El carpintero avileño
Osmel Almaguer
Hace unos años, junto a mi casa, trabajaba un carpintero. Había construido su taller con el consentimiento de mi padre, y por su estancia nos pagaba 400 pesos mensuales en moneda nacional.
Al pasar el tiempo el carpintero se hizo amigo de mi padre, entonces este le rebajó la tarifa a 300 pesos, aunque en realidad ni la tarifa inicial ni la convenida con posterioridad eran gran cosa. Mi padre no resolvía mucho con ese dinero, que a su vez no significaba ni el uno por ciento de las ganancias del taller.
No obstante, a Ubiel, que así se llamaba, no le parecía suficiente la rebaja, y comenzó a presionar a mi padre para que fijara la tarifa en 200 pesos. Ahí fue cuando comenzamos a desconfiar de sus buenas intenciones, y mi padre le dijo que si no estaba de acuerdo con el costo podía marcharse.
Ubiel salió a buscar otro lugar para establecerse, pero no encontró ninguno y volvió con lágrimas de cocodrilo (hipócritas) y se abrazó a mi padre diciéndole que él era «su padre», que lo perdonara.
Mi padre, tan noble, como siempre, accedió a su petición. Con el tiempo el incidente fue dejado a un lado, aunque ya sabíamos el tipo de persona que era ese carpintero.
Recuerdo que mi padre -medio en broma- le decía: «todos ustedes son iguales» refiriéndose a la falta de seriedad -que en su opinión- es característica en los avileños.
Avileño es el gentilicio de los oriundos de la provincia de Ciego de Ávila, situada al centro de la isla, y fundada en la última división político-administrativa que se hizo a mediados de la década de los 70.
Pero Ubiel no era completamente malo, tenía algunas aristas buenas, propias de la gente de campo: su naturalidad, hospitalidad y buen humor.
Creo que por eso, en una de esas travesías que él hacía hacia su provincia, donde buscaba la madera que usaba en el taller, me invitó a que lo acompañara a conocer a su tierra y a su familia. Eso, será tema para otra ocasión.
Creo que por sus pequeñas virtudes, aunque no lo amábamos, si lo aceptábamos entre nosotros, y cuando emigró a los Estados Unidos hasta lo llegamos a extrañar.