Un día de suerte junto a Ernesto Camilo Vega
Fotos y Texto por Irina Echarry
HAVANA TIMES, 6 oct. — Ernesto Camilo Vega es un joven músico enamorado del jazz que ofreció un concierto en el Museo Nacional de Bellas Artes el sábado 2 de octubre.
La calidad del intérprete se esperaba pues mientras estudiaba en el Instituto Superior de Arte colaboró con famosos e importantes artistas del génro de la talla de Chucho Valdés, Hugh Fraser y John Eaton, entre otros, para la grabación de sus temas; y resultó premiado en dos ocasiones en el Concurso Nacional Jo-Jazz: en 2002 Premio Especial del Jurado y el Primer Premio en 2003.
Además del clarinte y toda su familia musical Ernesto conoce los misterios del saxo, compone y en esta ocasión dirigió a un grupo de jóvenes y buenos músicos: Michael Olivera (drums), Jorge Luis Pacheco (piano), David Falla (bajo) y Alejandro Delgado (trompeta).
En un ambiente agradable se dejaron escuchar los acordes de ocho de sus más recientes temas: El mapa de mis manos, Más o menos, Sencillo, Tristeza y alegría.
Según el músico “era un concierto que tenía ganas de hacer hace tiempo y quería que fuera aquí, esta es la sala que más me gusta, aquí estrené mi primer disco: Venir al mundo.” Se refería al trabajo con el que obtuvo el Premio Cubadisco de 2009 en la categoría de jazz.
Como es habitual entre los jazzistas cubanos, Ernesto reconoció en varias ocasiones a sus “músicos y amigos, gracias a ellos he podido realizar este concierto.”
La melodía de su clarinete impregnó la pequeña sala de gran dinamismo al ejecutar Guajira joropo, mezcla de guajira cubana y el joropo venezolano. En sus temas se pueden reconocer huellas de música española, brasileña, africana fusionada con el más puro jazz.
Dos amigos también fueron invitados : Eme Alfonso para vocalizar y Edgar Martínez quien tocó maravillosamente la pandereta.
Día de suerte es el título de una de las compocisiones que disfrutamos y además califica el tiempo que pasamos junto a la música de este talentoso joven.
Ojalá pronto a Cuba también le bañe la gran oleada de gente que ha enterrado el concepto jazz para dedicarse a crear sin fronteras, sin ataduras, sin amarradijos, sin inventos provenientes de una mascarada de hipocresía y falsedad.
Para sonar no hacen falta categorías, para decir y comunicar sólo hace falta un lenguaje claro, preciso, sustancioso y que esté dispuesto a ser entretejido con la riqueza del silencio.