Jorge García, la verdad aunque duela
Por Dalia Acosta
HAVANA TIMES, 26 dic (IPS) — Para el trovador cubano Jorge García sólo podía haber algo en esta vida tan importante como la libertad: «decir lo que se siente, aunque hiera». Así, con la verdad en los labios y en cada canción, vivió con honestidad y una coherencia admirable los 50 años de su vida.
«No veo la canción como un tema que tratar, la veo como una realidad que contar, como una sensación que decir. Se trata de filosofar un poco sin pretensiones de sabio. Lo que sí hago, siempre, es la canción desde la honestidad. Puedo estar equivocado, pero es mi verdad», dijo en una entrevista para el semanario uruguayo Brecha.
Con esa misma integridad y total lucidez, García vivió este mes de diciembre los momentos difíciles que sucedieron a un diagnóstico de linfoma no Hodking. Consciente en toda su magnitud del momento que estaba viviendo, murió sin conformarse pero sereno, la madrugada del pasado domingo 20 de diciembre.
Las cenizas del trovador fueron esparcidas al otro día, justo en el horario del atardecer que tanto amaba, desde un sitio en el malecón habanero conocido como la explanada del castillo de La Punta, donde el año pasado había planificado grabar un «concierto callejero».
«Este sitio fue el único de la ciudad que le enseñé a Jorge», atinó a decir Marta María Ramírez, su «novia», como a él le gustaba llamarle hacía casi 15 años. Justo a ella le tocará seguir de cerca «Trovadamente», un disco-DVD en proceso de producción y en el que García recreó su obra valiéndose de instrumentos antiguos.
«Sus canciones encontraron en las sonoridades renacentistas un reposo, un ‘a gusto’, como si hubieran sido creadas en esas épocas, cuando el laúd y el arpa eran poesía», dijo a IPS Teresa Paz, directora del Conjunto de Música Antigua Ars Longa. «Era como los antiguos trovadores: noble, culto, de una sencillez y especial sensibilidad», afirmó.
A mediados de este año, García, que estudió música desde los ocho años y era graduado del Conservatorio Alejandro García Caturla, de Cuba, escribió a mano en noches y madrugadas interminables cada uno de los arreglos para los instrumentos que usaría de Ars Longa y para el percusionista Ruy Adrián López Nussa.
«Por su expresa voluntad (el concierto) fue grabado en una iglesia en plena avenida del puerto, sin condiciones acústicas, pero él veía lo hermoso en eso, en los sonidos de la ciudad contaminando sus canciones», contó a IPS el realizador Pavel Giroud, quien tenía a su cargo la dirección del DVD «Trovadamente».
«Dejar un legado como éste antes de la partida es privilegio que sólo se permiten no los mejores artistas sino los auténticos, los que aún silenciados en vida, saben que poseen algo propio a lo que alguien, necesitado de recibirlo, acudirá en algún momento», añadió el director de cine.
En tiempos en que cada vez con mayor frecuencia bajo los influjos del mercado y la moda se sustituye la palabra trovador por cantautor, Jorge García defendía su filiación a una única trova cubana, a una trova que se remonta a los tiempos de Sindo Garay y, que a su juicio, se resistía a dividirse en vieja, nueva o novísima.
Ser trovador era para él mucho más que cantar acompañado de una guitarra. «Es una actitud ante el mundo. Es soportar que te digan loco desde la más elemental cordura. Es no temer decir lo que se siente aunque hiera. Es vivir la utilidad de una canción sin ponerle precio y etiqueta. Es una entrega incondicional», confesó a la prensa.
«Trabajar es lo único que he hecho en mi vida», dijo una vez recordando los años 90, cuando, bajo la amenaza de los apagones diarios que asechaban a Cuba en plena crisis económica, se inventó la peña El fandango del candil, un espacio cultural único en La Habana de entonces, que funcionaba sin audio y con velas.
«En bicicleta, con la guitarra en ristre y mucha pero muchas ganas, un montón de velas y otro tanto de canciones, es la imagen que guardo de Jorge, el amigo», recordó Rey Guerra, uno de los más importantes guitarristas cubanos, radicado desde 2003 en Estados Unidos, y el único músico al que Jorge le dedicó una canción.
Con la misma «magia» de aquellas noches de «fandango», Guerra llegó a ser parte de un disco del trovador. «No pude aguantarme y sin querer me vi con mi guitarra tocando con él y aprendiendo sus canciones, sus sentencias agudas y directas, sin adornos ni ornamentaciones manieristas al acto de decir una verdad», dijo a IPS vía correo electrónico.
Fue con ese mismo sentido tan suyo de la humildad en que, en 1999, invitó a un grupo de trovadores a grabar »Vamos todos a cantar», un homenaje de la Nueva Trova a Teresita Fernández, la más importante autora cubana de canciones infantiles que durante años había sido prácticamente olvidada por los medios de comunicación y la oficialidad.
»El hecho de que él (García) esté haciendo este proyecto, me dice que es muy experimentado en solidaridad, en humanidad y en trova, que son palabras y argumentos que a mi siempre me han interesado mucho», opinó en aquel momento el trovador Silvio Rodríguez, uno de los participantes en el proyecto.
Y asimismo dedicó varios meses de 2000 a una sui géneris gira por Cuba. En lugar de privilegiar los grandes escenarios de las capitales provinciales, García favoreció los pequeños espacios, las comunidades perdidas en la ciénaga, en la montaña y hasta en el tiempo, los sitios a donde nunca había llegado un trovador.
Cinco años después, cuando la vida lo llevó de vuelta a la oriental ciudad de Gibara como invitado en el Festival Internacional de Cine Pobre de Humberto Solás, sin planificaciones ni acuerdos previos con las autoridades de patrimonio, le bastó decir: «me gustaría hacer un concierto en el teatro viejo».
Cerrado desde 1972, la edificación construida en 1889 se abrió para acoger a García y a un público fiel que lo acompañó, nuevamente, a la luz de las velas. «Abrimos el teatro por la sinceridad con que Jorge siempre lo hizo todo», explicó a IPS el arquitecto Alberto Mora, quien entonces dirigía la Oficina de Conservación de Monumentos de Gibara.
Volver a Gibara fue uno de los tantos sueños no cumplidos. Tampoco logró realizar una nueva gira por sitios de difícil acceso, cantar en los asilos de ancianos de la capital cubana o reunir en un disco aquellas canciones de Sindo Garay (1867-1968), Rafael Gómez, Teofilito (1989-19719) o María Teresa Vera (1895-1965), a las que solía retornar concierto tras concierto.
A su inauguración discográfica con «Jorge García» (1991), le siguieron «Más Allá» (1996), «Cambios» y «Vamos todos a cantar. Homenaje de la Nueva Trova a Teresita Fernández» (1998), «Hay de todo en la Viña del Señor» (2003), «Jorge García en vivo» (2005) y el CD-DVD «1, 2, 3 trovando» (2008).
Con presentaciones en importantes escenarios de Uruguay, Argentina, Venezuela, Nicaragua y Alemania y una labor sistemática en Cuba, García solía estar ausente de los grandes medios cubanos, principalmente la televisión, aunque sus canciones sí mantenían una frecuencia importante en la radio y en espacios alternativos.
Para quienes siguieron su obra y pasaron sus grabaciones de mano en mano, sus amigos más cercanos y para él mismo, se trataba de la consecuencia directa de haber sido siempre fiel a sí mismo, de no hacer concesiones ni aceptar prebendas, de defender su independencia artística y el derecho a decir, libremente, lo que pensaba.
«He tenido la oportunidad de vivir y trabajar fuera de Cuba. Pero para mí, hasta ahora, no ha sido una opción. Me dolería mucho dejar detrás a los amigos, el mar y el embrujo de la brisa de esta isla», reconoció en la entrevista concedida a Brecha, en 2005, en ocasión de una gira de conciertos por ese país suramericano.
Fueron los tiempos en que el escritor cubano Leonardo Padura debió escuchar varias veces las 14 canciones que integrarían un nuevo álbum y notó que «Jorge vivía sus días y hacía su arte con una coherencia desafiante, como si solo de sus obsesiones, sus rebeldías y amores brotara la inspiración de su trabajo y de su andar por el mundo».
Es la coherencia que se respira cuando el trovador canta «sólo por ti será que no me vaya/tu cuerpo tiene forma de país», cuando denuncia el deambular por las calles de su ciudad de los mendigos nuevos o rechaza a los militares que se adueñan de la tierra, cuando le asegura al amor que le debe «muchos siglos de esperanza».
Con sus canciones, «me di cuenta de que Jorge García, hombre y artista, no podía ser de otra manera porque él era una representación inmejorable de la fidelidad: ante todo a sí mismo y a su responsabilidad artística. Jorge fue, siempre, un empecinado y pagó con gusto, diría que alegremente, las cuotas que exige ser íntegro y cabal», aseguró Padura a IPS.