El #16 de José Fernández espera por un sitial en Cuba

Por Vicente Morín Aguado

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Con la antena en casa.

HAVANA TIMES — Escuetos los comentarios de la prensa nacional en torno a la trágica muerte de José Fernández, nada de panegíricos bien merecidos dada su corta, pero extraordinaria carrera en nuestro deporte nacional. Aferrados los medios oficiales al fútbol europeo, la camisa con el sagrado # 16 de los Marlins espera por un sitial en su Patria.

La contrapartida está en “la antena”, sistema pirático de factura popular, centrado en facilitar la conexión con las televisoras de habla hispana, fundamentalmente, de los Estados Unidos. De hecho, miles de compatriotas siguieron día a día la cobertura sobre los extensos funerales del estelar lanzador, cuyo fallecimiento en un trágico accidente marítimo se convierte en simbólico para los cubanos.

Fútbol en lugar de béisbol muestra el debate de la prensa oficialista nacional ante la creciente impronta cubana en las Grandes Ligas, cúspide de la pelota en el mundo.

Los chicos crecen aplaudiendo ídolos de la lejana Europa, en tanto desconocen a los mejores exponentes de su Patria, escasamente separados del país que los vio nacer por un estrecho marítimo donde diez años atrás José Fernández arriesgó su vida, inclusive salvando a su propia madre.

La carreta cubana
La carreta cubana

Curiosidades propias de ese mar que nos une e inexplicablemente nos separa, las trasmisiones televisivas desde Miami mostraron sitios como el restaurante La Carreta, lugar frecuentado por el desaparecido joven santaclareño. Sucede que esta “carreta” es copia de otra similar, originalmente construida en La Habana, barrio El Vedado, antes de la Revolución.

Ubicado en la calle 21, detrás de la heladería Coppelia, frente a la embajada de la India, este viejo carruaje apenas conserva de su pasado exitoso una rueda. Aún existe el bar, con aire acondicionado y ciertas comodidades, donde con suerte es posible comer la Ropa Vieja, de moda aquí y en Miami. La cantinera aseguró que “era un día de suerte, porque hace meses no teníamos suministros de carne de res.”

Buscando conexión con el deporte, una pared exhibe diversas camisetas asociadas al fútbol del viejo continente, como era de esperar, nada del béisbol, la pasión de los cubanos. Un ocasional cliente explicó:

Chicos festejan el clásico Madrid-Barza
Chicos festejan el clásico Madrid-Barza

“Los aficionados se reúnen cuando la televisión cubana trasmite juegos calientes como el Madrid contra el Barza.” — ¿Saben algo de José Fernández?— “Si, felizmente en muchas casas está conectada La Antena, ahora no la persiguen tanto, parece que se cansaron—las autoridades— de la persecución.”

Entonces surge la inevitable pregunta: ¿Cabría aquí la camisa con el # 16 de Los Marlins?—“Ojalá, la estamos esperando”—, exclaman desde el otro lado de la barra. De paso, la amable servidora de cocteles y cervezas aclara que las camisetas expuestas son regalos de turistas de paso por el lugar, además de algún cubano con suficiente solvencia económica como para desprenderse de semejante valor.

En la práctica, no es dable pedir opiniones a los trabajadores acerca de una decisión fuera de sus posibilidades. Basta recordar que el pasado 13 de septiembre la reportera Susana Gómez Bugallo,  de Juventud Rebelde, esperó 14 días por un permiso para reportar en el Coppelia, y finalmente no consiguió su objetivo.

Tony Castro and Yasiel Puig
Tony Castro and Yasiel Puig

Este cronista ni se molesta en semejantes gestiones, le satisface anotar lo visto y escuchado, intentando preservar la memoria histórica de la cual es parte la desvencijada carreta pasado de largo el medio siglo de su existencia. De cualquier manera, si nos llegara una camisa con el # 16 de los Marlins, terminaríamos igual que la periodista, esperando permisos de parte de los burócratas auxiliares de la élite gobernante.

Resta una buena sugerencia, irle al directo a Tony Castro, lo vimos en el aeropuerto de La Habana abrazando al díscolo big leaguer Yasiel Puig, tal vez con el hijo del Comandante se consiga un sitial de honor para José Fernández.

One thought on “El #16 de José Fernández espera por un sitial en Cuba

  • Vicente, le re-patina la desverguenza tener que esperar que el pelagatos, devenido dueño de todo lo que tenga que ver con el béisbol del país, solo por ser el hijo del dictador, tenga que dar el permiso para que la memoria de Joseito Fernández consiga un lugar de honor en la pelota cubana. Pero mas desverguenza aún, es ver a peloteros -en este caso la foto de Yasiel Puig- que tuvieron que salir de su país para tener el derecho de poder jugar pelota profesional, de poder ganar el dinero y alcanzar el mismo nivel de vida que lleva Tony Castro, el mismo que los mantenía jugando pelota en la mas retrógrada manera posible, contada las historias por ellos mismos, yéndose en bicicleta con el uniforme a rastro, con los “spikes” remendados por ellos mismos, a veces con una sola comida al día en el estómago, viviendo en casas de mala muerte. Es una desverguenza verlos arrastrados ante los que fueron sus verdugos, quizás no los criticara si por el amor a su deporte fuesen a Cuba y llevaran miles de pelotas, bates, guantes, y spikes a sus pobres colegas, de llegar a su país como un ciudadano más y sin darle audiencia al que siempre los ninguneo. Vi en las noticias que parte de las cenizas de Joseito fueron esparcidas en el mar, y oí que la otra parte su abuela las llevaría a enterrar a Cuba, para mi es inconcebible que después de intentar escapar 3 o 4 veces porque sabia que en su país jamás le darían la oportunidad de alcanzar su sueño, y que sin respetar que aún era un niño lo metieron en prision, se le entume el alma a cualquiera ver llevar las cenizas de un hijo o nieto a enterrarlo al país, que si bien es nuestro porque ahí nacimos, para que venga el cancerbero del béisbol cubano a darle “un sitial de honor” cuando para nada lo necesita, cuando honores genuinos les han sobrado sin pedirle permiso a nadie, por parte de la totalidad de los equipos de grandes ligas y de la institución completa del mejor baseball del mundo. Y en la ciudad donde por primera vez en su vida podía entrar libremente a una Carreta a comerse toda la vaca frita o ropa vieja que quisiera, uff!

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