El rey del azúcar de Cuba

Julio Lobo

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – A veces necesitamos refrescar y no escribir sobre lo cotidiano. Todo es triste y desesperanzador. Esta miseria que cada día amenaza con tragarnos y que exacerba un clima de violencia aterrador, todos los días por las redes sociales se reportan casos de asesinatos y atracos.

Los centros de salud colapsados, sin las condiciones necesarias, sin ambulancias, sin medicamentos. La represión en sus niveles más altos desde el pasado 11 de julio del 2021. La inflación, los apagones, la crisis de energía y más.

En ocasiones, una parte de mi conciencia intenta censurarme. “No provoques la pena ajena de quienes te leen, no aparentes que te quejas como un llorica débil ante la vida” –me dice.

Y hoy no quiero escribir sobre eso. Hoy solo quiero hablar de la historia de un personaje poco conocido por las generaciones más jóvenes, incluso la mía. Quizás lo recuerden los mayores.

Julio Lobo, el rey del azúcar de Cuba.  Nacido en Caracas, Venezuela, en 1898, de una familia de judíos sefarditas (como le llaman a los judíos hispanohablantes que se asentaron en España desde hace siglos) sus padres se asentaron en Cuba cuando solo contaba con dos años.

Eran personas pudientes y por eso lo enviaron a estudiar a Estados Unidos de América y es a partir de su regreso que comienza a construir su imperio azucarero.

Llamado por todos el rey del azúcar, de sus centrales salía más de la mitad de los seis millones de toneladas de azúcar que aquí se producían. Cuba era para el azúcar como algunos países árabes con el petróleo, desde La Habana se controlaban los precios en el mercado mundial y Julio Lobo controlaba ese proceso.

Con los ingresos de esa industria el magnate extendió sus inversiones a la banca, la naviera y la aeronáutica. Una de sus metas era sacar el capital estadounidense de la Isla, según cuenta su principal biógrafo, el escritor John Paul Rathbone.

De ahí que compró muchos ingenios propiedad de estadounidenses porque creía que los cubanos debían tener el control del país. Toda su fortuna la hizo y la invirtió aquí. Para entonces era el hombre más rico de Cuba, algunos la estiman equivalente a más de  US $4.000 millones actuales.

Es muy interesante saber que poseyó una de las bibliotecas más grandes de Cuba y la más completa colección de arte napoleónico que exista fuera de Francia, entre los que se encontraba una muela, un mechón de pelo y un reluciente orinal que pertenecieron al mismísimo general.

Además, según varios historiadores, tenía cuadros de Rafael, Miguel Ángel, Da Vinci y decenas de óleos y grabados de Goya.

A Lobo  nunca le interesó la política, sin embargo era un antibatistiano convencido y por ello ayudó a la oposición financiándola, envío dinero a la Sierra Maestra para los rebeldes liderados por Fidel Castro.

Pero “llegó el Comandante y mandó a parar”, como dice la famosa canción del trovador castrista Carlos Puebla. Según la anécdota contada por varios historiadores, incluyendo a Rathbone,  y que me inspiró a investigar y escribir este artículo, el 11 de octubre de 1960 el Che Guevara lo citó para su oficina de Presidente del Banco Nacional de Cuba, debía tratar con él un asunto de extrema importancia.

Supongo que Julio Lobo acudió presintiendo que ese encuentro sería definitivo para su vida. Se sentaron frente a frente, de una parte el comunista fanático y austero, de la otra, el empresario, el último símbolo del capitalismo cubano.

Dicen que el Ché fue breve, le propuso (qué ironía) que asumiera la dirección de lo que era su propiedad, la industria azucarera cubana. A cambio, Lobo conservaría la mansión donde vivía y el usufructo del Tinguaro, uno de sus 14 centrales azucareros, su preferido.

El resto pasaría a ser propiedad “del pueblo”, es decir, almacenes, refinerías, la corredora de azúcar, su agencia de radio-comunicaciones, su banco, su naviera, la aerolínea, la empresa de seguros, la compañía petrolera, etcétera. Lobo le solicitó unos días para pensarlo.

Dicen, aunque no ha sido comprobado, que al dejar el lugar un oficial del ejercito le dijo “Julio Lobo, así te queríamos ver, en pelotas”, a lo que este ripostó: “En pelotas nací, en pelotas me moriré y en pelotas he gozado los mejores momentos de mi vida”.

A la mañana siguiente, al llegar a su oficina le pidió a su secretaria que lo ayudara a recoger unos documentos importantes, que luego formaron sus archivos que conservan todavía sus descendientes. «Es el fin”, dijo y dos días después partió en avión rumbo norte.

Desde entonces todo su imperio comenzó a deshacerse en el marco de las nacionalizaciones. El nuevo gobierno “revolucionario”, que le había otorgado un salvoconducto para salir del país tomó posesión de sus bienes en nombre de la Revolución.

Para la Biblioteca Nacional de Cuba llevaron sus textos sobre el azúcar. Las miles de reliquias y objetos que atesoraba de Napoleón existen en el Museo Napoleónico de La Habana.

Su colección de obras plásticas integra la mayoría del acervo del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, pero otras, las más valiosas, como las obras de Miguel Ángel, Da Vinci, Rafael y otros pintores de renombre, nadie sabe a dónde fueron a parar. Pienso que se las robaron y ya imaginamos quiénes

Sus mansiones son actualmente cuarterías casi en ruinas u oficinas de ministerios. En cuanto a la mayoría de las centrales que le confiscaron ya sabemos su destino, hoy son bateyes olvidados.

Un central azucarera hoy destruida

Dicen que sus últimos años los pasó al cuidado de su primera esposa, de la que se había divorciado años antes.

Pidió, como último deseo que lo cremaran vestido de guayabera y que una bandera cubana cubriera su ataúd.

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Pedro Morejón

Soy un hombre que lucha por sus metas, que asume las consecuencias de sus actos, que no se detiene ante los obstáculos. Podría decir que la adversidad siempre ha sido una compañera inseparable, nunca he tenido nada fácil, pero en algún sentido ha beneficiado mi carácter. Valoro aquello que está en desuso, como la honestidad, la justicia, el honor. Durante mucho tiempo estuve atado a ideas y falsos paradigmas que me sofocaban, pero poco a poco logré liberarme y crecer por mí mismo. Hoy soy el que dicta mi moral, y defiendo mi libertad contra viento y marea. Y esa libertad también la construyo escribiendo, porque ser escritor me define.

2 thoughts on “El rey del azúcar de Cuba

  • Interesante historia que muy pocos conocen en este país en ruina total, ahora ni azúcar,ni medicamentos,ni transporte ya hasta el mísero e incomible pan de la bodega hay que esperar hasta el otro día para poder comprar, hasta cuándo pueblo Cubano… PATRIA VIDA Y LIBERTAD…

  • Su visión de sacar el capital norteamericano de la isla es más revolucionaria que todo lo hecho después del 59. En Cuba no hay empresarios con capital para desarrollar el país y se depende de la inversión extranjera, el gobierno ha entregado los recursos del país a extranjeros, ahora somo menos libres e independientes que nunca.

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