Lo absurdo cotidiano en Cuba

Por Nike

Una cola para comprar salchichas.

HAVANA TIMES – Le hablaré de cosas absurdas que están sucediendo en mi país.

Los fumadores andan como locos detrás de los cigarros. Una mañana, mientras cumplía mi rutina de buscar alimento, coincidí con dos fumadores. Uno le dijo al otro:

“Cómo te la estás arreglando con el cigarro?”. A lo que el inquirido respondió: “En este pueblo hay mucho polvo”. El primero, sorprendido, se bajó la mascarilla y rectificó: “Te pregunté por el cigarro, no por el polvo”.

El otro reiteró su respuesta: “Te entendí, pero a mí lo que más me hace fumar es el polvo”.

Confundido, el primero se viró hacia mí y me preguntó: “Usted entendió algo, señora?”. Yo, que había escuchado, me encogí de hombros y me eché a reír bajo la mascarilla. El hombre se alejó repitiendo: “Nos estamos volviendo locos”.

Una amiga mayor de setenta años me contó que el viernes entró a la bodega a comprar su dieta de polvo de chocolate con lactosa y azúcar, que le toca una vez al mes. Al entrar, ve a la que despacha esos productos en otro sitio.

La señora le pide de favor que la atienda. A lo que la dependiente le contesta que venga el lunes. La consumidora le dice que no tiene nada que desayunar. La empleada, molesta, le expresa que si pasó todo el mes con agua y azúcar que importan dos días más.

Otro caso es el de una mujer mayor de edad que comenzó a sentir picazón en todo el cuerpo, sobre todo, en las noches. La hija la llevó al médico. El doctor le explicó que eso se debía a un ácaro que venía en las partículas de polvo del desierto del Sahara, que ataca a los niños y los viejos por su piel delicada y suave. Les reveló, además, que no existían medicamentos en el país para combatir dicho ácaro. Lo único que podía recomendarle era comprar azufre en una tienda particular de artículos religiosos. 

Otro absurdo: en todos los municipios existen kioscos llamados consultorios agrónomos. Allí se venden desde semillas, posturas de árboles frutales, hasta rastrillos, guantes y otras herramientas útiles para trabajos agrícolas.

Una amiga interesada en un par de guantes se acercó a una de esas tiendas. La vendedora, que cumple un horario y cobra por él, le dijo que desde enero espera los nuevos precios y que hasta que no lleguen no puede vender nada. Mientras tanto, todos los días se sienta detrás del mostrador y cumple su horario de trabajo. Mi amiga observó matas que habían adquirido un tamaño que en poco tiempo si no se venden pueden romper el techo.

En días recientes, en la panadería de mi barrio, una anciana llegó a comprar su pan de la cuota y se encontró a la panadera hablando por el móvil.  La anciana, luego de esperar unos minutos, dice que está apurada y que le despache. La vendedora, sin despegarse del móvil, le respondió que a la panadería no se viene con apuros.

Pero quizás el absurdo más grande es el que está sucediendo desde que subieron el precio del pan de la cuota. Dicho producto, que antes valía cinco centavos, ahora cuesta un peso, igual que el que se vende por la libre. Es decir, no hay diferencia de precio. Tampoco de calidad, se trata del mismo pan.

Pues bien. Hace unos días un hombre llegó al mostrador de la panadería y preguntó por el pan de la libreta. La que despacha le dijo que no había por la libreta, que solo tenía pan por la libre. Entonces el hombre, que había ido con su libreta, hizo un gesto de fatalidad y se fue sin comprar. Estamos más adaptados a la libreta de lo que pensamos.

El más reciente de los absurdos le sucedió ayer a una prima mía en una de esas nuevas tiendas por tarjetas en dólares conocidas como tiendas MLC (moneda libremente convertible).

Resulta que después de comprar dos artículos en una misma tienda fue a otra donde solo pudo comprar un solo producto, pues cuando fue a adquirir un champú (artículo que no hay en otro lugar) la empleada al pasar la tarjeta por la caja se la devolvió y sin darle más explicación le dijo que no se podían realizar más de tres compras un mismo día.  Mi prima tuvo que esperar hasta el otro día para comprarse el champú. ¿Quieren o no ganar los dólares?

Quizás el fumador tenía razón, nos estamos volviendo locos.

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Nike

Nací en La Habana, Cuba. Toda mi vida he tenido al mar como paisaje; me gusta estar cerca de él, sentir su brisa, su olor, tanto como sumergirme y nadar y disfrutar las maravillas que nos regala. Gracias a la habilidad manual que heredé de mis padres he podido vivir de la artesanía. Trabajo fundamentalmente el papier-mâché, haciendo títeres para los niños. Escribo para Havana Times por la posibilidad de compartir con el mundo la vida de mi país y mi gente.

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4 thoughts on “Lo absurdo cotidiano en Cuba

  • No se están volviendo locos. Se han embrutecido

  • La pandemia tiene a la gente desquiciada, pero el mal llamado reordenamiento esta acabando con la gente, mientras unos lucran otros sufren maltratos. Asi que las personas en vez de solidarizarse se aprovechan de las otras. Las medicinas están desaparecidas. Yo me tuve que curar la sarna con remedios caseros luego que se acabo la poquita permetrina que tuve que pagar carisima, que resulto ser una basura. Pobre Cuba!

  • Un pueblo perdido en su miseria.

  • Me gustó mucho (me reí porque no vivo en cuba) creo que estas anécdotas solo son absurdas fuera de la isla. La recomendación del doctor nos recuerda que la escasez nos acerca al brujo, en todos los asuntos. Y afirmo (porque trabajé en panaderías) que si falta el pan por cuatro días seguidos, el comunismo se cae. La ansiedad de un fumador de cigarro por satisfacer su fantasía de ser una chimenea que habla, los lleva a recorrer kilómetros y tocar cientos de puertas. Si no lo logran, entonces su astucia pasa a otro nivel (no sé en qué dirección) se pueden fumar todo aquello que pueda mantener una llama constante y dejar ceniza, más o menos compacta. Ejemplos son fumarse un cubrecamas de hilo de estambre, o una palma real.

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