Fito Páez: “mi único patrimonio es la libertad”

Fito Páez. Fotograma: Alejandro Ulloa

Por Yenys Laura Prieto (El Toque)

HAVANA TIMES – Son las 12 del mediodía del 10 de julio de 2023. La Gran Vía de Madrid es una boca desenfrenada que engulle los cuerpos calientes, a 38 grados bajo el sol. Sobre el asfalto, hay una ciudad hecha de exilios y jirones cada vez más visibles. Fito Páez sabe de esas fracturas, las ha visto en una parte del público de su actual gira por España. Con él ha compartido la celebración por los 30 años de El amor después del amor, un álbum que puede escucharse como un exorcismo, un gemido, una liberación.

Si le preguntamos a Fito Páez sobre la diáspora latinoamericana en Europa dirá que “toda diáspora lleva tristeza porque representa el alejamiento del terruño”. Sostendrá también que hay “algo allí que debe ser reparado”. Así comienza esta conversación que ocurre a pocas horas de un concierto en Barcelona. Pero ahora estamos en Madrid, en un céntrico hotel donde el músico argentino Rodolfo (Fito) Páez nos espera para hablar sobre Cuba; las ideologías y los lenguajes; la censura y el vértigo; la memoria y la persistencia de la vanidad. 

“La diáspora latinoamericana surge básicamente de un conflicto económico. Pero hay que decirlo, encontramos motivos ideológicos porque, por ejemplo, también en Argentina hay cuestiones ideológicas en juego. En el caso de Cuba, la gente que se adhiere al régimen será también parte del dolor de la gente que se va. Igual yo no veo que las cosas sean tan sencillas”, afirma Fito. 

Ante ese conflicto asegura que “algo altamente preocupante es cómo las dirigencias políticas de Latinoamérica no logran abrir la puerta a las nuevas generaciones y la gente más joven no logra ponerse en dos patas ante gente mayor que no está entendiendo la velocidad a la que va el mundo”. En un contexto así, la música de Fito deviene territorio de encuentro para quienes padecen distintos desarraigos. “Sé que vengo con la cinta de scotch a pegar y a juntar. Y me hace muy bien, por un lado, pero por el otro lado, no. La gente tiene que estar en su país”.

Lo próximo que nos cuenta tiene que ver con el documental realizado por Juan Pin Vilar, La Habana de Fito; la importancia de relativizar todas las narrativas —especialmente las del poder autoritario— y los aprendizajes que adquirió de Rashomon, el filme de Kurosawa, en el que hay varios puntos de vista sobre un mismo hecho. Así continúa el diálogo con el músico argentino de 60 años que reniega de los adjetivos altisonantes y de palabras como “límite”, “ícono” y “audacia” porque “en el mundo del “artisteo” esas palabras están muy travestidas”. 

La burocracia cubana no es Cuba. Cuba no es un burócrata

Mientras el tour “El amor 30 años después del amor” transcurre en España; al otro lado del océano, en La Habana, las palabras de Fito remueven la costra anquilosada del aparato institucional cubano, que reacciona ante un documental en el que se entrevista al músico rosarino. La ciudad, como telón de fondo, invita a Fito a desnudar memorias, sitios y personas que definen su relación con la Isla y su historia más reciente. Un acto de censura y una exhibición no autorizada del documental realizado por Juan Pin (estaba todavía en edición) movilizan a gran parte del gremio de cineastas y realizadores cubanos en defensa del derecho de creación y de la libertad de expresión. 

Fito revela que tuvo en sus manos el primer corte del documental. Lo revisó. Le pareció que faltaban cosas. Sugirió cambios. Vilar los realizó. Se incluyeron nuevos testimonios y materiales de archivo. Con la entrevista a Pablo Milanés y a otros artistas lograron presentar “una visión más amplia”, asevera el músico argentino.

“Vi el documental, me gustó el último corte. También estuve al tanto de lo que sucedió primero con la suspensión de los tres filmes programados en el espacio de arte escénico El Ciervo Encantado. Ahí comienza a haber un poquito de ruido, ¿no? sin ninguna explicación aparente, que es como parece que funcionan las cosas en Cuba, lamentablemente. A estas alturas, estar explicando que las cosas no son de una sola manera parece, por lo menos, paleolítico o medieval. Hay gente que todavía sigue atorada en este tipo de cuestiones”. 

Según refiere Fito: “El arrebato fue inmediatamente después de una charla que tuvimos con un viceministro de Cultura. Mi mánager habló con él porque yo estaba recuperándome de una operación en el brazo”. En ese intercambio, el mánager fue informado sobre una legislación “por la cual no se pueden decir cosas en contra del régimen”. Aunque Fito no precisa de cuál ley se trata, varios artículos del nuevo Código Penal pueden ser utilizados con ese objetivo, entre ellos el 120 (limita derechos constitucionales en favor del “normal funcionamiento del Estado y del Gobierno”) y el 266 (referido a la regulación de contenidos publicados en redes sociales y medios de comunicación).

“Mi mánager le dice muy coherentemente cuando avanza esa charla de querer hacerme tocar en La Habana: Mirá, en estas condiciones, con esta ley que está allí rigiendo ahora, cómo vas a invitar a Fito a que vaya”. Finalmente decidió no aceptar.

Después de ese suceso, se realizó la exhibición del documental en el programa Espectador crítico de la televisión nacional, sin el consentimiento del director ni del productor del material. Fito califica la acción como “un movimiento infantil” y, por otro lado, como “una especie de antigua tradición de manipulación de los hechos”. 

En esta parte de la entrevista, el músico argentino narra minuciosamente lo sucedido.

“La palabra manipulación va a cobrar valor, aquí y ahora, porque hacen la pasada del documental en la televisión abierta, de un día para el otro, sin permiso de Juan Pin; sin tener los derechos musicales, sin tener mi permiso. Entonces, se convierte en una provocación… Te diría en un sentido “menor”, porque parecen niños. No parece una charla adulta de alguien que quiere tener realmente una discusión al respecto, como lo haría cualquier intelectual o persona ligada seriamente a la vida estatal o a la vida de un Ministerio de Cultura”. 

Reconoce también que escuchó los audios del programa televisivo en el que “le informan al espectador desprevenido que van a suceder cosas que no están bien. Pasan el documental y después, claro, dicen: “acá no hay ninguna censura, estamos pasando el documental”. Por no hablar del tema legal, pues se establece una nueva situación que pone en riesgo un montón de cosas como Estado, al haber cometido casi un delito —si no un delito— y la provocación de seguir dejando afuera al protagonista de esta escena”. 

A raíz de la polémica, autoridades del aparato institucional cubano comenzaron a esparcir la narrativa de que Fito Páez había sido manipulado. El compositor rosarino reconoce que hay dos cuestionamientos que incomodaron especialmente al poder cubano. Uno tiene que ver con sus declaraciones sobre la desaparición de Camilo Cienfuegos (en las que invita a cuestionar un suceso no esclarecido) y el otro con su rechazo a la pena de muerte aplicada contra unos secuestradores de lancha en 2003.

“Parece una especie de táctica de los Servicios de Inteligencia antiguos. Intentan instalar la idea de que Juan Pin me manipula para que yo diga lo que digo allí”, afirma Fito. Sobre el episodio de Camilo (Cienfuegos), agrega: “es una discusión que tuve con parte de la juventud comunista de esos años. Les planteo: “Muchachos, por favor, hay que investigar esto. No tenés que repetir la letra que te dicen, sobre todo si no tenés pruebas científicas”. Yo conté esta anécdota que fue casi una pelea en la Casa de la Juventud en el año 93. Eran chicos que no querían pensar y tenían mi edad”. Sobre el episodio de las ejecuciones, Fito se promulga “contra la pena de muerte aquí, allí y en todos los lados”. Al respecto, concluye: “No le tengo que pedir permiso a nadie”. 

“Yo soy amigo del pueblo cubano, no soy amigo de ellos. Ellos no representan al pueblo cubano. Yo sí soy amigo del pueblo cubano. Y voy a estar allí hasta las últimas consecuencias con lo que haya que hacer. Intentar acusarme de ingenuo o presentarme como una persona manipulable habla de lo poco que me conocen. Es una falta de respeto, por otro lado. Para que quede clarísimo, aquí Juan Pin no ejerció ninguna manipulación porque yo no soy un hombre manipulable y tengo mis ideas clarísimas”. 

La Asamblea de cineastas cubanos se paró en dos patas

Fito ha seguido de cerca lo que reconoce como “un hecho histórico importantísimo por la búsqueda de libertades”. Hace referencia, especialmente, al encuentro del 3 de julio de 2023 entre integrantes del gremio en el cine 23 y 12, de La Habana, a partir de una iniciativa de la Asamblea de Cineastas y que tuvo como antecedente la reunión del 23 de junio convocada por el Ministerio de Cultura, el ICAIC y el PCC. 

“Ya está.

Ya se entendió”.

“Basta de echarle la culpa de todo al bloqueo norteamericano”, sostiene el músico al analizar un espacio saturado por el discurso político. “Hay que buscar formas más inteligentes para que no muera gente de hambre ni en el mar ni de ninguna manera. Hay sistemas que fracasan y no mucho más. ¿Defender eso de qué manera y para qué, para sostener qué, posiblemente el ego de unos cuantos líderes? Me parece que no, no vale la pena sacrificar una sola vida humana para que alguien sostenga una idea en favor de su propia vanidad. Ellos piensan que son Cuba, la burocracia cubana no es Cuba. Cuba no es un burócrata. ¿En qué momento las banderas ideológicas representan la vida de los pueblos? La gente es más sencilla, más abierta, más cálida en todos lados, en todos los rincones del mundo”, precisa el artista. 

Para Fito lo más relevante es el gesto de los cineastas cubanos al “juntarse y entender que acá hay una anomalía… un hecho explícito de censura y de manipulación de la información de una manera tan ingenua y tan —te diría— “borde” que entra en el terreno de lo fantástico”.

“El mundo ya pasó. De esa forma ya no vive nadie más en ningún lado”, enfatiza él. 

Fito prefiere no hablar de sus disputas allá adentro porque “no vienen al caso”. Pero sí se cuestiona “cuánta gente que se adhirió a la Revolución se siente hoy defraudada en su fuero íntimo. Y eso es también un dolor y una tragedia, porque las personas han confiado”. Si le preguntan sobre Pablo Milanés, responderá que siempre estuvo a su lado “peleándose con todos ellos, con los burócratas”. Y agregará: “A mí nadie me cuenta quién fue Pablo Milanés en Cuba. De ese lado estaba yo”. 

30 años de música después de la música

Todo ha quedado registrado en video. Las palabras de Fito tienen el ardor de un muchacho obsesionado con la belleza y también la lucidez de quien ha visto mundo sin dejarse cercar por los dogmas. “Pasaron muchas cosas en los últimos 30 años que nos cambiaron muchísimo a todos. Yo he cometido un montón de errores ―algunos son públicos―, pero también he aprendido. Aquel que no reconozca sus errores la va a tener bien jodida”. 

A sus 60 años, el músico argentino está reeditando El amor después del amor con otras versiones totalmente diferentes. “Hay algo ligado al misterio, a cosas más sencillas como la cultura de la comida de los domingos al mediodía y encontrarse con amigos y tomarse la cerveza y escuchar una música y enamorarse con una canción y tener hijos. Todo eso está allí. La celebración de El amor después del amor reveló parte de esa vida que no ves en los diarios ni en la radio ni en la televisión ni en las redes. Creo que fue eso: acordarnos de la vida de hace 30 años no solo con un efecto de nostalgia, sino como recuperación de una identidad”. 

No hubo valentía, transgresión, desenfado, atrevimiento ni otros adjetivos que rebotan contra la mente inquieta de Fito Páez, agotado por el trasiego mediático. Las nuevas versiones del disco tienen que ver con un deseo lúdico de explorar la música como lenguaje. “No soy un artista audaz que vive en el límite. En el límite vive un alpinista que está a cinco mil o seis mil metros de altura sin poder respirar. El límite y el riesgo es de quien está en la primera línea de guerra intentando defender una trinchera”.

Para Fito la música no avanza, no evoluciona, es un lenguaje. “Tiene algo hermoso. Eso sí, la decisión que tome tu espíritu, tu sentir y tus saberes puede hacer que eso sea una poética en la construcción de la obra. ¿Que si tengo una poética? Yo creo que sí, floja, incompleta, llena de adjetivos malos”.

Con El amor después del amor Fito tomó la decisión de “pervertir” el material. “Por qué. Porque sí. Porque podemos. Vamos a divertirnos y a darle vuelta a todo. En todo caso, esa puede ser mi marca. Tengo algo muy charliano [de Charly García] o muy Luis Alberto Spinetta y es que somos “patafísicos”. Donde está la cámara de fotos a lo mejor vemos un pájaro y hacemos que esa máquina de fotos se transforme finalmente en un pájaro. Esa puede ser parte de mi poética en todo caso”. 

Infancia y juventud: el cuerpo que recuerda

Durante los años de la pandemia, Fito dio vida a tres discos y un libro. “Hice tres álbumes, uno doble con orquesta —nunca había hecho un álbum con orquesta— basado en Los siete locos, de Roberto Arlt; y otro disco de piano solo. Mi editor en Planetaestaba interesado en que escribiera también unas memorias”. Pero hasta ese momento había leído pocas obras del género. 

“No tenía modelo. Lo máximo que había tenido como modelo es el libro París era una fiesta, de Hemingway. Ese texto me acojonaba mucho porque estaba editado de una manera tan brutal, se notaba el hacha de Hemingway. Había leído también la biografía de Bonaparte”. 

Una noche Fito se puso a escribir. Aquellas primeras líneas narraban la visita que realizó con su padre a la tumba de su mamá cuando era muy niño. “Posiblemente ese haya sido el tapón de la bañera y el agua salió de allí o se dejó ir”. Revela además que la escritura del libro autobiográfico Infancia y juventud desató experiencias muy movilizadoras; sobre todo, cuando debió relatar la muerte de su madre o realizar la recreación minuciosa de los asesinatos de sus abuelas. Para la reconstrucción de los hechos, revisó los expedientes de los tribunales y los diarios de esa época. 

“Tuve días de angustias terribles, de descompostura; otros, de ataques de risa. Escribir una memoria es muy saludable. Entrás en una especie de montaña rusa y terminás muy diferente a como entrás. Me hizo muy bien y no escapé de las sensaciones. Hubo que llorar, reír, descomponerse físicamente. Hubo que vomitar, pasarse de alcohol, hacer trabajo de periodismo, leer lenguajes que me eran ajenos. Así que fue un ejercicio maravilloso”. 

Hay un tema que le preocupa especialmente a Fito Páez y es la relación de “los jóvenes que están en el negocio de la música” no solo con la música, sino también con las palabras. Pero esa conversación queda pendiente para otro momento. Ahora tiene por delante varios meses de conciertos y la certeza de que siempre ha confiado en su deseo, que no lo ha traicionado. 

“Que haya errado, sí. Que haya tomado el camino incorrecto, sí. Pasa que a veces uno confía mucho en su deseo y tu deseo muchas veces te puede tirar por la borda. Yo tuve suerte. No me pisó un colectivo. No me pisó una guagua en La Habana. No me agarraron a trompadas a la salida de un boliche. No me acosté con la mujer de ningún amigo. No me saqué el carné de conductor cuando era joven. Un poco es la suerte y otro tanto es la voluntad. Sí, hice algunas cosas que me protegieron. Tengo un fusible protector. Hay algo que me protege de mí mismo”.

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