Gente buena en Cuba

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – El transporte está pésimo. Quiero decir, siempre ha estado pésimo, pero ahora, con las restricciones para enfrentar La Covid 19 está peor. No hay guaguas ni camiones particulares. Es depender de la buena voluntad de alguien y con esto de rebrote en Pinar la gente tiene miedo de recoger a otro, lógicamente.

Teníamos que ir una mañana, mi mujer y yo, al Entronque de San Diego. Estábamos preparados para una aventura hacia lo desconocido. ¿En cuánto tiempo llegaríamos? Ojalá en 30 minutos pero quizás, con suerte en 2 horas o 3, tal vez en 6 horas, o todo el día. No sabíamos.

Tan pronto salimos de casa, una camioneta Ford privada se detiene justo al frente. Una señora se apea y entonces reconozco a Osniel. Nos montamos y para mayor suerte iba en nuestra dirección.

Osniel es un sujeto admirable. De esas personas que cuando lo ves no puedes evitar sentir alegría e inspiración para la vida. Él es la prueba de que las circunstancias no son determinantes para superarse y salir adelante.

“Mejor ni vayas a mi casa. Si ves como vivo te vas a decepcionar.” Me contó que así le dijo hace años a su primera novia.

Vivía en el Ruiz, una zona de campo al extremo sur del municipio Consolación, a pocos kilómetros de la costa, sin electricidad, piso de tierra y familia muy humilde.  

Pero Osniel es inteligente y dentro de sus luces mentales de entonces escogió estudiar una carrera militar y graduarse de Derecho en el instituto Superior del MININT.

Después, cuando yo ejercía de abogado me topaba con él que era instructor penal y coincidíamos en algunos casos. Fue durante ese tiempo que lo conocí e hicimos amistad.

No era el típico policía con el que muchos abogados tienen que lidiar. Era más bien un individuo respetuoso que hacía su trabajo del modo más profesional. Sus expedientes gozaban de ser los mejor trabajados. Nunca rehuyó ni interpuso obstáculos para que los abogados propusiéramos pruebas a favor de los acusados.

No los maltrataba ni podía verse el menor signo de arrogancia en su modo de proceder, ni siquiera con los delincuentes de peor calaña.

Pero con el tiempo se cansó y logró desvincularse del MININT, arrastrando tras de sí la desconfianza que suele acompañar a todo aquel que está o estuvo en esas filas.

Emprendedor e inteligente comenzó un negocio. Transportaba productos agrícolas hacia La Habana, en sociedad con agricultores pinareños. Un negocio perfectamente decente en cualquier lugar del mundo menos en Cuba, para el que no le dieron licencia. De ahí que tuvo que hacerlo extremando precauciones, pero fue detenido.

Estuvo más de noventa días detenido en la famosa unidad de 100 y Aldabó. Jamás delató a sus socios.

-No tienes idea de las cosas que me hicieron, y más que a otro porque sabían que había sido policía. Pero si yo delataba a mis compañeros quizás me dieran fianza hasta el juicio pero no podría mirarlos a las caras ni tampoco dormiría en paz conmigo mismo- me dijo en una ocasión.

Cumplió casi 5 años de prisión, salió y montó un negocio legal de cría de cerdos y una cafetería. No lo vi en dos años hasta que me impactó encontrarlo una tarde en puerta de Golpe, conversando con dos personas. Fue por el 2015. Tenía amputado el pie derecho por debajo de la rodilla. Había sufrido un accidente.

Pero nada de eso lo ha limitado. Posee una prótesis y sigue emprendiendo. A pesar de poseer auto, una camioneta y dos negocios, llama la atención su sencillez y la disposición a ayudar a los demás. Por eso es muy querido por la gente. Durante todo el viaje recogió a cuanta persona estuviera botada por esa autopista.

Hablamos de temas sociales y coincidimos en muchos puntos, no así en otros. Mientras yo soy del criterio que la mayoría de los cubanos merecemos esta realidad porque de algún modo hemos contribuido al desastre. Él no, con esa benignidad que lo acompaña piensa que el pueblo ha sido una víctima debido a tanta manipulación y adoctrinamiento.

Por gente como él, este país merece un cambio. 

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Pedro Morejón

Soy un hombre que lucha por sus metas, que asume las consecuencias de sus actos, que no se detiene ante los obstáculos. Podría decir que la adversidad siempre ha sido una compañera inseparable, nunca he tenido nada fácil, pero en algún sentido ha beneficiado mi carácter. Valoro aquello que está en desuso, como la honestidad, la justicia, el honor. Durante mucho tiempo estuve atado a ideas y falsos paradigmas que me sofocaban, pero poco a poco logré liberarme y crecer por mí mismo. Hoy soy el que dicta mi moral, y defiendo mi libertad contra viento y marea. Y esa libertad también la construyo escribiendo, porque ser escritor me define.

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