Entre los garífunas

Por Ben Anson

HAVANA TIMES – Es un ambiente de risa, tranquilidad y satisfacción, el que abunda en las comunidades garífunas de Tela, un viejo puerto en la costa norte – el sector caribeño – de Honduras.

Tornabe, es una de esas comunidades (morenal) en la que he pasado las vacaciones de Navidad.

Pues aquí estoy yo: un hombre blanco, de lejos -de nacionalidad británica- inmerso entre la población garífuna negra y, sin embargo, tratado como un igual en todo momento.

Para mí, estos lugares gloriosos, expandidos a todo lo largo de la costa hondureña, son puros paraísos. Se caracterizan por estar cargados de palmeras, por sus playas de arena blanca que yacen frente a la bahía azul cristalina, cuyo fondo se completa con bosques tropicales e inmensas lagunas, todas bellamente situadas alrededor de los asentamientos garífunas bañados por el sol con edificios diversos (desde chozas con techo de palma, hasta villas de paneles de madera encaladas a un lado de la playa).

Hoteles y restaurantes de pequeña escala se colocan aquí y allá. Construcciones exóticas, con nombres como ‘Mariners Inn’, se alzan sobre altos cimientos de madera con grandes porches en el frente al estilo estadounidense (un recordatorio de la presencia de los Estados Unidos aquí, durante la década de las plantaciónes de banano) desde donde se sientan los locales y los extranjeros, a beber y divertirse.

Los garífunas (también conocidos como caribes negros) son descendientes de una mezcla de arawak amerindios con caribes o kalinapo del pueblo kalinago y africano. También se conocen con el nombre de garinagu, el plural de garífuna.

Fue a principios de la década de 1700, que los franceses llegaron a la isla caribeña de San Vicente, con lo que procedieron a luchar en escaramuzas contra los garífunas, antes de culminar con la forja de una alianza. Dicha alianza con los garífunas continuó en paz ininterrumpida durante muchas décadas.

En el año 1763, después del Tratado de París, los intereses franceses en San Vicente fueron concedidos a los británicos. Sin embargo, los británicos estaban firmemente desinteresados ​​en cualquier relación de cooperación con el pueblo garífuna, dando paso a la Primera Guerra del Caribe, que duró de 1769 a 1773. Los británicos perdieron esa conflagración contra los garinagu y firmaron, a regañadientes, un tratado de paz.

Los garinagu, bajo el brillante liderazgo de su principal jefe y general, Joseph Chatoyer, aceptaron el tratado, aunque con los dientes apretados. Sin embargo, las consecuencias negativas resultaron para los garífunas, ya que los británicos desvergonzados y diabólicos rompieron el tratado establecido en 1795, provocando la Segunda Guerra del Caribe. Con mayor número de hombres, nuevos armamentos y finanzas saludables, los británicos abrumaron trágicamente a los garinagu.

El 14 de marzo de 1795, Joseph Chatoyer murió en una batalla en la isla de San Vicente. Sin el general Chatoyer y ahora ampliamente superados en número, los nuevos aliados garífunas, los franceses, terminaron rindiéndose en junio de 1796. A pesar de la rendición francesa, los garífunas se negaron a hacerlo. Sufrieron mucho, por su rebeldía.

Entonces los británicos dividieron a los garífunas basándose en el color de la piel. Más de 5.000 individuos de piel oscura fueron capturados y duramente exiliados a la cercana isla de Baliceaux. Luego, los británicos dejaron perecer a los cautivos, debido a la terrible desnutrición y enfermedad.

El 11 de marzo de 1797, los pocos garífunas que quedaban fueron detenidos y enviados a Roatán, la más grande y una de las tres islas hondureñas de la bahía. Un total de más de 2,800 garinagu murieron bajo el genocidio británico cometido en Baliceaux.

Aproximadamente, 2,200 comenzaron el viaje, pero 200 perecieron en el camino durante el agotador viaje a Roatán, que duró 31 días. El 12 de abril de 1797, esos 2.000 garífunas sobrevivientes llegaron a Roatán.

 

Fue precisamente de esa isla que escaparon de manera gradual y se dirigieron a la cercana costa caribeña centroamericana De ese modo, establecieron grandes poblaciones en Honduras, Belice, Guatemala, México y Nicaragua. Durante la última década, muchos se han mudado a los Estados Unidos por razones económicas. En 2019, y a nivel mundial, más de 800,000 personas han sido identificados como descendientes del grupo étnico garífuna.

En la casa de mi amigo, me siento en su patio tropical delantero; los pelícanos y las fragatas se precipitan por encima; una calle pavimentada nos separa de la brillante playa dorada. Cielos azules arriba … debajo de ellos, en el suelo, fumamos cigarrillos de menta -muy populares en la localidad-, bebemos ron y conversamos principalmente en español, pero a veces, usamos un inglés chapuceado. De vez en cuando escucho su charla explosiva en garífuna, mientras asimilo a los personajes fascinantes que me rodean.

Los jóvenes pasan en bicicleta, los hombres jóvenes y musculosos van y vienen provenientes de los partidos locales de baloncesto y fútbol; sus peines de plástico multicolor descansan en sus gruesos Afros. Los niños llevan altavoces en sus mochilas. El dancehall retumba.

“Solo tira hacia mi parachoques
Tira hacia arriba para mi parachoques
Entra en tu larga limusina negra
Y solo inclínate sobre mí
Tir hacia arriba para mi parachoques
Saque la llave y empújala …

Qué gente tan linda, los negros. Siempre los he admirado, ¿cómo podría uno no hacerlo? ¿Cómo podría alguien de la más mínima inteligencia y mentalidad abierta no hacerlo? Nunca me había sentido tan relajado, tan tranquilo, bebiendo ron y guifiti (el fuerte y tradicional ilegal alcohol garífuna), escuchando música RnB, el jamaiquino dancehall, hip hop de la vieja escuela y también punta, música punta garífuna.

Disfruto muchísimo la relajación de estacionarme en los rústicos bancos de madera, que se encuentran debajo de las innumerables cabañas de playa con techo de palmeras en Tornabe. La arena blanca se mezcla con los dedos de mis pies. Miro en silencio la gran bahía azul de Tela, que se encuentra más allá; también las aguas cristalinas que una vez fueron patrulladas por los bucaneros, esclavos que escaparon o que fueron traficados, por las que navegaron también los conquistadores y buques fruteros estadounidenses.

La bahía cuenta con manatíes, delfines y ballenas, mientras que las lagunas albergan a cocodrilos y barracudas. Me encanta todo. Cada aspecto de estos lugares.

El negro es hermoso. Miro a las hermosas chicas de raza mixta y bien dotadas. Las mulatas … mujeres encantadoras de ojos marrones profundos y fijos, cabello rico y rizado y sonrisas estimulantes de dientes blancos. Bailan en grupos, mientras que los niños pequeños se ríen e imitan el balanceo de la cadera y “wining”.

RnB sale del altavoz de alguien mientras nos sentamos juntos a comer pescado fresco frito y tostones de plátano, con una Corona. Una hermosa jovencita pasa junto a nosotros mientras miramos la calle desde nuestro porche …

“Buenas tardes”. Ella sonríe.
“Buena’ tarde”, amor”.

“Ella es agradable, hermano”, dice mi amigo.
“Sí, lo es.”

“Bebé, si me lo das, te lo daré
Yo sé lo que tú quieres, tú sabes que lo tengo.

Atrapado en un trance pacífico, bastante contento, escucho las voces profundas y conmovedoras de esas canciones, a las que me acojo, relajándome en una hamaca y riéndome junto a mis amigos garífunas, pensando: “gente maravillosa, lugar maravilloso”.

¿Cómo pudimos haberlos tratado con tanta crueldad y desprecio durante todos estos siglos? Un fuerte y despiadado “vete a la mierda (“go fuck yourself”)” se dirige a todos esos racistas ignorantes que conozco en “casa”.

Pencos
Imbéciles.

Ben Anson

"En el momento en que salgo (de un avión), noto que todo en mi cuerpo y en mi mente se reajusta para mí". Así lo comentó Gabriel García Márquez, cuando hablaba de su relación con el Caribe. Él sintió la conexión física y mental más fuerte posible con esta parte del mundo, y consideró que era "sepulcral" e inmensamente "peligroso" para él abandonar esa zona. Solo aquí "Gabo" se sintió "bien" con él mismo. Honduras hace eso conmigo -precisamente lo mismo que el Caribe hizo por Márquez. Una nación resplandeciente, pero problemática, de la que decididamente no he podido separarme desde 2014. Por lo tanto, trato de capturar su esencia a través de la palabra escrita.

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