Los artistas del Bonsai abren espacios en La Habana

Vicente Morín Aguado

Erlan, Elsie y la Rosa Blanca.

HAVANA TIMES — “Era un arte elitista en el Japón del siglo XIII, nosotros lo ofrecemos gratis a quien quiera”, dice Ramón Bedias González, presidente de la Unión Cubana de Artistas del Bonsai (UCAB). Por su parte, Erlán Pérez Gallardo, ganador del Premio de la Popularidad en esta exposición anual ratifica: “Trabajamos con lo que tenemos; los instrumentales son costosos, no están asequibles; pero a la cubana, ya usted ve, somos artistas.”

Ni es tan gratis, porque se comercializa de varias formas, ya veremos; tampoco todos pueden trabajar cuidadosamente estas plantas durante años, aunque una cosa sobresale, la voluntad de expandir la centenaria tradición asiática en Cuba. Acaba de concluir el evento más importante de la UCAB en la Quinta de Los Molinos, excepcional escenario para los amantes de la naturaleza en la avenida Salvador Allende, Carlos III para los viejos habaneros.

Ella acaba de comprar un Bonsai.

“Llevamos seis años, ayer -23 de octubre- registramos al miembro número MIL de nuestra organización. Hay filiales en Holguín, Ciego de Ávila, Matanzas y Mayabeque. Pertenecemos a la Sociedad Cultural José Martí; contamos con el inestimable apoyo del historiador de la ciudad, Eusebio Leal, quien nos ofrece este hermoso jardín botánico, ya verá periodista, la Isla de los Bonsay.”

Efectivamente, los expositores pasan de 100; las obras causas admiración, definitivamente el Bonsay se ha radicado en Cuba. Todos los meses, cada primero y tercer sábado, se ofrecen cursos gratuitos, “durante los últimos tres años nunca hemos fallado, tenemos escuelas primarias vinculadas a la sociedad, lo demás es la pasión de cada cual”, reitera Ramón, a quien no pude fotografiar por razones religiosas.

Junto a Erlán posa Ada Elsie Rodríguez González, segunda en la votación por la popularidad, ella anda por los 70 años: “Usted acaba de fotografiar un álamo que me llevó cinco años, algunas plantas requieren mucho más tiempo, pero no me importa.” Pregunto: ¿Erlán tiene solo 27, usted piensa en los herederos?: “Alguien se ocupará, quizás un nieto, siempre habrá quien se encargue tratándose de algo bello.”

Japón en La Habana

El Presidente de la asociación aclara que ellos, contrarios al elitismo y a la comercialización, solamente otorgan el Premio de la Popularidad, no promueven la competencia mercantil; por cierto, el ganador trabajó sobre una Buganvilla, árbol de jardín poco recomendado si se trata de hacer un Bonsay:

“Soy joven, me gusta innovar, nunca pensé ser premiado por el público. Tengo mi jardín en la calzada del Cerro, frente al hospital conocido como Las Católicas.” ¿Se venden los Bonsay? Si, periodista, se venden, porque es costoso, trabajo de largos años; las plantas tengo que comprarlas en viveros o irme al monte, de cualquier forma son gastos; aunque se hacen donaciones, no todo es dinero.”

De paso, Eusebio Leal, historiador de la ciudad, habilitó dos tiendas en la Habana Vieja, calles Mercaderes y Muralla, donde es posible adquirir estas plantas modificadas por la paciencia humana. Nelson Domínguez, reconocido artista de la plástica, aporta imaginación y recursos a los entusiastas de la UCAB.

Creando un paisaje con el Bonsai

No hay edades para el Bonsay, aunque dice Ramón que predominan las personas de la llamada tercera etapa en la vida, ¿la última?, ¡vaya usted a saber!, porque suele prolongarse en la primera, los nietos. La señora Elsie dice que para ella es casi imposible vender algo tan querido, “es como una mascota”.

Imposible resistir la invitación de la Isla del Bonsay, sugiero visitar este lugar maravilloso, donde la familia puede vivir la naturaleza, tan alejada de la difícil cotidianeidad. Me despido con el rostro alegre de una mujer que pagó seis pesos convertibles con tal de llevarse a casa un Ceibón hecho miniatura por las manos hábiles de alguien entre los ya mil artistas de la naturaleza que vengo cronicando.

El Club habanero del Bonsay recibió el Premio Orden Rosa Blanca, de la Asociación Cultural José Martí; por cierto, están casi olvidados aquellos versos del Apóstol cubano, sospecho sustituidos por otros mal interpretados como belicosos. Vale recordar la prédica del Maestro:

Cultivo una rosa blanca en julio como en enero, / para el amigo sincero que me da su mano franca, / y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo, / cardo ni oruga cultivo, ¡cultivo una rosa blanca!

Vicente Morín Aguado. [email protected]

Isla Bonsai