Reordenamiento del mercado informal habanero

Por Mario Local

HAVANA TIMES – La percepción de much@s en la capital es que: “Cien pesos ya no son nada en estos tiempos”, y que para alimentar a la familia no importan los sacrificios que conlleve. Contrario al pasado año, se va haciendo habitual que las personas transiten con 200, 500 o más pesos como dinero de bolsillo “… por lo que pueda aparecer” –comentan entre sí algunos pobladores mientras hacen colas (filas).

El reordenamiento económico oficial en Cuba, ya casi llega a sus cuatro meses de instaurado con muy elevados precios en productos y servicios.

Paralelo a esta realidad, el mercado informal -nombrado “Negro” en la Isla- muestra una salud férrea, en su propio reordenamiento económico de ofertas, que puede superar al estatal en el doble, triple o más de precio, según se dispare la demanda.

La escasez en el suministro oficial sigue siendo el primer motivo por el cual es fecundo este tipo de mercado. Una actividad comercial, que muy por el contrario del trabajador por cuenta propia no posee licencia u otros autorizos establecidos para existir y su fuente fundamental de abastecimiento es el propio mercado estatal.

Algun@s prefieren comprar “…a 120 cup la jaba de papas o malangas, para no tener que hacer las (largas) colas…”, aunque estas no posean las libras que declaran los vendedores ocasionales. “…pero es que casi me lo llevan a la puerta de la casa…”, declaran o “contra el tiempo de hacer colas, prefiero pagarl@s…” -añaden.

No hacer colas desde las cinco de la mañana -si es tenido en cuenta el toque de queda- hasta lograr la compra en varias horas de expectación, contra una multitud que compite en tiempo, necesidad y en el irrespeto por el orden en ellas, se van sumando a las buenas razones que fomentan las preferencias por el mercado informal.

Los improvisados vendedores –quienes aparecen detrás de una esquina o se ocultan en unas escaleras o pasan por tu lado haciendo el aviso entre dientes y con jabas llenas de productos- poseen varios medios de abastecimiento.

Desde ordenar adquisiciones a los propios vendedores de los productos que oferta el Estado de manera racionada, a un precio mayor -parte esto de la corrupción normalizada en el país. O realizando compras propiciadas desde las mismas colas –en ocasiones por una cantidad de mercancías mayor a lo establecido por persona.

También llegan a acuerdos con quienes poseen pequeños espacios de cultivo o los orígenes se encuentran entre aquellos beneficiados con productos más escasos como la leche. Distribución esta última asignada a niños y/o a enfermos en general (diabéticos, VIH SIDA, úlceras estomacales, de colesterol alto y otros) y que su venta representa un incremento a los aún cortos ingresos que reciben algunas personas, teniendo en cuenta la devaluación actual de la moneda.

Así aparecen en esa oferta informal: los cárnicos (pollo fundamentalmente), panes, viandas, huevos, arroz, azúcar, aceite comestible, entre otros. A estos se agregan: detergente, champú y acondicionador de cabellos, desodorantes, papel sanitario, alcohol y otros más.

Pues la carne, hígado y picadillo de res, pescado, yogures, quesos y mantequillas se comercializan en las tiendas en MLC, entre otros que tienen la característica de ser productos utilitarios, necesarios y populares. La MLC (Moneda Libremente Convertible) se traduce fundamentalmente en dólares remesados desde el exterior.

Como es de esperar en el mercado informal, los precios oscilan por la data de ausencia del producto y por la necesidad particular de cada núcleo familiar –algunos amplios y/o con niños en casa toda la jornada por la covid.

A lo anterior se agrega también los días a “finales de mes”, así como la propia dinámica comercial y en ocasiones varía el precio por la “cara dura” o desfachatez de algunos vendedores, que abusan de la necesidad de quienes compran.

Se debe mencionar que a “finales de mes” a la gran mayoría de las familias ya se les agotó lo que el Estado entrega por la libreta de abastecimiento, una especie de cartilla de racionamiento, de restringida cantidad y variedad.

Es justo tener en cuenta, que much@s de los vendedores ocasionales no siempre poseen otros medios de ingresos, a pesar de que entre ellos uno puede encontrar personas “buenas y sanas” -como decían las abuelitas. O sea, jóvenes que no han hallado convenientes las ofertas laborales ofrecidas por el Estado –la agricultura entre ellos.

Igualmente se abre el espectro hacia personas de más edad buscando ingresar dinero extra. O hacia personas con padecimientos de salud, como el alcoholismo, u otras que de alguna manera son desfavorecidas o vulnerables y que no son atendidas de manera eficaz o adecuadamente por el Estado y que por necesidad devienen también en vendedores ocasionales

Por otro lado, amerita señalar que muchos de esos vendedores más jóvenes forman parte de las migraciones que se establecen en La Habana y que es un flujo regular desde el interior del país y que se asienta sin poseer la adecuada protección legal.

Es decir, no tienen maneras de poder licitar su posición dentro de la ciudad y optar por trabajar legalmente. En muchos casos ya tienen formadas familias en esta área geográfica y se agregan a familias ya establecidas o habitan en las lindes de la ciudad en improvisadas viviendas.

El mercado informal existe desde hace muchísimos años en Cuba y negar su institucionalidad por fuerza, adaptabilidad y sobrevivencia es querer ignorar las condicionantes que lo sostienen.

En esto, uno de los horcones más importantes en su reordenamiento y presencia es el convencimiento en los clientes de que “no queda más remedio” o “que esto no lo cambia nadie”, rezumando conformidad ante lo irremediable, porque no creen ser actores para un cambio en el sistema económico y social en bien y mejoría de la población toda.

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