¿Quién subsidia a quién en Cuba?
HAVANA TIMES, Nov. 14 — Hace poco levantó una polémica una editorial de Lazaro Barredo, director del periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, y una supuesta respuesta del actor cubano Luis Alberto Garcia ampliamente circulado por Internet y correos electrónicos. El tema es el paternalismo y la relación entre el estado de cubana y la población. Sin embargo, hace poco el actor anunció que no fue él que escribió la contestación a Barredo.
No obstante, decidimos ofrecer los contenidos de los dos escritos para que cada quien tome sus conclusiones y opine:
Él es paternalista, tú eres paternalista, yo soy paternalista…
Lázaro Barredo Medina
Para que nuestro proyecto socialista salga adelante debe predominar en cada uno de nosotros la racionalidad y el sentido económico. No debe apreciarse como una consigna, una frase, un cliché, el llamado del compañero Raúl para ajustarnos a vivir con lo que tenemos. No podemos aspirar a más si no hay una evaluación objetiva y adoptamos las medidas para actuar con realismo y no con optimismo infundado.
En las intervenciones del Segundo Secretario está subrayada de manera reiterada la voluntad política de nuestro Partido de llevar adelante decisiones trascendentales para afrontar las tareas de fortalecimiento de la institucionalidad, el redimensionamiento de la planificación y la organización del trabajo, la supresión de la doble moneda y una estimulación salarial que desate a las fuerzas productivas, el cobro de impuestos, el cese de muchos subsidios, la revisión de las gratuidades y otros asuntos que no van a despojar al Estado de su responsabilidad, sino pretenden lograr formas de prestación más ágiles y directas en pequeños servicios, entre otros propósitos.
La mayoría de esas cuestiones requieren de la movilización y la comprensión de la sociedad para encarar, en un plazo prudente de tiempo, el proyecto de país que queremos, podemos y necesitamos.
El daño terrible de los huracanes y tormentas tropicales del año pasado que devastaron una extensa parte de la Isla y causaron pérdidas por cerca de diez mil millones de dólares a lo cual se agregaron, en coincidencia en el tiempo, los nocivos efectos de la crisis económica y financiera global, obligaron a desacelerar el ritmo de la aplicación de muchas de las ideas que se venían estudiando tras el amplio debate nacional que se desarrolló en torno al discurso de Raúl el 26 de julio del 2007 en Camagüey.
El impacto de esos elementos ha obligado al Gobierno a realizar profundos reajustes en los planes económicos y el presupuesto, para «apretarnos el cinturón» sin abandonar la búsqueda de nuestras propias soluciones que giran en torno a las posibilidades de incrementar la producción material, pese a las carencias importadoras que ahora tiene el país, con las reservas materiales de que disponemos, sobre todo en la producción agrícola, el ahorro y otras prácticas que provean eficiencia real y concreta.
Precisamente, esa es la intención del debate que ahora transcurre en los núcleos del Partido junto a los colectivos obreros para mirarnos hacia adentro y discutir «a camisa quitada» cómo podemos crear más, qué vamos a hacer para salir de la rutina y de la convivencia con las cosas que se sabe no funcionan bien, porque muchas insuficiencias hay que resolverlas ante todo en nuestras propias colectividades, sin doble moral y sin fanfarrias.
Está probado que solamente con más trabajo saldremos de la crisis y si, en paralelo, miramos críticamente al paternalismo, fenómeno arraigado hasta los tuétanos en la mayoría de las personas, un vicio que no nos deja avanzar y entorpece la claridad sobre las decisiones que debemos tomar entre todos.
El intercambio de opiniones que ha habido en las cartas a nuestro diario, por ejemplo, sobre los temas de la libreta de abastecimientos o de los comedores obreros, son una prueba meridiana de hasta qué punto han calado en nuestra conciencia algunas concepciones equivocadas sobre la justicia social.
La justicia social no es el igualitarismo, es la igualdad de derechos y oportunidades, es en el socialismo la distribución bajo el principio «de cada cual según su capacidad, y a cada cual según su trabajo».
La libreta de abastecimientos fue una necesidad en un momento determinado, con sus actuales atributos se convierte en una impedimenta dentro del conjunto de decisiones que la nación tendrá que asumir, lo cual habrá que resolver no por decreto, sino con las medidas económicas que protejan y garanticen el acceso de las personas de bajos ingresos a esa canasta básica y estimule al resto a trabajar para obtener beneficios salariales a partir de los resultados.
Lo mismo pasa con los comedores obreros, para los que se adquieren alimentos por centenares de millones de dólares que se ofertan subsidiados y después buena parte de las veces este servicio no satisface a los propios trabajadores y sirve de fuente importante para el desvío inescrupuloso de recursos.
Nadie puede negar que en su labor de alta sensibilidad humana, el Estado revolucionario ha perseguido invariablemente ofrecer soluciones a las necesidades de los ciudadanos, muchas veces por encima de sus propias posibilidades, y ahí quizás radica una de las causas de que mucha gente se haya habituado a que hay que resolvérselo todo.
La Revolución fue desde sus inicios un torrente de justicia, que no siempre ha sido correspondido.
Un compañero me decía hace unos días que la sociedad cubana tiene que solucionar cuatro «síndromes» para desentumecerse de esa práctica paternalista:
1-. El síndrome del pichón: andamos con la boca abierta porque buena parte de los mecanismos que hemos diseñado están concebidos para que nos lo den todo. Usted no va a la bodega a comprar, va a que le den lo que le toca; usted no repara su casa o su apartamento en el edificio, porque además de que no tiene cómo adquirir los materiales, las cosas están concebidas para que le den las facilidades de esa reparación y así es en la mayoría de los asuntos de nuestra vida cotidiana.
2-. El síndrome del voleibol: nos hemos acostumbrado a saltar y lanzar la pelota para la otra cancha, porque supuestamente la mayoría de los asuntos no son nuestro problema, sino es del otro, y el peloteo burocrático es agobiante.
3-. El síndrome del avestruz: nos hemos habituado a meter la cabeza en el hueco, casi siempre para no ver los problemas ni actuar con toda la energía y la fuerza innovadora contra las rutinas y los hábitos negativos y, especialmente, dejar de ser sistemáticos.
4-. El síndrome del obstáculo: no se logra la transformación de la economía y la satisfacción de las necesidades básicas en un mes, pero algunos quieren que así sea, aunque en cuanto se encuentran el primer obstáculo se detienen y esperan a que otros lo quiten o salten por ellos.
Puede parecer algo humorístico, pero es para ponernos a pensar. De una manera u otra estos vicios o costumbres están en la mayoría de nosotros, tienen un reflejo en nuestras conductas y pienso que son de los «cascabeles al gato» que dice el compañero Raúl nos toca poner a todos.
Carta anónima sobre la editorial de Lázaro Barredo
Es inaceptable su artículo porque es inaceptable eximir al estado de responsabilidad por el paternalismo reinante, cuando fue precisamente este quien lo engendró.
Como no tengo alma de vocero y siento repulsión por los irresponsables que se abrogan el derecho de hablar inconsultamente en nombre del pueblo cubano, los cuales son, desafortunadamente, bastantes, me limitaré a relatar mi situación personal, a sabiendas de que coincide con la de un gran porcentaje de la población cubana. La aritmética – aunque a muchos ya no le parezca debido a tantos forcejeos y convenientes manipulaciones – sigue siendo una ciencia exacta, ajena a subjetividades y por ende una útil aliada a la hora de saber por dónde andamos, en este caso por dónde ando y por donde andan los que quieren sostener que 2 menos dos es 3.
A fuerza de neuronas, cuando estas eran imprescindibles para graduarse de la educación superior, obtuve mi título. Luego de 6 años de práctica laboral he llegado a devengar la gloriosa cifra – gloriosa porque es el tope – de 480 pesos. El salario se desglosa, tomando en cuenta un mes estándar, más o menos de la siguiente manera: gracias a un viejo aire acondicionado que trato, válgame dios, de usar lo menos posible, 170 pesos. La vilipendiada libreta de abastecimiento, el tan nombrado “subsidio del estado”, me cuesta – no sé si alguien lo recibirá gratis – alrededor de 150 pesos, que se dividen en las libritas de aceite, el poquito de arroz, los escasos granos, el pan nuestro de cada día, el cafetín, algún que otro jabón una que otra vez, la pasta dental y otras pocas cosillas que constituyen la cuota mía y de mis 2 hijos. A esto le unimos el agua que se paga, el gas que también se paga y las cuotas del refrigerador y los calderos que generosamente el estado “nos entregó”, y por simple aritmética podemos llegar a la conclusión que después que uno paga los “subsidios” del estado, flaco se queda el bolsillo, más bien caquéctico, para afrontar el mar, no, el océano de artículos de primera necesidad que el estado no “subsidia” sino que tiene a bien aplicarle el llamado dos cuarenta, bueno, por ahí me quedé yo, aunque sospecho que ya es mucho más.
Resulta, compañero Lázaro, que debemos darle gracias al bondadoso estado por cobrarnos casi el 70 % del magro salario que nos paga para adquirir sus “subsidios”, y de paso – digo yo -, agradecerle también que nos quedemos como pichones con la boca abierta viendo como viviremos el resto del mes con lo poco de dinero que nos quedó luego de adquirir la cuota de alimentos de la libreta, que solo alcanza, con suma austeridad, para mal comer 13 días de los 30 o 31 que tiene el mes. Cualquiera que no fuese cubano pensaría, compañero, que los productos ofertados por la libreta son una especie de regalía del gobierno, pero los del patio sabemos de sobra que los precios de esos productos están en completa correspondencia con los salarios que paga el estado, empleador exclusivo de la fuerza de trabajo.
Tomando esto en cuenta yo le pregunto: ¿Quién subsidia a quién? ¿El pueblo al estado con su trabajo mal pagado o, como usted dice, el estado subsidia la alimentación del pueblo? O mejor le preguntaría: ¿De dónde sale lo poco o lo mucho que el estado distribuye si no del esfuerzo casi desinteresado de los trabajadores? ¿O es que usted tiene la peregrina idea de convencernos de que el estado /per se/ es capaz de producir algo más que derroche? Sepa usted, compañero Barredo, pues parece no haberse enterado, que dentro de las características de este pueblo desde siempre han estado, el amor al trabajo, la capacidad de sacrificio, ampliamente demostrada, la valentía de asumir retos laborales por descabellados que hayan sido algunos o muchos.
Esta isla – revise la historia – ha sido cuna de personas emprendedoras, con amplia inventiva, impregnadas de una pujanza poco común dentro de nuestra zona geográfica, sin chovinismos. Parece que convenientemente ignora que la diáspora cubana dispersa por los cuatro puntos cardinales de este mundo, se caracterizó y se caracteriza por ser una comunidad descollante y en sumo trabajadora.
Ganadora del respeto y la admiración de las más disímiles sociedades. Los avances educativos de los últimos 50 años o 45 – con todo respeto y responsabilidad pongo en duda los últimos 5 años – han servido para formar una sólida y capacitada fuerza laboral, envidia de no pocos países. Pero usted pone en duda nuestra inteligencia a contra viento, tratando burdamente de pasarnos gato por liebre.
O es que usted, en un ejercicio de pereza intelectual, ignora o quiere ignorar o le conviene ignorar o le orientaron ignorar la verdadera génesis del paternalismo en nuestra sociedad siempre dúctil, que ha respondido a las directrices que vienen invariablemente de arriba como el eco a la voz.
Como no somos tontos, al contrario, somos hijos de una revolución que supo desarrollar nuestro intelecto y nuestra suspicacia, al vuelo nos percatamos, por los tiempos que corren, que usted no es más que una mala suerte de vocero.
La tesis, sobra decirlo, parte de otros de más arriba, redundancia, o quizás de todos los de arriba que, un poquito por aquí, un poquito por allá y mucho a través de usted, están tratando de enquistarle al pueblo un sentimiento de culpa, de sobra inmerecido. Pero usted, con la superficial semiología de sus síndromes, ha ofendido al pueblo cargándole culpas que no tiene, ni puede tener, si partimos de la máxima que el pueblo es el único soberano. De paso describe magistralmente su síndrome cervical que le impide mirar hacia arriba. Muy fácil es buscar culpables y sobre todo si estos están abajo.
¿Tendré yo, simple mortal, que demostrarle a usted que todos esos vicios sociales que describe fueron engendrados a conciencia por un estado que legisló hasta qué tipo de ropa íntima debían usar sus trabajadores? ¿Tengo yo que recordarle que el estado dejó espacio cero a la iniciativa popular? ¿Tengo que invitarlo a ver los ridículos chalecos de parqueadores estatales que adornan la ciudad, como muestra de la omnipresencia de la burocracia?
Es inaceptable su artículo porque es inaceptable eximir de responsabilidad al estado del paternalismo reinante, cuando fue precisamente este quien lo engendró y hasta lo utilizó a su conveniencia.
Reducir el problema económico del país a los pesados “subsidios” que el estado tiene que aplicar a los alimentos tomando en cuenta que el mismo bondadoso estado sustrae del bolsillo de los trabajadores un gran porciento del bajísimo salario que el mismo paga, es simplificar la desgracia y, peor aún, abandonar a la clase obrera.
¿Por qué usted, señor periodista, no nos hace un favor a los cubanos de a pie, a la clase obrera en general y nos sirve de portavoz a la inversa?
No hace falta escribir artículos, tanto no le vamos a pedir, no es necesario disculparse, eso no es costumbre. Pero bien pudiera ayudarnos a encontrar la cura de otro síndrome por usted no descrito. El síndrome de la hipoacusia al parecer relacionado con la falta de oxígeno que sufren o disfrutan las personas de las alturas. Tomando en cuanta su problema cervical aprovéchelo para conocer y trasmitir las disímiles propuestas que comunistas del mundo real han hecho para combatir esos mismos síndromes de los que usted nos acusa.
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