¡Aleluya!, las farmacias cubanas lucen abastecidas
pero con medicinas a punto de caducar
Las estanterías se llenaron de fármacos que hace meses no se ven en la Isla, pero que están próximos a vencerse
Por Yankiel Gutiérrez Faife (14ymedio)
HAVANA TIMES – Frente al viejo caserón que hace las veces de farmacia en Camajuaní se aglomeró esta semana una multitud de vecinos. Como por arte de magia, las estanterías del establecimiento se llenaron de medicamentos que hace meses no se ven. La abundancia generó sospecha. ¿De dónde salieron todos estos fármacos?
La explicación es sencilla y una empleada la informa a la población: «Están a punto de caducar». La escena se repite en poblados cercanos como Taguayabón y en los municipios vecinos de Remedios y Santa Clara. La indignación de los que hacen la cola, también.
¿Por qué las autoridades de Salud Pública esperaron tanto para sacar los fármacos? ¿En qué almacén estaban guardados y por qué están a punto de echarse a perder? Alarmados por tener que procesar y vender los medicamentos, los boticarios de la provincia intentan ponerlos a disposición de los clientes lo más rápido posible.
Fuera de las farmacias, la gente ruge su inconformidad. «Mala administración, como todo», apunta Ramón, uno de los vecinos, «no entiendo cómo antes no había nada y ahora abastecieron en tiempo récord: lo tenían guardado».
Miguel, otro cliente, sospecha que los productos provienen del Almacén Nacional de la Reserva Estatal, el establecimiento donde el Gobierno custodia los medicamentos cuando la escasez es más grave. «Pregunté a las empleadas», dice, «y ni ellas saben de dónde salieron. Lo que les importa es venderlo antes de que venza».
«Pero siguen los grandes desaparecidos: nunca más he vuelto a comprar ketotifeno o montelukast, ni ningún otro antihistamínico»
«Deberían rebajar el precio», argumenta otro cliente, que reconoce que el cubano es capaz de consumir cualquier medicamento, incluso vencido, mientras que no tenga «mal aspecto», coloración extraña o esté visiblemente descompuesto.
«Ayer mi cuñada me dijo que venderían las medicinas», asegura Yudit. «Hoy me levanté temprano a ver si alcanzaba paracetamol, loratadina, diazepam y clordiazepóxido. Pero no valió de nada: solo conseguí unas tabletas de paracetamol a 3,40 pesos y la loratadina, que me vendieron a 8,60».
La situación no es privativa de Villa Clara, como era de esperarse. También en Sancti Spíritus y La Habana suenan «alarmas» inesperadas y la cola se forma delante de la farmacia.
«No es que estén vencidas, pero están a punto de caducar», dice a este diario Juan, un espirituano que padece varias alergias. «Pero siguen los grandes desaparecidos: nunca más he vuelto a comprar ketotifeno o montelukast, ni ningún otro antihistamínico».
Ansiosa, con las manos sudorosas y la mirada que salta de un punto a otro, María Eugenia, una habanera de 65 años, lleva varios meses sin conseguir los medicamentos que le ha recetado su médico contra la agitación permanente que tiene desde que hace unos años quedara viuda y su hijo emigrara dejándola sola en la Isla.
«A mí no me puede faltar el clordiazepóxido», aclara a 14ymedio. «En la farmacia que me toca comprar somos varios los pacientes que estamos en las mismas: con los nervios disparados y sin el medicamento que tanta falta nos hace».
La frustración y la necesidad llevaron a María Eugenia a pagar 350 pesos en el mercado negro por 20 tabletas de clordiazepóxido
Recientemente, María Eugenia hizo una cola desde la medianoche ante la farmacia del municipio de Centro Habana donde debe comprar los fármacos que necesita con urgencia. «Avisaron que iban a sacar varias pastillas para los nervios y también para la gente que tiene alguna enfermedad del corazón. Pero era mentira».
Cuando empezó a amanecer, «aquella parecía la cola de los locos, porque todos estábamos con una tremenda ansiedad que se nos notaba en la cara», reconoce. «Pero cuando abrieron la farmacia, las empleadas nos dijeron que no habían suministrado ninguno de los medicamentos que nos habían dicho».
La frustración y la necesidad llevaron a María Eugenia a pagar 350 pesos en el mercado negro por 20 tabletas de clordiazepóxido. «Eran unas pastillas de producción nacional, así que evidentemente eran robadas de algún almacén o de una farmacia», especula. La mujer notó que la fecha de caducidad en el envase era para octubre de 2022.
«Así mismo me las voy a tomar porque no tengo otra opción», asegura. «Yo no puedo darme el lujo de esperar a encontrar otras tabletas que no estén a punto de vencerse porque yo no funciono sin este medicamento. Tengo que salir cada día a la calle sabiendo que tengo varias pastillas en la cartera. Solo saber que las tengo me calma la ansiedad».
La opción de muchos cubanos ha sido adelantarse a cualquiera de estas eventualidades: «Hay que molestar al médico y pedirle recetas todos los meses: una nunca sabe cuando vayan a llegar los medicamentos y hay que estar preparados».