Francisco Aguirre habla de sus interrogatorios en El Chipote
donde dio hasta “clases de economía”
El exreo político afirma que las condenas espurias y la crisis en el Poder Judicial revelan que Rosario Murillo es la “verdadera mandamás” de Nicaragua
HAVANA TIMES – El expreso político y excanciller Francisco Aguirre Sacasa, de 79 años, todavía se pregunta cuál fue el detonante que derivo en su arresto y a que lo tuvieron por más de año y medio encarcelado. Ni siquiera los mismo interrogadores de El Chipote creían que, a sus años, estuviera involucrado en alguna actividad en contra de los dictadores Daniel Ortega y Rosario Murillo.
“Con el pasar del tiempo, el número de entrevistas o de interrogatorios empezó a bajar y muchas veces tenía muy poco que ver con temas relacionados a mis supuestas actividades de rebelión”, recuerda el excanciller, quien fue desterrado y desnacionalizado el pasado 9 de febrero.
Al menos, en su caso, tuvo compañía en la celda y en algunos interrogatorios se dedicó a dar clases de economía. “Había una (policía) chavala, que noté que tenía una cierta curiosidad por temas económicos. Por ahí le agarraba a ella en sus preguntas y, entonces, yo me dedicaba a darle clase de economía”.
Para Aguirre, los encarcelamientos y condenas injustas eran una muestra de que el sistema judicial de Nicaragua ya era inoperante. Quien ordenaba desde entonces era la vicepresidenta y primera dama, Rosario Murillo. Por lo tanto, la crisis administrativa que se vive ahorita en la Corte Suprema de Justicia, que ha dejado más de 900 despidos, no debe verse como “un golpe a la democracia o al Estado de Derecho” porque ese ya no existe.
En entrevista con el programa Esta Noche, Aguirre Sacasa —quien también fue expropiado de sus bienes— analizó las tensiones entre Nicaragua y Estados Unidos al facilitar la migración irregular y las alianzas con países con “relaciones problemáticas” como Rusia y China.
Fue condenado por la dictadura por supuesta traición a la patria y permaneció bajo prisión en El Chipote un año y siete meses, antes de ser desterrado a EE. UU. ¿Cómo ocurrió su arresto y por qué lo apresaron?
Unos seis meses antes del arresto del 21 de julio de 2021, que me detuvieron en la frontera de Costa Rica, me acusaron de haber participado en la compra de una campana robada. No supe interpretar lo que estaba pasando en ese momento; en ese caso en particular, sólo pasé dos días en El Chipote. Eso debió haberme alertado de que, de alguna manera u otra, estaba en la mira del Gobierno. Pero honestamente, para mí no era obvio por qué estuviera en la mira, porque yo no estaba metido en la política. Había renunciado a mi vida partidaria (hacia) más de un año y medio. Antes de eso (el arresto) no era candidato para diputado, ni para presidente, ni para vicepresidente y ya no estaba militando en ningún partido político. Para mí, sigue siendo un enigma este deseo de ellos de encarcelarme.
El segundo arresto ocurrió cuando estábamos viajando mi esposa y yo a Liberia, Costa Rica, para tomar un vuelo en Delta, que en ese entonces dejó de viajar a Nicaragua. Yo era un viajero frecuente de Delta. Cuando llegamos a la frontera, lo primero que hicieron fue quitarme mi pasaporte. Me tuvieron ahí una hora en la parte de Migración de Nicaragua y aunque le dieron permiso a mi esposa de continuar hacia Liberia, en mi caso, dijeron que tenía que ir a Managua a arreglar mi situación jurídica.
Yo les dije “no tengo ninguna situación jurídica”. Entonces, salimos en nuestro carro de vuelta a Managua y al poquito (tiempo) nos dimos cuenta que nos estaban persiguiendo tres o cuatro en la camioneta de la Policía. Anduvimos corriendo hacia el norte a una velocidad de más de 100 kilómetros por hora, hasta que llegamos al puente de Ochomogo, ahí me agarraron.
Tuve a duras penas unos segundos para despedirme de mi esposa y me llevaron en una de esas (camionetas) pick up hasta El Chipote. En esa ocasión, me metieron en una celda donde ya había una persona, que se convirtió en un gran amigo mío: Pedro Mena. Él estaba ahí, un líder campesino y lo tuve de compañía. Un año después se sumó a nuestro grupo Juan Lorenzo Hollman; entonces, poco a poco se fue nutriendo la celda con diferentes compañeros (presos políticos). Había, por lo menos, con quien platicar, porque la soledad en la cárcel es una cosa muy difícil, muy problemática.
¿Cómo describiría esos días en El Chipote? ¿Sobre qué lo interrogaron?
Las interrogaciones eran de amateurs. En algunos casos eran muy obvio, pues me preguntaban por qué yo me oponía al Gobierno y les decía —explícame vos, por qué respaldás al Gobierno. Yo terminaba, en otras palabras, devolviéndole la bola a ellos, haciendo las preguntas a ellos (los interrogadores de El Chipote). Ya al final ellos estaban como haciendo la mueca de la entrevista.
A veces me entrevistaron hasta tres veces al día, pero con el pasar del tiempo, el número de entrevistas o de interrogatorios empezó a bajar: una al día y muchas veces tenía muy poco, pero muy poco que ver con temas relacionados a mis supuestas actividades de rebelión o de intento de derrocar el Gobierno. Es más, yo creo que ninguna de esas personas que me entrevistaron creían que yo estaba metido en ninguna actividad política, pero ellos estaban haciendo la mueca de interrogarme.
Había una (policía) chavala, que noté que tenía una cierta curiosidad por temas económicos. Por ahí le agarraba a ella en sus preguntas y, entonces, yo me dedicaba a darle clase de economía. Me acuerdo que después de siete u ocho entrevistas yo le decía: “Bueno, ahora usted ya tiene su doctorado en economía”, después de hacerle ciertas preguntas sobre lo que eran tasas de interés, inflación, déficit fiscal, etcétera. Ella feliz de la vida.
¿Qué ocurrió con el simulacro de juicio? ¿Qué pruebas presentaron y por qué lo condenaron?
La condena era por supuestamente haber tratado de menoscabar la soberanía nacional. Y de repente apareció una policía —que fue la única persona interrogada por el juez— con una pistola beretta que yo tenía en mi casa. Ella entregó la pistola y mi abogado le preguntó que qué tenía que ver mi beretta con “mi actividad para tratar de derrocar al Gobierno”. La pobrecita no estaba preparada para ninguna pregunta por parte del abogado, entonces dijo que nada tenía que ver la beretta con la acusación. Al ratito el juez me condenó y me sentenciaron a ocho años de cárcel. Así fue la cosa, una farsa total y completa.
Me mandaron a mi casa por miedo a que falleciera
Usted fue enviado temporalmente a casa por cárcel, pero luego lo devolvieron al Chipote. ¿Qué pasó en ese tiempo?
A mí me mandaron a mi casa porque estaban preocupados. Después de la muerte del general (Hugo) Torres, ellos temían que yo, quien era el mayor o el segundo mayor de todos los presos políticos, muriera allí y que las críticas, que ya existían a nivel nacional e internacional, se duplicarán por haber perdido otro reo político.
¿Por qué lo regresaron a la cárcel?
Yo cometí el error de conseguir un celular y me ponía en un cuarto en donde tenía la cortina abierta. Ellos se dieron cuenta que tenía el celular encendido, porque una noche vieron la luz que emite el teléfono. Ese fue el pretexto que utilizaron para mandarme de vuelta (al Chipote), aunque ya lo estaban haciendo otros presos políticos como José Adán Aguerri, que también lo mandaron a casa por cárcel y lo regresaron al Chipote.
¿Qué impacto ha tenido este capítulo en su salud y en su vida?
Para mí fue un período de mucha meditación, una experiencia que jamás pensé tener. Yo había hecho muchas cosas interesantes, raras en la vida. He tenido la oportunidad de viajar mucho en el mundo, tanto con el Banco Mundial y como canciller de Nicaragua, pero nunca se me ocurrió que iba a estar en El Chipote, después de tratar de ejercer mi derecho de viajar a Costa Rica para hacerme una operación de la cadera.
Ese era el motivo de mi viaje a Costa Rica, para viajar a Washington. Tenía una cita allá para una operación porque me dolía mucho la cadera. Ese dolor de cadera fue un problema muy serio para mí durante el tiempo que estuve en la cárcel.
Rosario Murillo es la “mandamás” de Nicaragua
¿Qué repercusión ha tenido en el país y en las relaciones entre el régimen de Ortega y Estados Unidos la excarcelación de los 222 presos políticos?
Yo creo que en su momento eso era un tema muy importante para los norteamericanos. Yo no tenía manera de poder palpar eso porque no tenía acceso fácil a la comunicación. Pero una de las cosas que uno hace en la cárcel, es especular mucho. En el momento en que no había policías en los pasillos, hablábamos entre nosotros y recuerdo haberles asegurado a varios de ellos (los presos políticos) que yo pensaba, sobre todo por comunicaciones que yo había tenido mientras estaba en mi casa, de qué íbamos a salir. Lo que nunca se me ocurrió es que iba a ser una salida tan masiva.
La dictadura ha cerrado el espacio cívico, ha radicalizado la represión y el control sobre el país, incluso dentro de sus propias filas del FSLN y contra los servidores públicos. ¿Ese es un signo de fortaleza o de debilidad del régimen?
Visto desde afuera es una muestra de debilidad, pero haciendo un estudio más profesional, realmente te lleva a hacer preguntas muy de fondo. Por ejemplo, lo que está pasando ahorita en el llamado sistema judicial. En realidad el sistema judicial de Nicaragua ya no está operante. Te acabo de comentar cómo fue llevado mí caso y estoy seguro que la verdadera “mandamás” de Nicaragua es Rosario Murillo, que ya había decidido mi condena. Ella es la que estaba tomando decisiones y ese juez o esos jueces con quien yo tuve contacto, no tenían ninguna independencia.
O sea que lo que está pasando en el Poder Judicial nicaragüense no afecta en absolutamente nada a la Justicia en Nicaragua, porque desde antes, políticamente, el sistema judicial nicaragüense estaba totalmente dañado. Que se están peleando entre ellos, que necesitan darle salarios a personas tal vez más jóvenes o más incondicionales. Eso es típico en la política nicaragüense. Pero no debemos de lamentar o ver esto como un golpe hacia la democracia y hacia el Estado de derecho en Nicaragua, porque desde hace mucho tiempo no existe en el país.
Migrantes y la alianza con China y Rusia
En los últimos meses, Ortega ha promovido la migración irregular de Nicaragua a Estados Unidos de haitiano, cubano, africanos y asiáticos. ¿Qué impacto tiene eso en la relación de Ortega con la Administración de Joe Biden?
Es un grave error. Está poniéndole el dedo a una llaga política norteamericana, que es la inmigración ilegal. Entonces, aquí de repente estamos viendo un gran número de migrantes ilegales que se están presentando en la frontera sur de los Estados Unidos desde Nicaragua, que antes no había sido una de las más importante fuente de migrantes ilegales.
Esta gente (los migrantes) saben que tienen una puerta abierta en Nicaragua, siempre y cuánto estén dispuestos a pagar por ese derecho. Daniel Ortega, por ganarse unos cientos de dólares, está abriendo un flanco adicional en un tema súper sensible como es la migración irregular en los Estados Unidos. El año entrante va a ser un año electoral en los Estados Unidos. Ese tema de la migración ilegal va a ser uno de los dos o tres más importante. Y el hecho es que Nicaragua será vista en los Estados Unidos no sólo como una dictadura corrupta y dinástica, sino como un camino que facilita la llegada de inmigrantes ilegales.
Ortega también ha impulsado el fortalecimiento de sus alianzas con Rusia, Irán y China. ¿Qué repercusiones tienen esas alianzas políticas?
No nos sorprende. Esa es la trilogía que tienen otros países que son claramente vistos por los Estados Unidos como enemigos o países cuyas relaciones son problemáticas. En el caso de Rusia por la invasión de Ucrania. El caso de China es bien especial y da la casualidad que este 15 de noviembre de 2023 se están reuniendo en San Francisco, el presidente Biden con el jefe de Estado chino, el señor Xi Jinping. Eso demuestra una relación muy especial y diferente a la que tienen los Estados Unidos con Rusia, por ejemplo.
El Gobierno de Nicaragua ha escogido a tres países que son mal vistos para los Estados Unidos y que, en el fondo, alimentan a aquellos norteamericanos que creen que las sanciones para con Nicaragua deberían de incrementarse.
La única sanción que tiene “dientes financieros” que le han dado los norteamericanos a Nicaragua es quitarle el acceso a la cuota azucarera. Esta resultó quitarle seis millones de dólares de entrada al sector azucarero nicaragüense. Esa es la única sanción que tiene diente económico, hasta el momento. ¿Qué más pueden hacer los norteamericanos? Lo más fácil es cortar totalmente el acceso a Nicaragua al Fondo Monetario, al Banco Mundial y al Banco Interamericano de Desarrollo, y al cortar los vínculos con esas tres instituciones financieras internacionales, Nicaragua sí se encontraría en una situación económica mucho más delicada de la que tiene ahorita. Los Estados Unidos podría cerrar esa llave rápidamente si tuviera la voluntad de hacerlo.