En Falcón vi las estrellas
Caridad
Caracas es una ciudad hermosa, pero como en toda ciudad llena de luces es imposible ver las estrellas. Tampoco se puede ver el mar, solo la extensa cordillera reverdecida por el inicio de las lluvias.
Camino al Estado de Falcón pude ver el mar por primera vez desde que llegué a Venezuela.
Los cubanos que salimos de la islita nos morimos casi siempre echando de menos al mar, son pocas las ciudades bendecidas por el encuentro con el poderoso azul. Falcón es un estado enorme – ese es mi adjetivo para casi todas las cosas en este país. Como todo territorio extenso, coinciden diversos paisajes, el marino, la sabana, las montañas y hasta el desierto.
En el oriente cubano hay zonas realmente desérticas, por la ausencia de lluvias. Pero nunca había estado en un sitio como los Médanos de Coro.
Mis amigos aman el desierto, yo no. No me agradan los paisajes que me provoquen deseos insaciables de tomar agua. Así que hice muchas fotos para ellos, pero no sentí necesidad de tomar agua, porque el paisaje era grandioso, y ante lo grandioso se hace silencio, se olvida todo.
Gracias a un amable venezolano pude conocer la parte no turística de los extensos médanos, al atardecer sí estuve donde van los falconianos a pasar muchas de sus horas libres; es menos hermoso, pero igual fue lindo ver a las familias divertirse sanamente, sin alcohol por medio, empinando papalotes, grandes y chicos, porque en Coro los vientos son alegres y poderosos.
Allí probé la cocada – una bebida a base de coco, que no de coca, que estoy loca por preparar en Cuba.
En Falcón disfruté de un cielo azul como el de La Habana, tan lleno de estrellas como mis deseos de verlas.
La manada de burritos, en el camino a la península de ese estado, fue lo más divertido. A los burros salvajes no los había visto nunca, desconfiados y amantes del mar que saluda el territorio más árido en el que he estado, un paisaje cuya hermosura me tomó por sorpresa.