La cartomántica
Jorge Milanes Despaigne
Caminando por el portal del Palacio de Aldama, a un costado del Parque de la Fraternidad en La Ciudad de La Habana, es costumbre ver las llamadas tiradoras de cartas, sentadas en el contén de la acera para ganarse algún dinero.
Lucía, mi amiga, sabe tirar las cartas. Me cuenta que pasó por allí mientras andaba de compras y una “adivinadora” la invitó a sentarse y por educación, ella aceptó.
La desconocida mujer tiró las cartas, miró fijo y le dijo:
Aquí aparece en tu camino un viaje muy pronto a tierras lejanas.
¡Siii!, no me digas ¿y cuándo es? —le preguntó Lucía con tono irónico.
Continuó poniendo las cartas en la acera. De repente, hizo varios chasquidos con la boca y movió la cabeza como quien no acierta en su pronóstico. Cerró los ojos, chapurreó unas palabras y nuevamente, fijó la mirada en una carta. Parecía estar en trance bajando una divinidad.
¡Ah cará!, pero no vas por mediación de ese hombre que tienes. ¿Es tu esposo? —le preguntó.
No sé.
Bueno, aquí se ve un hombre mulato, bajito y de carácter fuerte, que tiene otra mujer, o al parecer, está con él…
¡No me digas!, Me entero ahora por las cartas. ¿Y qué más ve usted ahí?
¿Tú tienes algún problema en la pierna derecha?
No, ni que Dios lo quiera —le respondió Lucy un poco enojada.
En verdad, su esposo es el que tiene el problema, pero tampoco se lo dice, porque es la cartomántica quien debe adivinar y no ella.
Continuó jugando y, de repente, la putativa, le dijo:
¡Hay chica!, creo que va a llover y no traje con qué taparme… Desde esta mañana estoy aquí y no he ganado ni un centavo, ¿tú podrías ayudarme con algo?