionales”, deberían replegarse ante el repudio nacional a internacional, pero de inmediato advierte que existe en el sandinismo existe “una carga de odio extraordinaria”, fomentada por Ortega y Murillo, de manera que aún cuando el Gobierno quiera frenar, va a ser difícil que espontáneamente muchos de sus seguidores no sigan agrediendo a la Iglesia.

Así iniciamos una conversación, en el programa televisivo Esta Semana, en la que Belli habló ampliamente sobre la resistencia cívica contra el régimen de Ortega, y los dilemas que enfrenta el país para lograr una reforma política y una salida electoral, que Ortega no está dispuesto a ceder.

Los obispos han denunciado una nueva oleada de ataques contra la Iglesia católica. ¿Qué persigue el régimen al fomentar esta violencia, y qué efecto estaría teniendo en la sociedad? ¿Ganan o pierden, Ortega y Murillo?

Para mí es desconcertante que estén haciendo esto porque desde el punto de vista más objetivo, esta campaña contra la Iglesia implica le implica un costo político alto al Gobierno, están haciendo algo estúpido, porque están hiriendo un sentimiento católico, el sentimiento cristiano de una población que toma muy a pecho este tipo de agresiones, y no veo lo que logran.  No van a intimidar a la Iglesia con estos ataques, lo que van hacer es a arrechar a la gente y unificar más a la Iglesia y a los feligreses en contra del Gobierno.

No sé quién los aconseja, pero son, desde el punto de vista de costo-beneficio político, lo que están haciendo es serrucharse el piso.

¿Qué viene después? ¿Más tensión? ¿Más ataques contra la Iglesia? ¿O consideras que el régimen podría replegar ante el repudio nacional e internacional que esto ha generado?

Si son racionales, se deberían de replegar. Un problema que hay en el sandinismo, lo he percibido en Nicaragua, y en ciertos encuentros con las turbas, es que hay una carga de odio extraordinaria entre las filas sandinistas, hay muchos fanáticos. Una vez que me arrestaron, en una de las manifestaciones, pasó una camioneta, mientras nos veía que íbamos en el carro policial, un hombre tirandonos insultos, pero la mirada de odio me dejó impresionadísimo; y Rosario Murillo y Ortega fomentan el odio, consciente o inconscientemente, estereotipando a la oposición. 

Entonces, hay mucho sandinista que anda suelto, mucho orteguista, que incluso pueden actuar por su propia cuenta, sabiendo, por un lado, que van a quedar impunes, y que están haciendo algo que, espiritualmente,va en la línea de la del comandante. Entonces puede ser que, aun cuando el Gobierno quiera frenar, espontáneamente muchos de sus seguidores sigan agrediendo la Iglesia.

La oposición y la resistencia pacífica

Las últimas encuestas han confirmado que el régimen se encuentra en su punto histórico de mayor debilidad política, que ha sido agravado por la negligencia con que han manejado la crisis sanitaria. Sin embargo, por el otro lado, también se percibe una especie de impasse en la lucha cívica: unos dicen que ese es el resultado del estado policial; otros que  es parte de la crisis política interna de la oposición que está enfrascada en sus luchas internas. ¿Cómo se rompe ese impase?

Yo creo que hay un impase.  Sospecho que hay mucha energía volcada en negociar la unidad y prepararse para el desafío electoral. Creo que le hace falta mucho, a la oposición, organizarse en forma de activistas de la resistencia pacífica, es decir, una oposición que planea golpes cívicos por aquí, por allá, que tiene todo un plan, una estrategia, donde participan muchísimas fuerzas al mismo tiempo.

Esto no lo estoy viendo, y hace muchísima falta. Si vamos a promover la resistencia pacífica va a ser muy necesario que haya una especie de Estado Mayor que coordine todas estas acciones, y que esté planeando cómo desestabilizar al régimen, como hacer campañas de no pagar impuestos, como hacer plantones por aquí, por allá, hasta volverlo loco.

Pero sí, hay un impase, como que están preocupados de otro tipo de cosas, pero no de la lucha callejera, de la lucha tipo Gandhi, de la lucha orientada a debilitar al régimen dándole golpes cívicos de distinta naturaleza.

La lucha no violenta implica también momentos de tensión, de desestabilización social. ¿Qué incentivos pueden tener los jóvenes que han sido reprimidos, los profesionales, los mismos empresarios, para apoyar una nueva ola de protesta cívica, en un momento en que el régimen se encuentra en su mayor debilidad, pero mantiene el control de la represión?

Uno de los incentivos es que si no hacemos nada, lo que viene va a ser peor: este país va a seguir entrando en una depresión; en una delincuencia escalada; en una emigración masiva; se van a ir los capitales, nada de inversión; o sea, es también nuestra sobrevivencia como nación, nuestra paz de ciudadanos que queremos vivir en una Nicaragua alegre, tranquila; criar a nuestros hijos y a nuestros nietos, eso está en juego.

Si Ortega continúa ahí y no lo paramos, va a terminar desbaratando el país como lo terminó de desbaratar Chávez y Maduro en Venezuela. El panorama con Ortega es negro, y eso nos debería de dar un incentivo para luchar con todas nuestras fuerzas, porque es la única forma de salvar a Nicaragua, si no Nicaragua se va ir hundiendo más.

Vale la pena cualquier sacrificio, incluso arriesgar una empresa, una campaña masiva de no pagar impuestos, hay que estudiarlo muy bien. El problema con estas medidas es que requieren mucha participación, si son diez, veinte los que dejan de pagar impuestos, los masacran,  pero si es masivo, es imposible que el Gobierno logre reprimir masivamente.

La salida electoral que Ortega no cede

Si la salida política es no violenta, y es salida electoral, y por lo tanto pasa por una reforma política ¿cómo se llega a esta reforma electoral si Ortega no quiere ceder? Es decir, ¿se puede lograr en frío, como resultado de la presión internacional? ¿O debería ser el resultado de esa resistencia que has mencionado? ¿Qué es primero: la casilla electoral, la reforma electoral, o la resistencia cívica?

Yo creo que deberían de ir acompañadas de la mano.  La prioridad en este momento debe ser que toda presión vaya orientada a obligar a Ortega a dar elecciones libres, un tema sobre el cual yo he sido muy escéptico.

Creo que el momento de una mayor resistencia cívica, posiblemente ocurra cuando se cierren totalmente las puertas electorales. Ahorita, entiendo que la oposición está muy obsesionada y preocupada con la unidad, que es un tema muy complejo.  Muy  difícil conciliar tantos grupos chiquitos con diferentes intereses, pensamientos, hay tanta subjetividad, ¿qué peso debo tener yo? ¿Qué peso debe tener el otro? y tienen que lograr una unidad, o por lo menos tener un frente opositor, que no aglutine a toda la oposición, pero quizás la parte más vigorosa que despierte la esperanza en la población. Yo creo que esta es la tarea estratégica primera, crear ese frente lo más pronto posible.

Entonces, hay que prepararse para los dos escenarios:  el escenario de las elecciones limpias, que es el menos probable; hay que prepararse para el escenario de las elecciones fraudulentas, donde tenés la opción, o no participar, lo cual le veo bastante peligro; o participar, el cual también alguna gente lo considera como una forma de legitimar las elecciones, pero que podría ser eficaz si es masivo, y si se logra monitorear con los fiscales, con 30,000 personas bien entrenadas, 12 000 fiscales y otros 20 000 más de apoyo, que puedan monitorear la ocurrencia en cada Junta Receptora de Votos, al Gobierno se le pondría en un gran aprieto.

Pero esos dos escenarios ocurrirían si se llegan a dar elecciones dentro de más de un año; mientras  tanto, vivimos en un estado policial, y volvemos al tema anterior, ¿la resistencia cívica puede generar presión para levantar el estado policial, para a partir e ahí demandar una reforma política?

Es posible, porque si el Gobierno se va a ver en el dilema de que si él llama a elecciones, con la voluntad de robárselas, pero llama a elecciones, y hay una fuerza opositora bastante cohesionada que participa, esta fuerza opositora va a tener que montar mitines, marchas en distintos lugares, y si  el Gobierno le cae encima y no lo permite, pues está, ante la comunidad internacional y el mundo entero, flagrantemente violando los elementos de una elección libre, entonces se le va a poner en un apuro también al Gobierno. Entonces, hay que aprovechar esa coyuntura.

Volvamos a liderazgo moral de la Iglesia católica, que sin duda es la institución más creíble del país ¿Cómo ves el papel de ese liderazgo moral en este proceso de la restitución de la democracia en el país?

Ellos siempre han sido una voz muy escuchada; es una pena para Nicaragua que estemos sin el aporte de monseñor Silvio Báez, que tiene un gran arrastre entre la población. Menos mal, tenemos otros obispos muy activos. La posición que ellos tomen en ciertos temas políticos va a ser de tremenda importancia; por ejemplo, si la Conferencia Episcopal fuera a pronunciarse en contra de la participación o a favor de la abstención, eso tendría un enorme peso; y si hacen lo contrario, también.

Es decir, van a tener que jugar con mucho tino, con mucho cuidado, porque no se puede negar, ellos tienen mucho peso, y el frente opositor que se establezca va a querer tener la bendición de la Iglesia católica.

¿Cómo ves el futuro pos-Ortega? Bajo la premisa de que Nicaragua a salir de esta dictadura, en un parto seguramente doloroso, y enfrentará enormes desafíos de reconstrucción. El tema de la justicia y la impunidad, por ejemplo en la reconstrucción de Nicaragua?

Es sumamente complejo, por lo siguiente: lo ideal y lo justo es que se castiguen los crímenes de lesa humanidad;  que se devuelva lo robado;  que haya justicia para las víctimas.  Eso es lo que clama el pueblo, eso lo que quiere la justicia, es todo nuestro instinto.

Ahora bien, si esa demanda está ahí, sobre la mesa, y vamos a quererla ejercer, entonces Ortega se va atrincherar más en su posición. Creo que lo dijo monseñor Silvio Báez, ellos no se van a suicidar políticamente, él no va a exponerse a ser perseguido y a perder su fortuna en unas elecciones donde pueda perder el poder; la única posibilidad de que él pudiera abrirse a un proceso electoral limpio, y perder el poder, es si tuviera garantía de que va a conservar su seguridad y, por lo menos gran parte de su capital, y esa garantía solamente se la podrían dar renunciando a la búsqueda de la justicia. Entonces tenemos ese gran dilema, entre cierto pragmatismo y ciertos valores.

¿Hacia dónde se inclina la balanza?

Yo creo que se inclina por el no ofrecer escalera de oro, porque político que lo proponga, se quema, ese es otro problema. Podrá ser una medida, desde el punto de vista pragmático, inteligente, incluso, quizás necesaria. Hay quienes dicen: es preferible que no se le pueda perseguir a los criminales si eso va a traer la paz a Nicaragua, que seguir enfrascados en una situación de más muertes y de más dolor, y de sufrimiento indefinido. Entonces, hay que sopesar bien las cosas. Ese es un tema sumamente complejo.