Crónica de un encuentro

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – Laura se aproximaba, lo sabía, y por eso me acosté pensando en ella. No dormí bien, y desde que desperté mi mente no pensaba en otra cosa que el encuentro.

Intenté disimular delante de mi mujer, pero sentía algo parecido a “mariposas” en el estómago y un nudo en el centro del pecho que me dificultaba respirar sin emitir suspiros. Controlé la ansiedad causada por el aumento de mis niveles de cortisol.

No era una dama, sino una tormenta tropical que amenazaba con lluvias y fuertes vientos a Pinar del Río y el resto de las provincias de Occidente. Se dirigía hacia acá por los mares al sur de Cuba y había ocasionado daños en el Oriente y Centro del país. Se le esperaba en la noche.

Inoportuna y caprichosa, vendría para agravar la situación de los cubanos, que con la crisis económica y la pandemia del covid 19 ya tenemos suficiente.

La mayoría de los modelos de pronósticos del Instituto de Meteorología indicaban que volvería a tocar tierra cubana por el centro de la provincia de Pinar del Río, justo donde resido.

Estaba preocupado. Mi casa es de mampostería, con cubierta de fibrocemento. Por si fuera poco, en mi patio hay tres árboles de aguacate, que de romperse uno de sus robustos gajos podría quebrar perfectamente algunas planchas, dejándome parcialmente sin techo.

El día amaneció soleado, tranquilo, con cielo despejado. Nada presagiaba el daño potencial que se avecinaba. Así transcurrió toda la mañana y buena parte de la tarde. Como una película de Hitchcock, suspense, terror… incertidumbre.

No tenemos clavos ni madera ni nada para asegurar puertas y ventanas. Los vecinos intentaron lo que pudieron, unos más que otros, algunos nada, como si subestimaran el evento, o sencillamente hubiesen perdido las fuerzas y decidieran dejar en manos del destino un problema más entre tantos que suelen agobiarlos. No sé. No puedo penetrar la mente ajena cual mentalista, sin embargo, vi preocupación en sus rostros.

Tenía unos cuantos sacos vacíos en el cuartico del reguero, algo maltrechos, pero que servían para cargar un poco de tierra. Un vecino me prestó una carretilla y con una guataca los llené. Otro me prestó una escalera y me ayudó a subirlos por la placa del portal. Los situé en lugares estratégicos para evitar o, al menos, intentar minimizar el posible daño de las fuerzas del viento.

Tenía tierra encima como para sembrar un boniatal. Me di una buena ducha y preparé comida para hoy y mañana, porque con estos fenómenos se interrumpe la electricidad y nunca se sabe cuánto tiempo se estará sin ella.

Hice lo que pude. Fui proactivo y el resto se lo dejé a mi actitud de pensamiento positivo que supuse emitiría buena energía al universo cuántico y así las cosas conspirarían a mi favor. Debe ser una creencia de mierda, pero al menos me hace sentir mejor y más confiado que si creyera en Dios.

Esperamos el agravamiento de las condiciones del tiempo desde la tarde, sin embargo, oscureció y solo alguna que otra llovizna hacía presagiar La Tormenta. Todavía con electricidad, tuve la televisión encendida para mantenerme informado. El cielo se llenó de nubes grises y cayó un poco de lluvia.

En las imágenes de la TV se trasmitieron los daños ocurridos en el Oriente y Centro del país. Múltiples postes y líneas caídas, algunos daños a viviendas, a la agricultura, y crecidas de ríos que incomunican poblados son las huellas que Laura dejó a su paso por esas provincias

Pero aquí todo permanecía en relativa calma. José Rubiera informó que el centro del evento había penetrado a las 8:00 pm por Punta Capitana, Artemisa, en el municipio de San Cristóbal. Eso es muy cerca del territorio pinareño de Los Palacios. Al moverse en dirección oeste-noroeste casi todo su trayecto lo haría por Pinar del Río, saliendo al mar por Puerto Esperanza, Viñales, sobre las 9:30 pm, según pronósticos.  Quitaron el fluido eléctrico. Eran las 11:30 pm y me acosté.

Cuando ya estaba dormido me despertaron las ráfagas de viento. Del patio se escuchaban sonidos fuertes de objetos que caían. Supuse que eran las bandas del sur de La Tormenta que aún permanecían en tierra. Por momentos, las rachas se intensificaban. Puse el móvil en modo linterna y me paseé inquieto de un lado a otro de la casa. Revisando cada rincón, deseando que cesara el zumbido terrible que producían las ráfagas. Debieron ser vientos sostenidos de unos 80 km por hora, quizás suficientes para causar algunos males.

Las 3:00 am y al fin cesó, aunque persistía la lluvia. Casi no dormí. Al amanecer constaté que solo me dejó gajos y una treintena de aguacates en el suelo. Limpié el patio. En la calle se comentaban numerosos daños en postes y líneas eléctricas.

El día postLaura transcurrió pesado, lento. La preocupación consistió en la falta de electricidad y la posibilidad de que lo poco de carne y yogurt que me quedaba se echara a perder.

Por suerte, en la noche, regresó el fluido eléctrico. En mi pueblo no hubo afectaciones. No así en Consolación del Sur y otras zonas cercanas, donde todavía la gente seguía sin electricidad. Encendí la televisión y, efectivamente, ocurrieron daños en el sistema eléctrico en buena parte de la provincia.

Afortunadamente, Laura no pasó de ser una tormenta tropical, aunque dejó sus males. Ojalá sea la última de esta temporada.  

Pedro Morejón

Soy un hombre que lucha por sus metas, que asume las consecuencias de sus actos, que no se detiene ante los obstáculos. Podría decir que la adversidad siempre ha sido una compañera inseparable, nunca he tenido nada fácil, pero en algún sentido ha beneficiado mi carácter. Valoro aquello que está en desuso, como la honestidad, la justicia, el honor. Durante mucho tiempo estuve atado a ideas y falsos paradigmas que me sofocaban, pero poco a poco logré liberarme y crecer por mí mismo. Hoy soy el que dicta mi moral, y defiendo mi libertad contra viento y marea. Y esa libertad también la construyo escribiendo, porque ser escritor me define.

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2 thoughts on “Crónica de un encuentro

  • Lo más triste de estos encuentros no deseados y clandestino y del cual ninguno comenta, pero lo saben, es que no hay un después, no hay segundas oportunidades caen en la larga lista de necesitados, sin recurso ni medios como resolver tu problema, que es tuyo.

  • Me sentí como si estuviera dentro de esa casita de techo ligero. En realidad así nos sentimos todos los cubanos sea cual sea la estructura de nuestras casas pues el posible final todos lo sabemos si es que llega a pasar otra Laura o una o uno de sus primos mas feroces.
    Felicidades y gracias seños por sus lineas.

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