La Habana de nuestro tiempo

Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES – En La Habana los precios de cualquier cosa, hace rato, alcanzaron cuotas impagables, cercanas a lo que paga normalmente cualquier persona en cualquier capital del primer mundo. La diferencia es que en La Habana los salarios son muchísimo  más bajos. Por si fuera poco, no se trata sólo de que los precios sean altos, sino de que son altos porque todo escasea, lo que no ocurre en ninguna otra ciudad del tercer mundo en occidente, al menos que yo sepa.

Algo semejante ocurre con la situación del transporte. En esta fecha en que escribo –abril del año 2024– no se trata sólo de que haya pocos ómnibus para el transporte público. El asunto es, también, de falta de piezas de repuestos para echar a andar los que están fuera de servicio. El asunto es falta de combustible. El asunto es que a los ómnibus: les faltan asientos; les faltan aditamentos para que, los demasiados que van de pie, puedan sostenerse. Se trata de que, de la misma forma que muchas ventanillas están trabadas y no pueden abrirse y te ahogas de calor durante los largos veranos, hay otras a las que les falta un cristal o que igualmente está trabado y no puede cerrarse, por lo que, si acaso llueve: hay que mojarse.

Por si fuera poco, dada tal situación de tantas incomodidades, los choferes son tan disciplinados y respetuosos de las normas, que ni de favor y, a veces hasta, aunque quieras pagarle extra, ni para bajar ni para montar detienen la marcha fuera de parada oficial, a fin de favorecer a alguien, a menos que sea amistad suya.

No voy a describir las circunstancias en que la crisis económica está afectando otros sectores del servicio público, como pudieran ser la atención médica, el estado de los hospitales o el de las farmacias “en proceso de extinción” o, por ejemplo, el estado de las escuelas. Al fin y al cabo, no es el tema que quiero abordar y para el que ya casi no dispongo de espacio.

Todas estas realidades son generadoras de descontento y éste, es un indicador notable en el desarrollo de cambios sociales. Las situaciones de incomodidad social, cuando se acercan a sus estados límites, pueden dar lugar a reacciones violentas como producto del enfado reprimido.

Hace ya un par de años vi un video de la entrevista a un actor cubano quien decía, en términos generales, que: el propio funcionamiento del Estado se había convertido en una maquinaria de producir disidentes.

Creo que lleva razón y, aunque no de forma intencional, el empecinamiento en formulismos ideológicos, de probada ineficacia para generar ciertas comodidades, y no se diga ya riqueza, determinan semejante resultado. 

Se trata de ir al trabajo y que haya transporte, de ir al trabajo y que allí haya agua para beber, que haya baños, aunque sea un poco limpios; que, si estás en una oficina, haya papel, bolígrafos, lápices, goma de borrar, presillas, presilladoras, ponchadoras, files, goma de pegar y que tales enseres corran por cuenta del que paga el salario y no del que lo cobra.

Hay centros de trabajo donde personas que no necesitan internet para trabajar tienen en sus teléfonos móviles (que brinda y paga la empresa) hasta siete gigas de datos para internet GRATIS, y tienen acceso a Facebook, Youtube, Instagram, hasta en sus ordenadores de mesa en la oficina, etcétera. Mientras, hay quienes necesitan  realizar la labor por la que perciben sus salario y, sin embargo, tienen conexión deficiente, lenta, intermitente, o ausente, con acceso EXCLUSIVO a la página donde deben dirigirse laboralmente y, por supuesto, ninguna otra; viéndose obligados a pagarle el servicio de internet a ETECSA, la única empresa que ofrece uno de los servicio de conexión más deficientes y caros del mundo.

No se trata de quién tiene la culpa. Se trata de que, quienes estén ocupando los cargos de responsabilidad para que todas estas situaciones tengan solución, tomen medidas y, si se trata de que es un problema ideológico, recordar que las ideologías deben servir para mejorar las condiciones humanas. No que los humanos tengan que inmolarse o sacrificarse, para que las ideologías prevalezcan a costa de la incomodidad pública.

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Eduardo N. Cordovi

Nací y vivo en Lawton, La Habana, el 29 de octubre de 1950. Ceramista, pintor y tallas en madera. He publicado en diarios y revistas del país y en la revista peruana de circulación continental Menú Journal. La Editorial Oriente publicó en 1989 mi libro, Bebidas notables, publicado también por loslibrosdigitales.com junto con mi novela Conspiración en La Habana.

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One thought on “La Habana de nuestro tiempo

  • Haces un excelente paneo y análisis de la realidad cubana, que no tiene las mínimas condiciones para hacer las actividades normales en una sociedad. Lo principal falta, la maquinaria requiere de engranaje, y ni siquiera existe, entonces cómo va a funcionar el país? Extrañé tus recursos filosóficos. Andaremos en taparrabos pronto.

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