De ventanas, panes y Navidad

Por Fabiana del Valle

HAVANA TIMES – Más allá de las olas corazones mutilados esperan y trabajan, marcan con sus sístoles y diástoles los años recorridos lejos de su tierra. Incapaces de soportar miserias y mentiras arriesgaron sus vidas en el camino logrando la meta deseada.

Al partir dejaron la cocina de la abuela, el olor de mamá, los abrazos apretados de un hijo, los chistes de los amigos, la casa que los vio crecer. Hoy hablan otros idiomas, pueden hacer planes, tener un auto y una casa. Muchos se adaptan, aparentan olvidar, asimilan otras culturas y tradiciones como si fueran propias. Pero en algún momento llega la nostalgia, el deseo de reubicar lo que un día abandonaron en la otra orilla.

Los hijos de esta Isla seguimos marcados por la fatalidad, en Miami o en La Habana somos seres incompletos.

Este año casi termina y del otro lado estarán reunidos en la cena los amigos nuevos, aquellos familiares que tuvieron la oportunidad de escapar. Habrá de todo en la mesa, regalos bajo el árbol y la cara de una madre sonriendo desde el móvil.

En esta orilla la Navidad tiene otro olor. Algunos adornan la sala con un árbol sin regalos y decoran los portales con luces de colores, anuncian al transeúnte que en esa casa algún miembro logró convertirse en conquistador de fronteras. Celebran por ellos y por la esperanza de un día poder escapar.

Otros esperan a Santa Claus recostados en la ventana, miran el pan que entró ese día a la bodega, piensan en el milagro de convertir el agua en vino para festejar con los amigos y familiares sobrevivientes, sostienen las manos de sus hijos que no entienden el significado de “christmas”.

Soy de las que espera junto a la ventana, cierro los ojos, dejo libre mi creatividad. Entonces me convierto en constructora todopoderosa y levanto un puente donde las personas de ambas orillas se reúnan solo por una noche, donde puedan darse el abrazo que se deben, sonreír juntos y celebrar bajo las estrellas. Claro, al amanecer regresan a la rutina de trabajar sin descanso, a la lucha cotidiana de poder respirar.

Solo estamos el marco y yo, los sueños imposibles, el futuro nebuloso, la bolsa llena de “adiós”. ¿Qué puedo hacer cuando cada día hay menos seres queridos a nuestro lado, cuando sentados a la mesa vemos el plato vacío, cuando el pan rancio no es suficiente?

Nada, solo queda cerrar la ventana y dar la espalda al paisaje en ruinas. Mientras en la calle el mar de rostros tristes se mueve como hormigas buscando algo para llenar la mesa, abrazo a los que me quedan, sonrío con ellos y olvido por una noche.

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Fabiana del Valle

Fui una niña que soñaba con colores y letras capaces de lograr las novelas más leídas o esos poemas que conquistan a corazones rebeldes. Hoy cerca de los cuarenta, con los pies firmes en esta isla, dejo que el pincel y las palabras sean eco de mi voz. Esa que llevo apretada, prisionera de las circunstancias y mis miedos.

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