El nicaragüense escultor de piernas en Costa Rica
El artista autodidacta emigró de niño a Guanacaste, donde se ha destacado como pintor y escultor, y ahora elaborando prótesis personalizadas
Por Cindy Regidor (Confidencial)
HAVANA TIMES – Había esculpido animales, plantas, frutas, cuadros en alto relieve y figuras a gran escala, pero una pierna jamás. Así que cuando Yeison recibió un mensaje de su excompañero del colegio se sintió intimidado.
El joven le explicó que había perdido su pierna en un accidente y necesitaba una prótesis. “Yeison, usted que hace esculturas muy ‘calidad’, muy realistas, ¿por qué no me hacés una prótesis?”, decía el mensaje, que se quedó sin respuesta por unos dos o tres meses.
Pero, después, le vinieron el impulso y la determinación. “Hagámoslo. Vamos a ver qué sale”, contestó finalmente Yeison, sin saber que ese sería el comienzo de un nuevo propósito en su vida: usar su talento artístico para elaborar prótesis personalizadas, principalmente de extremidades inferiores.
Sus diseños únicos y de gran calidad se han vuelto cotizados en Costa Rica, lo que le motiva a perfeccionar esta labor, crear nuevos tipos de prótesis y a diseñar modelos de bajo costo.
Yeison Silva es un pintor y escultor autodidacta de origen nicaragüense que reside en Liberia, Guanacaste, provincia de Costa Rica fronteriza con Nicaragua en la zona occidental del país, la misma que atrae a cientos de miles de turistas, año con año, para conocer sus hermosas playas, volcanes y demás atractivos naturales.
La historia del joven de 29 años es la de la migración familiar y generacional, que marca a una gran parte de la población nicaragüense asentada en Costa Rica. Es originario de León, de donde salió en el año 2000 junto a su madre y hermanos huyendo del maltrato de su padre alcohólico. Su abuela materna había llegado antes a Sardinal de Carrillo, un pequeño pueblo guanacasteco junto al mar, y no dudó en decirle a su hija que se mudara con ella para empezar una nueva vida.
Ahí creció Yeison, rodeado e inspirado por la abundante naturaleza que caracteriza a Costa Rica. “Era otro mundo… yo veía las plantas, los animales, los congos y me impresionaba”, recuerda.
Yeison agradece el apoyo y la educación que recibió como niño migrante al llegar a los seis años. A los esfuerzos de su madre por sacarlo adelante, se sumaron las becas estatales que recibió por sus buenas calificaciones y que le ayudaron a concluir sus estudios.
Pero, además, fue determinante que sus maestros creyeran en él. “En la escuela me daban artes plásticas, hacían competencia de dibujos y pintura, y la profesora me inscribía. Sabía que me encantaba eso. Sentir que uno es parte, y que te admiran por lo que hacés, hace que quieras subir más y más”. Así fue creciendo y formándose como artista autodidacta.
El joven emprendedor
Desde secundaria Yeison ganaba dinero propio vendiendo su arte. Cuenta que podía ganar hasta 80 000 colones (unos 160 dólares al cambio actual) por un cuadro encargado.
Cuando cumplió la mayoría de edad empezó a buscar trabajo, especialmente en la industria turística, que desde entonces crecía a pasos agigantados en la zona. Aplicó a un puesto en uno de los hoteles más caros y grandes de la zona para dar lecciones de pintura a los turistas, pero se llevó una amarga sorpresa: su identificación como extranjero tenía una condición restringida, es decir, no podía trabajar.
A lo largo de la entrevista, resalta la resolución del joven en las anécdotas que comparte. Ante un reto u obstáculo, Yeison “se manda”, como dicen en Costa Rica, es decir, se atreve, con confianza y cautela a la vez.
Ante el impedimento legal para trabajar, al joven le recomendaron abrir una empresa para así ofrecer sus servicios profesionales a través de la misma. “Sin miedo y sin duda inscribí la empresa”, rememora, aceptando que en ese momento se convirtió en emprendedor por accidente y necesidad.
Yeison también recuerda cómo aplicó a otro empleo en un hotel sin saber inglés, aunque era requisito indispensable. Un amigo que tenía experiencia en el puesto le hizo un repertorio de las frases indispensables para su labor, se las memorizó y así logró mantener ese trabajo dando clases de pintura.
Su talento le fue ganando más y más fama en el sector turístico de la zona. Pronto empezó a tener contratos para elaborar cuadros, murales y esculturas para decorar distintos negocios: hoteles, parques, restaurantes, tiendas de souvenirs. Yeison asegura que ya perdió la cuenta de la cantidad de trabajos que ha hecho de este tipo. Algunos los ha hecho con otros artistas, entre ellos un escultor también nicaragüense, Ricardo Lira López.
“Las primeras esculturas fueron un desafío, pero yo decía: ‘Okay, ocupo agarrar este brete’. Lo agarraba, ahí aprendía y ahí mismo lo hacía”, dice.
Esculpiendo piernas
El mensaje de su excompañero que había perdido su pierna lo dejó inquieto. “Yo decía: ‘tengo miedo, es un trabajo que no cualquiera lo puede hacer”, cuenta. Al final aceptó la petición, la prótesis quedó bien y a todo mundo le gustó, asegura Yeison, y añade que hasta le contactaron de un centro de ortopedia de Guanacaste.
Su esposa Lilia, quien también es pintora y domina el idioma mandarín, le propuso que se metieran más de lleno en la elaboración de prótesis contactando a empresas chinas para importar las piezas. Así han elaborado decenas desde que empezaron en 2022.
Yeison compra las piezas, las arma y luego hace el diseño al gusto del cliente. Algunos le piden estilos futuristas o robóticos, otros algún detalle relacionado con su pasión o animal favorito, y otros quieren que la prótesis luzca parecida a una pierna de verdad. Tiene sumo cuidado con las medidas y peso, pues sabe que tiene un impacto en el físico de la persona que porta el aparato. «Todo el mundo camina distinto, cada paso es distinto. Voy adaptando la prótesis hasta que la persona se siente cómoda, como si la prótesis fuese parte de ella. Si queda muy alta o muy baja puede provocar daños en la columna», detalla.
Una prótesis básica y subvencionada por el sistema de salud público puede costar más de 300 000 colones (600 dólares), pero resulta poco funcional, dice Yeison. En el mercado, se cotizan entre 5000 y 6000 dólares y pueden llegar a costar hasta 15 000 dólares.
El artista se siente satisfecho al ver que sus clientes pueden retomar muchas de sus actividades cotidianas gracias a la funcionalidad de la prótesis. “La mayoría de personas que me han contactado son muy humildes, de escasos recursos, y tienen que trabajar. (Además), les hago una pieza elegante y me dicen: ‘Viera, Yeison, cómo me preguntan por esta prótesis, que qué linda’”.
El joven desea seguir aprendiendo y esculpir otras partes del cuerpo. Su meta ahora es fabricar una prótesis de mano para un niño de nueve años, pero quiere que sea útil, que tenga movimiento, que sea funcional.
A otros muchachos migrantes, que como él llegaron con sus familias en busca de oportunidades a Costa Rica, les aconseja atreverse, pero siempre con humildad. En su trayectoria como artista eso es lo que lo ha llevado a sobresalir, una osadía prudente, aunque suenen como cualidades opuestas entre sí.