Sonny Boy in memoriam, el cubano de la Isla de Pinos

Sonny Boy

HAVANA TIMES – Sonny Boy, nombre artístico de Arnold Dixon Robinson según fuera registrado por la ley cubana, que obliga a reconocer padre y madre, me habló con orgullo de su amistad con Harry Belafonte. De visita en la Isla de Pinos, recién bautizada como Isla de la Juventud, el neoyorquino recibió como regalo de las autoridades locales, la singularidad de un músico de piel oscura, de padre nacido en Cayman Brac y madre jamaiquina.

La música, lenguaje universal y el inglés común, fueron suficientes. Belafonte quedó sorprendido al escuchar versiones antiguas, auténticas piezas de museo, de algunos temas que le llevaron al top ten del mercado musical tres décadas atrás.

De mis largas conversaciones con Arnold Dixon, siendo vecinos y además yo reportero de la emisora local, Radio Caribe, recuerdo sus comentarios sobre el asombro del visitante norteño al conocer una versión de Matilda anterior a la que le produjera tanto éxito en su país. También escuchó un You are my sunshine muy movida, bien lejos del suave lirismo melódico registrado en las versiones de Sinatra o Bing Crosby, sin faltar, porque fue un ejemplo recurrente para el entrevistador, su versión de She ill be coming round the mountain, when she comes, bajo la influencia del calor caribeño.

Envuelto en su activismo político, el artista famoso siguió de gira por el mundo, mientras el niño soleado o el hijito varón, sunny boy o Sonny boy, como le decía su padre de pequeño, vivió los 92 años de su vida en la casa que lo viera nacer, esquina de las calles 32 y 41 de Nueva Gerona, que con sus 40 mil habitantes, reúne a la mitad de los siempre llamados pineros.

El legado de Sonny Boy and his band, nombre que finalmente adoptó la agrupación musical por él liderada, consiguió la singularidad de conservar la tradición anglófona caribeña de un siglo atrás, agregando células de las tradiciones cubanas asociadas a la colonia española, especialmente el llamado Sucu suco, una variante del son montuno, reconocida como expresión endémica de la Isla de Pinos.

De lo anterior destacan temas sabrosos, uno de ellos es Pepín Bucanero, Sucu Suco de notas claras, bien definidas las voces y los instrumentos, cuya letra nos lleva al pasado de cuando la piratería encontró en la ínsula al sur de Cuba un refugio recurrente.

Me asisten encontrados sentimientos al hacer mención obligada de los premios recibidos por Arnold Dixon Robinson: en el ocaso de su existencia, Cubadisco, evento anual de la industria musical, le hizo un reconocimiento especial, consecuencia del disco grabado en 2006, en tanto el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello lo había calificado de “Memoria Viva”, personalidad del año 1997.

En su página web de presentación, la referida institución nos dice:

“Memoria Viva es un gran reconocimiento a la labor diaria y desinteresada que estas personas, en su condición de practicantes, aficionados y/o promotores culturales naturales, realizan en las comunidades para preservar y difundir las expresiones tradicionales de nuestra cultura popular”.

Duele saber que de Sonny Boy apenas se puede encontrar un video en YouTube. Con mucha paciencia el buscador de Google nos ofrece algunas pistas musicales suyas carentes de imágenes en movimiento. Tal desamparo contrasta al leer y escuchar los panegíricos acostumbrados en la hora de su muerte física.

Esta falta de atención en un país donde el Estado rige como señor soberano sobre la difusión de la cultura, acompañó al artista tanto como le confortaron en su humana sencillez los sillones gastados de su casa, donde compartimos algunas inquietudes, marcadas por la sobriedad anglosajona de su educación familiar.

Sonny Boy tocando con una de sus hijas.

Adjunto una opinión tomada de los estudiosos locales, José Antonio Cabrera Navarrete, profesor de la Universidad de la Isla de la Juventud “Jesús Montané Oropesa” y Annara Cabrera Espinosa, profesora en la Escuela Primaria “Josué País García” de Nueva Gerona.

“Los ritmos y bailes caribeños presentes en la música pinera y su cultura pasan por momentos difíciles. Asunto que debe ser revertido para rescatar esa parte del patrimonio cultural pinero pues están prácticamente en fase de desaparición, tras la muerte de los portadores originales que la cultivaron. Para su rescate se han propuesto varios proyectos, pero han quedado solo en las buenas intenciones”. (Tomado de: Sony Boy. Música, interculturalidad e identidad caribeña. Observatorio de las Ciencias Sociales en Iberoamérica.)

Arnold Dixon Robinson se paseaba en silla de ruedas por su casa cuando fueron escritas las anteriores palabras. Respondía con viveza, se entonaba lento pero seguro al vocalizar, compartiendo sus últimos cumpleaños.

Mi existencia ha dado otros giros. Manejando mi pequeño Honda Civic 2012 por una avenida de Hendersonville, Tennessee, leo que esta larga calle de la extensa patria de su amigo fugaz Harry Belafonte, lleva el nombre de otro cantante, orgullo de la Country Music, Johnny Cash.

Buscando en YouTube, tanto del primero como del segundo, abundan los videos en la red. You are my sunshine por Johnny Cash, solo de guitarra, voz cálida, íntima, me agrada. Finalmente aparece, como sacada de una gaveta polvorienta, la versión de nuestro Sonny Boy.

De seguro los lectores, al rastrear música cubana en la red, se darán cuenta que el asunto no juega con el consabido contraste entre país rico y país pobre. El hijo de caimanero y jamaiquina, nacido en la Isla de Pinos hace 92 años y medio, nos acompaña en la persistencia para que no terminemos difuminados entre la desidia neblinosa que amenaza hacerse historia.

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