El laberinto de la comercialización agropecuaria (II)

Por Lázaro González

Agromercado estatal.

HAVANA TIMES, 18 mayo — Mucha polémica ha levantado el experimento de comercialización agropecuaria en las dos provincias habaneras. El desabastecimiento de los mercados ha estado dándole la razón a los productores, que en su mayoría reservan calificativos peyorativos para evaluar el sistema actual y exigen cambios o ajustes urgentes.

Vea El laverinto de la comercializacion agro (1)

Se trata de tirar directo del surco a la mesa del cubano y no darle tantas vueltas al producto, como ahora con esos nueve escalones diabólicos, dice el campesino habanero Lázaro Hernández, presidente de la Cooperativa de Créditos y Servicios Antonio Maceo, de Bejucal.

“Esa cadena tan larga provoca pérdidas, porque los productos merman por día un dos por ciento de su peso aproximadamente -explica-. Si demoran cinco días en llegar al consumidor, pierden un diez por ciento, lo cual cuesta barcos de fertilizantes y petróleo.”

Así lo comprobamos en la unidad de balance de Bejucal, donde llevaban tres días esperando por los camiones para trasladar a la capital seis toneladas de col, un producto que se deshidrata rápido.

En el orden individual, las pérdidas para los productores no son desdeñables. Hernández ejemplifica con el caso de la guayaba, que el Ministerio de Comercio Interior (MINCIN) la quiere verde, porque se le pudre por las demoras en la comercialización. Pero al productor le conviene venderla madura, porque esta fruta en las últimas 48 horas, cuando ya llega a pintona o madura, forma el 20 por ciento de su peso final.

“Cuando entregamos mil quintales de guayaba verde, perdemos la oportunidad de vender 200 quintales más, de haberla recogido madura. Y a la población le gusta comprar la guayaba pintona o madura. Así sucede también con la frutabomba, si la mandamos madura, y demora tres o cuatro días, se pudre y tienen que enviársela a las cochiqueras.”

Sin embargo, según Yosbel González, presidente de la Unidad Básica de Producción Cooperativa 9 de Abril, de San Antonio de los Baños, a la entidad agrícola estatal -que comercializa sus producciones a través de la Empresa Cítricos Ceiba-, no le ha ido mal con el actual esquema centralizado de distribución.

“Yo lo veo favorable con respecto al anterior, mejor organizado. Sí es necesario engranar más los mecanismos y aumentar la preocupación de los encargados de comercializar las producciones, para que lleguen más rápido y con mejor calidad a la población. Si todo eso funciona bien, va a surtir efecto.”

Ojos que te vieron ir

El tema del no retorno de los envases es una de los talones de Aquiles de la estructura actual. Afecta la programación de la cosecha, el traslado de los productos y, sobre todo, la calidad.

Todavía no llega una mejor oferta a la población. foto: Caridad

Una veterana trabajadora de la Agricultura, con más de 20 años en el cargo, Rebeca Grimalt, especialista económica de la unidad de comercialización de productos agropecuarios de Bejucal, asegura que el MINCIN no devuelve las cajas. “Nuestra cuenta de envases en inventarios sigue aumentando, pero no disponemos de ellos.”

“Ahora en la campaña del tomate hemos tenido que recepcionar casi todo el tomate en guacales de 14 quintales (unos 644 kilogramos), normalmente usados para los productos destinados a la industria. Ese tipo de envase grande deteriora el producto y dificulta la comercialización, porque hay que manipularlos mecánicamente.

Ramón Peña, director de la unidad de acopio, apunta que “también existen problemas organizativos y de control. Algunas cosas tienen que ajustarse, entre ellas la transportación que se atrasa y afecta la calidad de los productos.”

Aciertos y contradicciones

A decir verdad, el sistema de comercialización actual cuenta con una base logística superior al precedente. La empresa de mercados agropecuarios, de Ciudad de La Habana, por ejemplo, que antes poseía solo 76 camiones de pequeño porte, ahora tiene 200.

Otra de sus virtudes es la distribución más equitativa. La unidad capitalina de establecimiento de balance y compra reparte las mercancías escalonadamente por los mercados estatales (MAE), de modo que todos los municipios tengan cobertura.

No obstante, la contradicción entre la demanda y la oferta ha centrado las discusiones, porque el MINCIN trabaja con la demanda, pero eso no es lo que realmente quiere sembrar el campesino. Además, por rigidez de los mecanismos y la política de precio, si existe un pico productivo y los campesinos sobrecumplen lo ratificado, lo establecido es que ese pico se venda directamente a la industria, aunque sea de primera calidad.

Varios especialistas comerciales entrevistados coinciden en que la calidad es el punto neurálgico de esta comercialización. Con frecuencia, cuando revisan los camiones procedentes de los mercados concentradores, tienen que reclamar la calidad.

Idael Saserio, especialista comercial de la unidad de establecimiento de balance y compra de Bejucal, defiende el sistema actual a capa y espada  y no comparte la idea de que el guajiro tire directo para los puntos de venta. “Los mercados de oferta y demanda son un abuso, un robo. Si están mejor abastecidos no es culpa de los mecanismos estatales, a nosotros no nos llega lo mismo que a ellos, ni en variedad ni en calidad.”

“Tenemos que unir los mecanismos para fajarle de frente, no podemos dejarlos ganar. Es verdad que son una alternativa, pero nunca han funcionado. El día que decidan cerrarlos, los mercados estatales van a tener de todo, porque los campesinos seguirán produciendo.”

El valle de las sombras

En preocupante coro, los tarimeros de los mercados estatales se quejan de las afectaciones recientes a sus ingresos por la escasez de mercancías. “La estimulación se basa en la venta, pero si no hay productos, ¿cómo cumplir el plan?,” inquiere Leosdán Capote, tarimero del mercado estatal en La Lisa, quien afirma haber cobrado la estimulación un solo mes (en diciembre), desde que entró en vigor este sistema de comercialización, hace casi un año.

Trabajamos de lunes a domingo y el salario básico es de 250 pesos, recrimina Leosdán. Sin embargo, la mayor preocupación acerca de esta irregularidad reside en que los más perjudicados son los bolsillos y vianderos de los consumidores. Como reza el refrán: la soga siempre se revienta por lo más débil.