Los riesgos de filmar en Cuba con un drone

Drone modelo Phantom. Foto Alejandro Trujillo

 

Por Claudia Padrón Cueto  (El Toque)

HAVANA TIMES – Uno de los primeros drones que utilizaron Alejandro Pérez y Alfredo Ureta para filmar en Cuba fue diseñado y construido por unos muchachos del club de aeromodelismo, con sus propias manos, y piloteado por Marcos Casamayor.

Siete años después, los drones locales ya no son un producto autóctono o primitivo; en su lugar, el mercado nacional muestra una diversidad de modelos, principalmente Inspire y Phantom, de todas las generaciones.

De esos prototipos, el realizador José Rojas prefiere grabar con los que son capaces de levantar cámaras de gran formato y con una autonomía de vuelo de hasta una hora.

Desde su primer clip, cuando aún era estudiante del Instituto Superior de Diseño, a la fecha, ha dirigido más de 100 videos y acumula una decena de Premios Lucas. Él ha sido también uno de los primeros en incorporar espectaculares tomas aéreas a sus propuestas, filmadas con drones rentados. Actualmente dice sumar más de una docena de proyectos con esos sistemas aéreos no tripulados. Experiencias que el director insiste en calificar siempre como “riesgosas”.

“Es común que la policía lo detecte volando e intente tumbar la señal. Si el equipo cae puede extraviarse o terminar destrozado por el golpe. Este es uno de los riesgos constantes”, recalca José.

“Una vez, en medio de la filmación llegó la policía: querían quitarnos el drone y llevarse detenido el piloto. Todo se solucionó, porque habíamos pedido de antemano los permisos”.

Antes de volar de forma legal un sistema aéreo no tripulado, en Cuba, el proceso de aprobación es largo y requiere un mínimo de cinco autorizaciones. Los trámites dependen de entidades como el Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba (IACC), las Fuerzas Armadas, el Ministerio del Interior, el Gobierno de cada territorio y en algunos casos hasta el Ministerio de Ciencia o la Oficina del Historiador. La espera para obtener una respuesta, positiva o no, puede exceder los treinta días.

“Cuando los proyectos de filmación son institucionales: publicidad, largometrajes, documentales o series, se realizan con menos premura, hay un margen temporal para esperar por los permisos. En ese tipo de propuestas, con antelación se conoce qué tomas específicas se quieren y en qué horarios”, explica Neissy Delgado Rodríguez, una productora con más de cinco años de experiencia en la filmación con drones.

Luego de tener las coordenadas, la especialista realiza la solicitud oficial para filmar, la cual requiere el tipo de drone, la cámara y el nombre de piloto. No cualquiera puede operar uno de estos equipos. Existe un restringido listado de las personas acreditados por el IACC para manejarlos.

En Cuba, antes de volar alguno, el piloto tiene que pasar un examen riguroso de salud y destreza para obtener su licencia operativa. Neissy solo conoce unos siete pilotos que tienen esa licencia y trabajan con fines artísticos. Todos pertenecen al club de aeromodelismo que se reúne eventualmente en el parque Lenin, la única área libre en la que se pueden volar con fines deportivos drones, aviones a escala y helicópteros pequeños.

Volar sin permiso

Cuando el proyecto es un video clip, curiosamente lo más demandado, los tiempos de realización suelen ser más cortos y muchas veces no es factible esperar por los permisos. Es ahí es donde entran los pilotos no licenciados que vuelan sin tener la autorización. En términos económicos estos ofrecen un servicio más rentable y rápido, pero ilegal.

Algunos realizadores entrevistados confirmaron que no han solicitado nunca permiso para usar estos implementos.

“Tienes dos opciones: te expones y filmas sin consentimiento, que es lo hacemos muchos, o comienzas un sinfín de trámites que no acaban y fácilmente terminan con una respuesta negativa. Para las productoras independientes que estamos comenzando, solo es válida la primera opción”, explica un realizador audiovisual que oferta el servicio de renta de estos equipos. Uno de ellos es un Phanton 4, alquilarlo tiene un valor de más de 200 CUC por cada día de uso.

Al volarlo sin los permisos requeridos no solo están expuestos a perder tanto el equipo como  la cámara mejorada que se les incorpora. A eso se le añade muchas veces la imposibilidad legal de entrar uno nuevo al país y reponer así el anterior.

La Aduana General, desde el año pasado emitió una nota donde alerta que no recomienda la entrada de drones.  “Se sugiere y agradece a los pasajeros que viajen al país, abstenerse de importar ese tipo de medios” advierte la institución. En caso de arriesgarse a importarlos, pueden ser decomisados, incluso, en posesión de la licencia como piloto del club de aeromodelismo.

Aunque en casos excepcionales algunos pilotos o productores obtienen permisos para entrarlos al país legalmente como importación temporal. Una gran parte de los que hoy sobrevuelan las ciudades, filmándolas, fueron introducidos antes de la normativa o llegaron a escondidas, desarmados y distribuidas las piezas en varias maletas, según confirman los propios dueños.

A pesar de la burocracia y la demora en los trámites, realizadores que, como Rojas, tienen alta demanda y necesitan filmar en espacios donde un drone no pasaría inadvertido, prefieren no tomar riesgos extras y solicitar las prestaciones de DTS. Esa productora, mediante las gestiones de Neissy, tramita los permisos requeridos y filma con autorización.

El equipo es representado por RTV Comercial y por lo general, además de realizadores independientes, son contratados por empresas estatales, vinculadas al turismo y a la publicidad.

“Ahora mismo no imaginamos un audiovisual sin las bellas tomas aéreas, ya imprescindibles, pero es lógico que los intereses artísticos deben estar sopesados con las normas de seguridad”, alerta Neissy.  “Imagina si mientras se graba un concierto caen unas aspas de fibra de vidrio de 50 cm con varias libras de peso sobre parte de la multitud.

Los sistemas aéreos no tripulados han representado un desafío regulatorio para la mayoría de los países. Por un lado, persiste la necesidad de garantizar que se operen de manera segura, sin dañar la seguridad pública nacional, histórica o cultural; mientras por otro, la tecnología evoluciona con más rapidez que las normas legales para su uso.

Hoy, videos de eventos sociales, publicitarios, musicales, largos o cortometrajes filmados en Cuba, contienen innumerables tomas aéreas —ya sea con los permisos de filmación o no—; porque el drone es parte del audiovisual cubano, sin vuelta atrás.