Mi Tesis y Cabezas Viejas (V)

Francisco Castro

Fall in a Havana Park.  Photo: Caridad
El otoño en un parque de la Habana. Foto: Caridad

Pude comprobar que en la televisión cubana se puede hacer de todo. Recursos hay. No hablo de millones de pesos para ambientar La Habana del siglo XVI y hacer enormes paneos de las calles de la ciudad, sino de talento y deseos de hacer.

Existen miles de formas de lograr una obra digna, con calidad, que pueda competir con los productos que «llegan» de Estados Unidos y otras partes del mundo.  La infraestructura que posee el ICRT, a pesar de no ser la adecuada -aunque no está tan lejos de serlo-, me refiero a los equipos del departamento de Video Tape, es suficiente para poner en el aire productos de los cuales el pueblo se sienta orgulloso.

Solo algo falta para que esa utopía se transforme en realidad.  Un ligero muro se levanta entre estos dos estados de la imaginación que impide uno de los más grandes milagros de la vida. Un muro que se encuentra dentro de las personas que deciden qué se hace y qué no se hace en la televisión, que trabajan por el bien del pueblo sin percatarse de que el bien no se lo hacen ni a ellos mismos.  Un muro que no solo separa utopía de realidad, sino que encierra la libertad de expresión, el derecho a identificarse y sentirse parte de un proceso, de una realidad, el derecho a modificar esa realidad, ese proceso, que es modificar el medio ambiente que nos rodea hasta adaptarlo a nuestras necesidades.

Existen miles de formas de romper ese muro. Una de ellas sería matar el miedo. El miedo se mata con armas nuevas, con estrategias nuevas, que tomen por sorpresa al facilismo, la mediocridad, la subestimación, la vanidad…, ladrillos de ese muro.  Usar armas nuevas no significa desechar las viejas, sino integrarlas con lo mejor de ellas, echar mano a la experiencia, visitar el pasado para no equivocar el futuro, como hizo Martí en su tiempo. Simple fórmula marxista.

Matar el miedo al milagro.  Una tarea de grandes.  Todos podemos ser grandes.  Todos somos grandes, por algo estamos aquí.  Todos funcionamos correctamente desde las posiciones que ocupamos.  No hay que movernos de lugar.  No es el temor a desplazarnos lo que nos debe preocupar, es el bloqueo lo que hay que enfrentar.  El autobloqueo.  Hay que ser grande para identificar el autobloqueo, para bombardearlo.  Para bombardear el bloqueo externo.

Podemos lograr una televisión de excelencia, mi experiencia frente a una producción profesional me ha permitido constatar que los especialistas que trabajan para esta institución tienen el interés y la calidad profesional y humana para hacerlo posible, solo les falta el impulso, el incentivo que puede proporcionarles la institución, que en definitiva se sostiene gracias al trabajo que ellos realizan.

Existen además las condiciones objetivas mínimas para insertar al estudiante en la industria, que son, quizás, ese incentivo que falta en los que ya pertenecen a ella, y que a pesar de todos los encontronazos, han dejado sus mejores años en los pasillos laberínticos de sus entrañas, y han creado un sentido de pertenencia que les hace soñar con el fin de los bloqueos.

Se podría crear en los estudiantes, que son el futuro de la televisión, ese mismo sentido de pertenencia, haciéndose cargo de su entrenamiento como profesionales, garantizando que la vejez, la poca frescura, el atraso, de gran parte de la programación, reciba un bombardeo de sangre nueva, que es vida nueva.

Mi experiencia frente a una producción profesional me lo dicta.  Mi experiencia que se reduce a la mínima expresión.  Mi poca experiencia, casi nula.  ¿Qué dictarán las experiencias que acumulan años? ¿Por qué no usar los dictados de esas experiencias?