Más hogares dependen de remesas familiares en Nicaragua
Los sacrificios de “Carlos”, “Donald”, “Patricia”, “Andrés”, “Enrique” y “Raúl” para enviar remesas, el rubro económico que más crece en Nicaragua
Por Cindy Regidor (Confidencial)
HAVANA TIMES – Flujos de personas van, flujos de dinero vienen. Cual si fueran ríos, decenas de miles de personas han salido de Nicaragua hacia el norte, hacia el sur y más allá del Atlántico. Muchos huyen de la persecución política en el país, y otros migran en busca de una mejor (o alguna) oportunidad económica. La mayoría con la meta de poder enviar remesas a los familiares que dejan en su patria.
La crisis sociopolítica y económica prolongada por más de cuatro años en Nicaragua, ha obligado a más de medio millón de nicaragüenses a salir hacia Estados Unidos, Costa Rica, España u otros destinos. La falta de empleo, el salario que no alcanza, el alto costo de la vida, la desesperanza y la incertidumbre los empujan a dejar su país, aunque el dictador Daniel Ortega –autoaislado de la comunidad democrática internacional– culpa a las sanciones de Estados Unidos impuestas contra sus funcionarios y operadores políticos por las violaciones de los derechos humanos y la corrupción.
Al cerrar 2022, las remesas en Nicaragua habrán crecido un 38%, según la tendencia observada hasta agosto de 2022.
En 2021, Nicaragua recibió 2146.9 millones de dólares en remesas, y en 2022 se prevén 2970 millones de dólares. Un monto que superaría el Presupuesto General de la República de 2021, que fue de 2918.4 millones.
En un país de 1.6 millones de familias, 850 000 de ellas estarán recibiendo remesas hacia finales de 2022, es decir, la mitad de los núcleos familiares existentes en Nicaragua, según el investigador y especialista en temas migratorios y de remesas de Diálogo Interamericano, Manuel Orozco. Esos hogares, además, son cada vez más dependientes de ese ingreso, pues consiste (en promedio) en un 70% del ingreso total percibido por la familia, agrega.
Remesas para gastos del hogar y estudios
“Carlos”, un nicaragüense que reside en una pequeña ciudad de Wisconsin, Estados Unidos, desde la década de 1990, asegura que el envío de remesas a Nicaragua “es un gran impulso al núcleo familiar y, a la vez, estamos inyectando, invirtiendo en la economía del país”.
Él salió en 1983 de Nicaragua hacia Costa Rica por razones políticas, pues su familia no simpatizaba con el sandinismo. “Ellos (el Gobierno) arrestaban a opositores. A mi papá y a mis hermanos los arrestaron en una ocasión, por lo que mi mamá me envió a Costa Rica”, recuerda.
Regresó en 1990 a Nicaragua, pero en 1992 se ganó una beca para estudiar en Estados Unidos. Luego conoció a quien se convertiría en su esposa, y finalmente se asentó junto a ella en ese Estado del Medio Oeste estadounidense.
En un municipio de Granada quedaron su mamá y su hija de un año, a quienes empezó a enviar dinero para sus gastos. Hoy su madre ya ha fallecido y su hija, que ya es mayor de edad, se trasladó a EE. UU. a vivir con él. Pero “Carlos” no dejó de enviar ayuda financiera, para sus hermanos y su padre, aunque este último falleció recientemente a causa de la pandemia de covid-19.
Actualmente, “Carlos” envía unos 800 dólares mensuales: 500 dólares destinados al pago de la universidad privada de un sobrino, y el resto para los gastos de subsistencia de su hermana y quienes viven con ella.
Como “Carlos”, decenas de miles de nicaragüenses envían dinero desde Estados Unidos, el país del cual proviene más del 70% del total de las remesas que entran a Nicaragua, explica Orozco.
Los porcentajes también lo confirman los datos más recientes del Banco Central de Nicaragua: el origen principal de las remesas en el tercer trimestre de 2022 son Estados Unidos con el 78.8% del total, seguido de Costa Rica (7.7%), España (7.5%), Panamá (1.8%) y Canadá (1.0%).
Que el dinero provenga mayoritariamente de Estados Unidos no solo se debe a que un mayor número de migrantes nicaragüenses asentados en ese país envíen dinero a sus seres queridos, sino también a un sustancial incremento de migrantes que recientemente optaron por ese país como su destino. Orozco estima que ya hay más de 500 000 nicaragüenses en la nación norteamericana y que más de la mitad llegó después de 2018, producto del estallido de la crisis sociopolítica y económica en Nicaragua.
“Llegaron en un momento de pandemia, pero, al mismo tiempo, la economía está pasando por un ‘boom’. Hay un ritmo económico importante y ha sido facilitado por la mano de obra extranjera y eso incluye a los nicaragüenses”, detalla el especialista.
“Donald”, es uno de esos nicaragüenses recién llegados a Estados Unidos. Desde el año pasado vive en una ciudad del Estado de Florida, donde realiza labores manuales para juntar dinero y enviar a Managua unos 200 dólares al mes para ayudar a su madre, su hermana y sobrinos, quienes usan ese dinero para completar el gasto de la casa, aunque ha habido meses en que “Donald” ha tenido que asumir el 100% de ese gasto.
“Lo normal es que envíe un máximo de 200 dólares, aunque hubo un mes que mandé solo 50. Hace unos días les puse 170 dólares, porque mi hermana no tenía para pagar el abono de su moto y de un celular que acaba de comprar, pero sé que antes que termine el mes, tendré que enviar un poco más”, explica.
Si bien el grueso de esos recursos tiene como finalidad asegurarse de que la madre y el resto de la familia puedan comprar la canasta básica, cubrir algunas deudas, y “hasta para pagar el alto cobro del recibo de electricidad”, “Donald” refiere que, en ocasiones, también tuvo que hacer un esfuerzo adicional para cubrir compras extraordinarias.
“Una vez tuve que enviar un poco más de dinero para regalarle a mi madre una freidora de aire, porque estaba de cumpleaños. En otra, para complementar el costo de una refrigeradora nueva, además que estoy pagando mensualmente el celular nuevo que se compró a crédito para que lo use ella”, detalló.
¿Cuánto dinero envían los migrantes nicas a Nicaragua?
Quien lleva más tiempo en el extranjero tiende a enviar más dinero, como es el caso de “Carlos”, pero la diferencia con quienes llegaron recientemente no es sustancial, dice Orozco.
Los migrantes nicas en Estados Unidos y en Panamá envían mayores montos, y los han aumentado con el paso del tiempo. En 2019, enviaban, en promedio, 230 dólares por mes, mientras que para junio de 2022 estaban enviando 340 dólares mensuales.
Frente a la situación económica en Nicaragua, los migrantes responden ya sea trabajando más, para ganar más plata; o se “aprietan más la faja”, es decir, dejan de gastar en sus necesidades para ahorrar y enviar más dinero a sus familias. En general, el incremento en montos enviados entre un año y otro podría ser de 7% pero, además, sube el número de envíos anuales: si antes enviaban de forma mensual, es decir 12 veces al año, ahora envían 14 o 15 veces al año.
“Patricia”, migrante nicaragüense viviendo en Panamá desde 2019, envía 500 dólares a su familia en Chinandega, el salario completo que devenga de su empleo como cuidadora de niños. “Mi prioridad fue siempre mejorar la vivienda y lo hice. Me interioricé que quería hacer eso, siempre mandé para lo de la casa, para empezar a construir los cuartos, mejoramos la cocina y así”, cuenta.
Por otro lado, los nicaragüenses migrantes en Costa Rica siguen enviando entre 80 y 100 dólares mensuales, explica Orozco. “No pueden enviar más porque apenas están recuperándose de la recesión económica (en ese país) que empezó en 2018”, añade.
“Andrés”, nicaragüense de 28 años residente en Costa Rica, envía 100 dólares a su madre, que vive en un municipio de Jinotega. Llegó en 2013 a ese país, para trabajar y estudiar. Empezó laborando en una heladería, luego como asistente, después en una joyería, mientras estudiaba para ser maestro. En ese entonces mandaba 50 dólares, el mayor monto que estaba dentro de sus posibilidades. Ahora que ya empezó a trabajar como docente aumentó al doble la remesa para los gastos de su mamá, quien también recibe apoyo económico de sus otros hijos que salieron de Nicaragua.
Las remesas como salvavidas económico
El rol de “salvavidas” de las remesas en Nicaragua sigue siendo el mismo. “La gente envía dinero independientemente de si hay crisis o recesión (en los países donde han emigrado), porque responden a una responsabilidad social familiar que implica compromisos, ajustes, sacrificios”, apunta Orozco.
La tendencia “salvavidas” se ha acentuado con el aumento del actual e inédito flujo migratorio. En tan solo dos años, entre 2021 y 2022, hay más de 400 000 nuevos migrantes, lo que, en términos prácticos, genera un aumento mínimo de más de 250 000 transacciones o envíos entre un año y otro, calcula el experto.
El 70% de estos nuevos migrantes empieza a enviar dinero el mismo año en que salen, por lo que, para 2022, el aumento mínimo será de 150 000 transacciones.
En algunos casos, los familiares en Nicaragua están desempleados, porque la persona que partió era la que tenía un trabajo, pero no le daba el salario. El hogar quedó entonces sin fuerza laboral empleada, y el migrante envía más de lo que ganaba en el país para mejorar la condición de la familia, detalla Orozco.
El sombrío panorama económico en Nicaragua presiona al migrante, que conoce los problemas que enfrentan los seres queridos que dejó en su país de origen: la inflación, el alto costo de vida con una canasta básica que supera los 18 000 córdobas (500 dólares) y el desempleo.
“Andrés” dice que la calidad de vida de su mamá no ha mejorado, a pesar que recibe más dinero del exterior. “Ella me ha comentado bastante sobre el incremento de los productos de la canasta básica, entonces viene siendo igual que le mande 100, a los 50 (dólares) que le mandaba antes. Los gastos son casi el doble”, comenta.
En el caso de la familia de “Carlos”, el aporte de 200 a 300 dólares que le entrega a su hermana representa el 25% de los ingresos mensuales totales en esa casa, en la que viven ella, su hija, su yerno y tres hijos. Solo el yerno trabaja en una empresa adscrita al régimen de zona franca.
La hermana de “Carlos” se queja de que los trabajos en el país “están malos”, de que el sistema está muy corrupto y solo se consiguen puestos “por conectes”. También dice que el costo de la energía es muy alto, que la comida está “carísima”. “Dice que la comida es lo más caro: la carne, el cerdo, los vegetales…. La remesa que mando es un alivio, más que para solventar toda la responsabilidad. Cuando se necesita más, mando un poquito más”, explica “Carlos”.
200 000 nuevos hogares dependen de remesas en Nicaragua
Las familias de “Carlos”, “Donald”, “Patricia” y “Andrés”, son parte de los 850 000 hogares que reciben remesas en Nicaragua. Cuando empezó la crisis, en 2018, eran 650 000 hogares recibiendo dinero, ahora hay 200 000 más.
“La migración es una respuesta a la situación política, pero el factor subyacente es económico, porque las condiciones económicas no han mejorado en Nicaragua. Las personas tienen que ver cómo hacen para vivir sin recursos, vivir con menos o emigrar, y enviar más de lo que ganaban”, comenta Orozco.
El investigador considera que, en parte, la gente ya no vive mejor con la remesa, sino que la usa para subsistir. Además, apunta que en Nicaragua no hay oportunidades de generar riqueza en este momento. “No hay incentivos en el ecosistema económico, no hay confianza para invertir, no hay oferta de servicios que sean adecuados, atractivos, no hay intermediación financiera que te esté ofreciendo crédito”, agrega.
El propósito que la remesa está teniendo es, “prácticamente, sustituir el ingreso total de aquellos hogares que no dependían de la remesa porque no tenían a un familiar en el exterior, o si lo tenían, no tenían una dependencia mayor del 50%”, asegura.
Antes de 2018, la dependencia de la remesa en función del ingreso total en un hogar en Nicaragua era, en promedio, menor que el resto de Centroamérica, mientras que hoy es más del 70%, “porque no solo está enviando más dinero el que envía, pero quien está ganando en Nicaragua no gana lo suficiente”. Bajo ese nuevo esquema no existe tampoco un ingreso disponible que permita el ahorro, apunta. Básicamente, el ingreso total de los hogares, en más de un 90%, se destina al consumo.
Régimen se beneficia del dinero del migrante que expulsa
Las remesas, además de ser un “salvavidas” para las familias nicaragüenses, terminan financiando al Estado que controla el régimen Ortega-Murillo, pues “los hogares receptores de remesa contribuyen en impuestos al consumo con el 63% de la recaudación en ese rubro”, asegura el especialista entrevistado.
“Es la perversidad del sistema dictatorial. El régimen se aprovecha de las circunstancias para que uno tenga que consumir bajo las reglas de tal sistema”, dice Orozco, y ejemplifica cómo el dinero que el migrante manda y que luego es gastado en Nicaragua, pasa a formar parte de los impuestos utilizados, en muchos casos, para mantener y fortalecer el sistema autoritario impuesto en el país, como “los salarios de la misma Policía que vigila e intimida a sus familiares”.
“Veo que el régimen está usando la migración y la expatriación como un ingreso económico, porque los números han subido respecto al envío de remesas. Yo no digo no ayudar (a los seres queridos en Nicaragua), pero (sí) es otra forma de oxigenar el sistema”, se lamenta “Carlos”.
La madre de “Andrés” en Jinotega piensa que sin las remesas que recibe no podría seguir viviendo en Nicaragua. Los vecinos del barrio, conocido por la gran cantidad de migrantes que se fueron, sobre todo a Costa Rica, están en la misma situación, y las cosas no parecen mejorar. Primero fueron las personas adultas las que emigraban, pero ahora viajan más jóvenes y adolescentes, y ya empezó el flujo hacia Estados Unidos y España. “El Gobierno no garantiza una mejoría en la economía. Mientras eso continúe, la migración va a seguir igual o va a empeorar”, dice “Andrés”.
Uno de esos jóvenes que se fue al Viejo Continente es “Enrique”, que vive en una ciudad española desde hace más de tres años, en compañía de su hijo nacido allá. Dejó en Managua a media docena de hermanos y algunos sobrinos con los que en realidad no tiene obligación, pero tampoco puede dejar en el olvido, ante la cierta realidad de que la madre ya no está.
Generar dinero suficiente para enviar 200 dólares mensuales a casa, implica trabajar tiempo extra para sus patronos búlgaros y rumanos, y ahorrar unos 215 euros, que es lo que le costará hacer ese envío, destinado a solventar los gastos del hogar, especialmente alimentación y pago de servicios básicos.
La excepción fue el mes pasado, cuando uno de los hermanos enfermó gravemente, y “Enrique” tuvo que enviar más dinero para atender sus gastos médicos, hasta lograr que se recuperara.
Por su lado, “Patricia” pronto viajará de Panamá a Nicaragua, pero cuenta que el plan es irse a Estados Unidos con toda su familia. Su esposo trabaja para el Ministerio de Educación, pero el sueldo es bajo y las presiones partidarias son muchas. La familia junta el dinero necesario para emprender el largo viaje y empezar una nueva vida. “Patricia” no quisiera irse, pero no ve alternativa. Se irán definitivamente, pero la remesa seguirá llegando, esta vez desde Estados Unidos y la receptora será su suegra, que se quedará en Nicaragua.
“Raúl”, al igual que el esposo de “Patricia”, también trabajaba para una entidad estatal. En su caso, en un hospital, pero renunció al sentir cómo aumentaba la sensación de peligro cuando notó que a los comisarios políticos del hospital no les gustaba que él cuestionara la forma criminal en que se estaba manejando la pandemia de covid-19.
Quien cuenta la historia de “Raúl”, es su tío Juan, un desempleado acercándose al medio siglo de vida, lo que le dificulta aún más hallar trabajo, pese a su larga experiencia en labores contables y administrativas. Vive junto a su madre jubilada, cuya alimentación y gastos médicos pueden ser cubiertos gracias a la ayuda de “Raúl”.
“Él tiene un año de estar en Estados Unidos, donde trabaja para una empresa que ofrece servicios de limpieza nocturna. El dinero lo envía para mi mamá (su abuela), porque los padres de él ya fallecieron, lo que facilitó la decisión de irse”, al sentir que tenía menos razones para seguir atado al terruño, explica.
Por eso, cuando le salió la oportunidad de hacer ese viaje, arregló todo y se fue con la esperanza de volver “dentro de unos años”, cuando haya logrado regularizar su situación migratoria.
En sus primeros meses en Estados Unidos, “Raúl” se esforzó para ahorrar algo de dinero y enviar 200 dólares la primera vez. Cuando se estabilizó su actividad laboral –aunque le pagan menos que a un residente legal– ahorró más para incrementar los envíos, hasta llegar a 400 dólares en alguna ocasión, después de pagar sus propios gastos de alquiler, alimentación, vestimenta y gastos personales, explica Juan.
Ese dinero paga la alimentación y los gastos médicos de la abuela. A sus 80 años, ella padece más enfermedades de las que el Seguro Social puede tratar, y requiere más estudios y más tratamientos de los que el sistema puede proveer, por lo que tienen que pagarle un seguro médico privado para sus dolencias de la presión arterial, o del corazón.
Juan tiene planes de emigrar, al igual que su sobrino “Raúl”. “Quiero irme a Estados Unidos, donde tengo familia. A Costa Rica, podría ser, pero oigo que hay muchos nicas en ese país, y no sé cómo serán los salarios ahí”. Cualquiera sea el destino, Juan piensa que será mejor que quedarse en Nicaragua. Al irse, se convertirá en otro nicaragüense que enviará remesas a su ser querido y pasará a engrosar las estadísticas oficiales de las que se jacta el actual régimen cuando asegura que la economía nicaragüense está “respondiendo bien” en medio de las crisis que se niega a resolver.
¿Cómo hacer un mejor uso de la remesa recibida en Nicaragua?
No es fácil dar consejos sobre cómo hacer un mejor uso de las remesas en un país como Nicaragua, advierte el investigador y especialista en temas migratorios y de remesas de Diálogo Interamericano, Manuel Orozco, ya que se está bajo un régimen autoritario “que no tiene interés en generar una base productiva, sino extraer recursos de esa base para su familia y círculo de poder”.
En ese sentido, algunos de sus consejos son:
- Administrar y gastar el dinero de manera cuidadosa y evitar, de ser posible, que este “oxigene a la Policía, al Ejército, o a los políticos del círculo de poder”. Los nicaragüenses, asegura, “saben quién es quién, cuáles son negocios del régimen, cuáles participan de una red de corrupción en los mercados, restaurantes y centros comerciales”.
- “La mejor estrategia es aumentar tu capacidad de ahorro”, recomienda considerando que Nicaragua es “un país de mucho riesgo político, económico, social”. ¿Es posible el ahorro cuando el costo de la vida ha crecido tanto y los recursos son limitados? Orozco sostiene que “hay que hacer ajustes” y “entre más se logre ahorrar, mejor”.