Crematorio o el funeral de todos

Irina Echarry

Juan Carlos Cremata.  Foto: cubarte.cult.cu
Juan Carlos Cremata. Foto: cubarte.cult.cu

HAVANA TIMES — Juan Carlos Cremata es un realizador que no elude la realidad social, no se acorrala en su proyecto personal ni se enajena imaginando una Cuba idílica. Por el contario, intenta acercarse a eso que llamamos identidad, pero que muy pocos podemos definir en su sentido más profundo; y lo intenta a partir de historias cotidianas que adereza con oficio y bastante imaginación.

El pasado martes 2 de abril, en la sala Chaplin, estrenó su más reciente trabajo cinematográfico con los cortometrajes: Crematorio, en fin… el mal (32 min.) y Crematorio II Más allá del bien y del… mar (26 min.), en una presentación especial de la Muestra Joven del ICAIC.

Más allá… resucita a dos señoras -una blanca, de abolengo y otra negra, su sirvienta-, y las pone a caminar por el cementerio de Colón. En el recorrido pasan revista a algunos cambios que han tenido lugar en la sociedad cubana que, consideran las señoras, han sido para peor.

Así, hablan de las flores, los bailes, la sal, los valores… hasta de los desodorantes.

Con el diálogo, Cremata logra desarrollar un humor reflexivo, y se espera que las reflexiones nos conduzcan por un camino que nos lleve a cuestionarnos. Sin embargo, los chistes y las alusiones se quedan en las consecuencias, no escarba más allá de la hilaridad hasta llegar a las causas que han provocado esos cambios; al decir de uno de los jóvenes espectadores: “manosea la cadena, pero ignora al mono”.

Como resultado, pasan a segundo plano las posibles incongruencias que puedan notarse en el personaje de la señora rica -quien, por momentos, se muestra alejada de la realidad, ajena, encerrada en sus memorias y es la sirvienta quien le recuerda el ritmo de los acontecimientos. Pero otras veces es capaz de juzgar por sí misma con frases lapidarias, acusadoras (a manera de guiños) y muy contemporáneas la situación socio política del país: “Muertos por todos lados. Muertos que se mueren y muertos que siguen vivos. Muertos que siguen gritando ¡muerte! a los que siguen viviendo”-.

¿Sabe o no la señora quiénes son los responsables de los cambios que ahora juzga? ¿Sabe que fueron permitidos (deliberadamente o no) por toda la sociedad? No lo dice, es menos peligroso recordar que la sal de antes era más salada y picante, o insinuar descontento por las flores cultivadas a granel, flores para todo el mundo.

Una cámara tranquila se desplaza junto a las dos mujeres y solo las pierde de vista cuando regresan a la tumba. El corto se convierte en una mirada distante al entorno cultural en que vivimos, el público sonríe, aunque no se reconoce en lo que ve.

En fin… el mal, recrea el funeral de un viejo miliciano incomprendido por la familia, que murió con el puño levantado mientras veía una tribuna abierta por el televisor. La familia casi lo desprecia, solo una hija enferma (en la película le dicen monga) le expresa algunas palabras de amor.

Su esposa decrépita cree que sigue vivo, la hija mayor llegó de Miami para discutir la casa; la amante, su hijo ilegítimo y los nietos, uno santero y otro travesti, solo piensan en no abandonar la vivienda y en ofrecer al muerto lo que en vida él no permitía: un ritual y un show.

Los compañeros de la Asociación de Combatientes también se creen con derecho a la propiedad y, además, organizan una guardia pioneril para el cadáver. Todo converge en una misma escena: el show de los travestis, el ritual del babalawo y el comunicado que declama una pionera. Uno a uno, los familiares se inclinan sobre el ataúd y pronuncian sus últimas palabras para el difunto, siempre llenas de rencor, odio y venganza, en una funeraria que se cae a pedazos.

Las carcajadas retumbaban dentro de la sala Chaplin, la gente se divertía, lloraba de la risa. “Es lo mejor que he visto, me gustó más que Viva Cuba”, dijo una muchacha al salir; un hombre de unos 50 años, proponía que “todas las películas debieran ser tan cómicas como esta, no hay nada mejor que reírnos de la muerte, eso demuestra que estamos vivos”.

Y claro, ¿quién duda de los beneficios de la risa? Como tampoco hay que dudar de sus efectos secundarios. Una risa que te ahoga, generalmente dificulta otros procesos como por ejemplo, respirar bien o ejercitar la mente. Funciona de manera circular: nos reímos, no pensamos y por eso nos reímos más, pero cada vez podemos pensar menos. Cuando la mente se adormece, se queda quietecita, solo hay cabida para la superficialidad.

¿Se percataba el público mientras reía que el objeto observado somos nosotros mismos? Y ¿qué vemos cuando nos miramos? Nada que no sea estereotipos, burla, lipidia, situaciones manidas con un tono carnavalesco, abrumador.

Crematorio II En fin… el mal nos convoca a carcajearnos de nuestra vida miserable (o sobrevida), pero podríamos preguntarnos: ¿Nos dejamos arrastrar por la risa? ¿No será mejor hacer algo para no burlarnos de quiénes somos? ¿O acaso queremos seguir observando nuestro funeral con la boca abierta como si riéramos mucho o como si ya estuviéramos muertos?

5 thoughts on “Crematorio o el funeral de todos

  • Irina,

    Me gustan tus comentarios finales. Creo que en Cuba hace falta una “sociología de la risa”, una “seria” reflexión sobre como la ironía, la burla y el escepticismo chotista se entreteje con el sistema y sus formas de vida. A menudo se dice que la risa es liberadora, pero creo que, más a menudo, es una de las condiciones de nuestro sometimiento – las cosas caminan de una forma precisamente porque mantenemos una distancia irónica hacia ellas todo el tiempo, porque no nos las tomamos en serio.

    Me pregunto, por tanto, por qué dices al inicio que Cremata es alguién que no “evade” la realidad social. Lo que describes al final, “estereotipos, burla, lipidia, situaciones manidas con un tono carnavalesco, abrumador”, es lo que define a todas sus películas, y no puedo imaginarme algo más evasivo, más mitificador. Si bien “manosea” algunos temas sociales, si creo que se acorrala en un mito identario sobre el cubano…no lo desnuda completo, deja intacto al “bufón tropical” que áún nos agrada y simpatiza…

  • Jajaja…Iri, tú también me has hecho reír, aunque no con la película, que no he visto aún. Es que me has recordado a Lengualisa, aquel personaje tan cómicamente canallesco, al que en los años 40-50 dio vida la inmortal Rita Montaner, y que en cada programa radial, derivado de un filme de 1941, solía cantar: “Mejor que me calle, que no diga nada, de lo que tú sabes, de lo que yo sé, eh, mejor que me calle, que no diga nada…” Y es que directamente Lengualisa no atacaba a nadie, sino que dejaba caer el tema para que cada cual lo asociara con situaciones o personajes de la actualidad. Era el equivalente en aquel entonces de jugar con la cadena, pero no con el mono. Y, sin embargo, sus comentarios eran tan indirectamente mordaces que el Gobierno incluso ordenó en cierto momento la suspensión del espacio, y Rita fue objeto de ataques contra su persona. O sea, que a veces cala más el sugerido, que el enunciado.

  • Markus, lo digo por sus otras películas y porque en estos cortos de algún modo también la aborda. ¿Que no profundiza? Es cierto, y es lamentable porque creo que si se decidiera, podría lograr un mejor resultado. Por ejemplo en Chamaco se acercó un poco más, sobre todo al mundo oscurito de la Habana, aunque se limitó al guión melodramático de una obra de teatro y no salió de ahí. También proque creo que al menos tiene la intención de “manosear” esa realidad social contemporánea y lo veo como algo positivo. Creo que es un hombre inteligente, que se cuida para poder seguir filmando en Cuba, y que su inteligencia algún día lo guiará por mejores caminos.

  • Por supuesto. La critica indirecta si están bien hecha es mas devastadoras que las directas. Pero Irina no se la lleva, aun sentada nada mas y nada menos en un Teatro que lleva de nombre, Chaplin. Lo mismo pasa con la risa. Un ejemplo; el Verdugo de Berlanga Nos morimos de risa, sin embargo es una de las mejores películas contra la pena de muerte. Sino la mejor. Basta decir que hoy en España no hay pena de muerte. Hay muchas formas de hacer reír. A veces solo entretiene, por ejemplo, el clásico recurso del pastel en la cara, ( ya mas que gastado) Otra muy de moda hoy en Cuba; la chabacana y la de las malas palabras, que lo que produce es una risa forzada en la boca y no llega a mas nada. Otra como en Berlanga, que calan y crean consciencia. Pero esta ultima requiere algo de sofisticación e introversión tanto por parte del publico como de los críticos cinematográficos.

    “¿Se percataba el público mientras reía que el objeto observado somos nosotros mismos? Y ¿qué vemos cuando nos miramos?” Aquí si veo algunas preguntas validas.

  • No se…aunque suene un tin radical, creo que más bien participa en mantener vivo ciertos mitos identitarios. Yo entiendo lo que dices, pero mi apuesta es que sencillamente “no da otra cosa” – si tuviera algo más “profundo” que decir, lo haría…o usaría su inteligencia para plasmarlo en las entre-lineas. A eso voy con “evasión” – yo considero “evasión” incluso los retratos más “verosímiles” del sub-mundo habanero y cubano si estos no apuntan bien a las causas. La crítica de Erasmo para con Daranas iba en esta dirección…

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