Qué susto, terremoto en oriente cubano

Rosa Martinez

Imagen del USGS de una de las replicas del terremoto del 20 de marzo.

HAVANA TIMES, March 25 — Aunque ya han pasado varios días del temblor de tierra que movilizó a santiagueros y guantanameros, todavía me siento nerviosa de solo recordar el hecho. Es por eso que escribo mi experiencia sobre este fenómeno, el de mayor intensidad en nuestra isla desde hace más de 50 años.

El sábado es, para muchos cubanos, el mejor día de la semana. Algunos aprovechan para pasear con sus parejas y salir de la rutina del hogar. Varios hombres se reúnen en el vecindario, o fuera de el, para tomar dos o tres traguitos y hasta diez, y de esa forma comentar lo más interesante que haya ocurrido. Las madres trabajadoras, como yo, aprovechamos para lavar y limpiar y también para compartir con nuestros hijos.

Este sábado en Guantánamo fue bien diferente. Los guantanameros nos mantuvimos unidos y solidarios, como ocurre siempre en este tipo de experiencia, pero estuvimos también muy perturbados.

La mañana estaba hermosa e invitaba a ir de picnic a cualquier lugar fuera de la ciudad, pero yo tenía un deber que cumplir: salir en busca de vegetales y algunas viandas para asegurar parte de la comida para la próxima semana. De regreso a  casa lavé algunas ropas y después convencí a mis hijos, David, de 3 años, y Magela de 7, para que durmiéramos la siesta.

Ellos se durmieron rápidamente y yo, haciendo un esfuerzo, también. Apenas habían pasado unos minutos cuando un fuerte movimiento me hizo levantar súbitamente. Vi la cara asustada de mi esposo, que venia de la otra habitación. No hizo falta decir palabra alguna, agarré por un bracito al niño que aún dormía y Carlos, mi esposo, atrapó a Magela, quien no entendía el porque del corre corre.

Con los niños en brazos, llegó el segundo tembleque, ahora acompañado de un  sonido muy fuerte, y parecía que el techo de zinc caería sobre nosotros. Aunque estábamos aterrados no nos detuvimos en ningún momento. Logramos salir de la casa  y nos unimos a los vecinos de la cuadra que en su totalidad se encontraban en la calle. Eran  las 2 y 08 minutos de la tarde.

Entre el primer temblor y el segundo sólo pasaría un segundo, pero fue tiempo  suficiente para que le pidiera a Dios, Obatalá, Shangó, y a todos los santos que conocía y a otros que inventé. A todos imploré por la protección de mis hijos, de mi familia, amigos, de todos los cubanos. Sin quererlo pasaron por mi mente las imágenes de Haití, y no podía creer que algo semejante pasara en mi querido Guantánamo.

Todo el mundo en la calle

Mi madre se encontraba en casa de una prima cuando la sorprendió el movimiento telúrico. Llegó corriendo despavoridamente y gritando. Los vecinos, preocupados por ella, se acercaron para tratar de calmarla; la besé, la abrasé, le di agua, pero nada la calmó, y sólo media hora después dejaría de sollozar.

Realmente el miedo nos hace actuar de forma increíble. Cuando estábamos fuera de peligro, aparentemente, comencé a temblar; esta vez, las lágrimas no salieron, las piernas se encargarían de mostrar mi gran tensión.

Guantánamo, Cuba

Ya más calmada mire tres cuadras más arriba y me percaté que no quedó nadie en sus casas: niños, viejos, inválidos, todo el mundo estaba en las calles.

Rosita, mi vecina, no sabía como arreglárselas con su hijo, que es de anjá. -Llévatelo para ese lado que esta vacío- , le dije, mientras miraba a Luis, que no decía ni hacía nada, pero ¿para qué?, pues su cara hablaba sola.

Mary, como siempre, apeló a sus píldoras, e imagino que no sería la única en todo el municipio, porque yo hubiera hecho lo mismo de no ser tan meticulosa después de ver tantos programas de la Dosis Exacta.

Voy a ver si me comunico con mi tía, le dije a mi mamá. Intento fallido: No había comunicación telefónica. Más tarde recibiría la noticia que mis familiares de Santiago estaban tan asustados como nosotros, pero todos estaban bien físicamente.

Miles de personas repletaron los parques, plazas culturales y áreas deportivas de la ciudad. La plaza Pedro Agustín Pérez, en el centro de la ciudad, y la de la Revolución Mariana Grajales, del reparto Caribe, fueron de los lugares donde más se concentraron más personas. En el sur, las familias se reunieron en la plaza recreativa Polvo en el Viento y en el área de Bitilla, campo de béisbol que aunque no está en buenas condiciones deportivas si funcionó muy bien como refugio.

En los hospitales, los pacientes que pudieron trasladarse por sí mismos, abandonaron las salas acompañados del personal médico y de los paramédicos; los que se encontraban en los servicios de urgencias continuaron recibiendo la atención médica requerida.

Los policlínicos se llenaron de personas que acudieron principalmente por presión arterial elevada o por shock nervioso.

En la prisión la desesperación fue diferente. Los reclusos, al no poder alejarse del inminente peligro, gritaron alterados ¡saquéenos!, ¡saquéenos!  No quiero ni imaginarme como sería estar encerrada en un caso así.

En La Yaya, poblado del municipio Niceto Pérez, ocurrió lo insólito. Juan, un vecino del edificio número 5, no sabía cómo salir de su apartamento y saltó desde el tercer piso. Afortunadamente unas tendederas lo aguantaron y no sufrió mayores daños.

Principales daños

El sismo que tuvo su epicentro a 62 kilómetros de la ciudad de Santiago de Cuba, no provocó muchos daños materiales o humanos en Guantánamo. Fue el pánico el mayor de todos los perjuicios.

Santiago de Cuba. foto: progressionUK

Las principales afectaciones fueron el agrietamiento de paredes de varios edificios y viviendas.

En el  municipio de Caimanera, territorio donde se encuentra la ilegal Base naval norteamericana, se cayeron algunas viviendas. Aquí el niño Jonnys Rodríguez Alfonso, de 13 años, sufrió una fractura de clavícula y algunos magullones, como resultado del derrumbe de una pared a medio construir en su casa. La desgracia que casi acaba con su vida, paradójicamente, le permitió conocer personalmente a nuestro presidente Raúl Castro, quien lo visitó y conversó buen rato con él.

En Guantánamo no hubo daños en las telecomunicaciones, como tal;  pero si fue muy difícil comunicarse con familiares o amigos por esta vía, pues el servicio se vio afectado por la congestión en las líneas.

El daño más importante causado por el fenómeno natural fue el psicológico. Mantuvo a muchas familias fuera de sus casas hasta las 6 de la tarde, aproximadamente, pero algunos no entraron hasta bien entrada la noche. Y aunque la población, en su mayoría, fue a  dormir más tarde o más temprano, algunos no pudieron pegar el ojo, y los que sí lograron dormir, lo  hicieron como yo,  con  un ojo abierto y otro cerrado, por si acaso.