Mi visita al Rincón
Jorge Milanes

Muchos de nosotros los cubanos cuando tenemos un problema de salud acudimos a los dioses para que nos ayuden a curar. San Lázaro, por ejemplo, es uno de los que más le pedimos.
Venerado por sus milagrosas acciones y visitado no solo por nosotros los cubanos, sino también por extranjeros que necesitan salud.
En 1992 tuve un accidente automovilístico, donde mis piernas quedaron muy dañadas y le pedí al viejo Lázaro que pusiera sus manos para que mis piernas, al menos, me permitieran caminar con muletas.
Al año siguiente fui a su iglesia y ofrecí las muletas en pago a mi mejoría, para que otra persona que las necesitara pudiera usarlas. A partir de ese momento salí caminando por mis propios pies hasta hoy.
Desde entonces cada año voy a su templo con lo que pueda conseguir, preferiblemente monedas de 1 ctvo, una vela para encender allí frente a el, y le pido salud y fuerzas para andar, no solo para mi, sino para todos mis seres queridos.
Hoy por la mañana fue uno de esos días que decidí ir al Rincón, como se le conoce, a 45 minutos al suroeste de La Habana, lugar que para llegar hay que coger tres guaguas aunque casi siempre el último tramo es un coche a caballo.
Esta vez me sorprendí al ver lo flaco que estaban, no podían caminar al punto que uno de ellos se paró y no quiso continuar el viaje, tuvimos que bajarnos y esperar por otro.
Finalmente llegamos entre me presigné y me acerqué a su capilla, eché las monedas en la alcancía a su lado, encendí mi vela y comencé a pedir. A mi lado se aproximaban algunos caminando de rodillas desde la entrada de la iglesia, para cumplir sus promesas, algo que muchas personas hacen el día de su víspera el 17 de diciembre.