Una nueva “normalidad” en Cuba

Por Rachel D. Rojas  (Progreso Semanal)

Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES – El Consejo de Ministros aprobó el Plan de la Economía de este año, con el fin de hacer los reajustes que la realidad impone y lograr las condiciones para la recuperación del país, en un escenario post COVID-19. Así publicó el diario Granma en un texto que fue retirado en la mañana del lunes 4 de mayo y luego fue publicado nuevamente, al final de la tarde de ese mismo día.

Durante la reunión reseñada, el viceprimer ministro Alejandro Gil identificó los elementos de costumbre, puntos que desde hace tiempo han sido considerados claves para el desarrollo de la economía cubana y que de una forma u otra figuran aun en la lista de pendientes: aumento de exportaciones; encadenamientos productivos; producción nacional de alimentos —identificada en numerosas ocasiones como un asunto de seguridad nacional—, así como la de medicamentos y productos de aseo; y ahorro de recursos, especialmente energéticos.

El reajuste del plan económico, en vista de los impactos negativos que ha generado el COVID-19 en Cuba, se basa fundamentalmente y de forma crítica en la reducción radical de gastos.

Esto, desafortunadamente, tampoco es nuevo. Ya desde antes se había orientado el ahorro como premisa, casi como filosofía de vida. Un ejemplo concreto fue en septiembre de 2019, cuando Estados Unidos comenzó a perseguir y sancionar el petróleo que llegaba a Cuba; pero también desde mucho antes, en varias ocasiones.

Entonces se hace un llamado desde las más altas autoridades del país a ser creativos, y al aseguramiento de aquellos renglones de exportación que podrán aportar ingresos al país una vez que se estabilice el comercio internacional. La producción de algunos rubros de exportación mencionados por Alejandro Gil, como el tabaco, el ron, el carbón vegetal y los productos biotecnológicos deben priorizarse. Explicó que de las reservas creadas dependerá un monto significativo de ingresos de divisas al país.

Solo el tabaco, según afirmó el ministro de agricultura Gustavo Rodríguez Rollero equivale a 300 millones de dólares. Para tener otra idea, en la página International Trade Satistics, se declara un valor de más de 424 millones de dólares obtenidos en 2019 por los cuatro rubros de exportación que mencionó el viceprimer ministro cubano. Pero el cálculo es más que obvio si tenemos en cuenta que Cuba debe importar dos mil millones de dólares en alimentos cada año. Sencillamente no alcanza.

Por tanto: ir más allá, ser creativos. Una de las ideas más consensuadas (y divulgadas en diversos medios) entre economistas y especialistas cubanos es precisamente a la que se refirió Miguel Díaz-Canel en este Consejo de Ministros. Allí, según el reporte de Granma, el presidente cubano planteó la necesidad de dirigir el trabajo de la Comisión Permanente de Implementación y Desarrollo en función de evaluar “cómo, de una manera más rápida, más decidida, más organizada, implementamos un grupo de cuestiones que están pendientes (…) en la Conceptualización del Modelo Económico y Social”.

“Entre esos elementos aún no puestos en marcha, mencionó algunas formas de gestión [económica] y propiedad; el redimensionamiento del sector empresarial y del privado; y la adecuada relación que debe haber entre ambos”, se refiere en el reporte. Y agregó el presidente: “no se trata de improvisar, sino de introducir en los esquemas económicos y en las políticas de desarrollo, los nuevos actores y prácticas que han estado aprobadas en la Conceptualización, en los Lineamientos de la Política Económica y Social, y en las Bases del Plan de Desarrollo Económico y Social hasta 2030”.

Los documentos que amparan estos cambios a implementar tampoco son nuevos. La Constitución cubana más reciente se refrendó recién el pasado año. No obstante, la “Conceptualización del modelo económico cubano…” y las “Bases del Plan de Desarrollo…” fueron aprobados en 2017. Por su parte, los Lineamientos fueron discutidos y publicados en 2011, hace nueve años.

Mientras, en los hogares…

“Se trata de garantizar la vitalidad del país, la alimentación de la población y que el impacto económico se absorba con el menor costo social posible; que distribuyamos entre todos los cubanos esta carga en función de salir adelante”. Esta fue una cita de las palabras de Alejandro Gil omitida en el artículo republicado en Granma, el cual no agregó ninguna ampliación de los datos divulgados, sino que, por el contrario, contenía dos párrafos menos.

El otro fue este: “No comenzarán nuevas inversiones y se paralizarán temporalmente las que están en fase inicial de ejecución. La prioridad, dijo Gil Fernández, será ahora para las que se terminen este año; después, las de períodos posteriores”.

Esta información, sobre el detenimiento de las inversiones proyectadas en Cuba a mediano y largo plazo, ha sido televisada y explicada con anterioridad en palabras del propio viceprimer ministro en el programa Mesa Redonda. El país, como mismo hacen las familias, traza prioridades: alimentación, salud, educación, garantizar ingresos, por muy difícil que sea. No es un secreto que las brechas de desigualdad socioeconómica se han ampliado en el país visiblemente en los últimos 30 años. No lo es tampoco, menos para una sociedad que sobrevivió la década del noventa, que todas las crisis tienen costos sociales.

Los hogares cubanos enfrentan ahora una nueva crisis: sus miembros deben mantenerse en casa la mayor cantidad de tiempo posible e incrementar las medidas higiénicas, específicamente el frecuente lavado de manos. Pero el hacinamiento, el mal estado de muchas viviendas, las dificultades en el abastecimiento regular de agua y la crónica escasez de productos de aseo y de alimentos no permiten a todos asumir la cuarentena orientada por las autoridades con la disciplina y el rigor requerido.

Durante años la demanda de estos productos, servicios y condiciones de vida ha sido mayor que la oferta posible. Ahora se agrega la restricción de movimientos y servicios, la exigencia de cumplir con los aislamientos, y por ende el aumento del consumo de algunos servicios (hidráulicos, eléctricos) y productos (alimenticios y de aseo).

Se ha insistido además en que continuará la regulación de las ventas de productos alimenticios y de aseo. Se trata de una medida de emergencia para proteger el acceso de las mayorías. No obstante, emergencia implica una corta temporalidad, en lo que se ordena el proceso para aumentar verdaderamente esas producciones. Basta con observar el comportamiento de las ventas de carne de cerdo en La Habana, un alimento de alta demanda en el país, para notar que los productores dejaron de concurrir al espacio del mercado donde el estado topó los precios —una vez más— en abril de este año. Si usted quiere comprar cerdo, más le vale revisar los anuncios clasificados de Revolico antes que acudir a la plaza agropecuaria de su barrio. El resultado es que se dificulta obtener los alimentos tanto en la red estatal a precios regulados por su disponibilidad, como en el mercado negro por los precios exorbitantes.

Por tanto, la distribución consciente de la escasez no es una novedad. En algo fue muy claro el viceprimer ministro, a quien más de una vez en los últimos años le ha tocado explicar situaciones complejas con claridad y serenidad: “Se trabaja para tener las menores afectaciones a los trabajadores y la población en general, pero las habrá, pues no se puede distribuir una riqueza que no se ha creado”.

La segunda economía, también conocida como mercado negro, por lo general se adapta mucho más rápido que los mecanismos estatales. Es cierto lo que apunta el presidente cubano: hay que ser creativos. Y también hay que echar mano a las recetas que ya fueron consensuadas y aprobadas en el país hace años, pues simplemente no hay más tiempo. El futuro de muchísimas personas depende de avanzar en alguna dirección, preferiblemente en la que ha sido escogida por la mayoría.

#CuandoEstoPase significa para Cuba asumir una reconstrucción que apunte a un mejor lugar que el que teníamos antes del Coronavirus. La normalidad será otra de todos modos.