Esto no hay quien lo tumbe, pero no hay quien lo arregle

Pedro Campos

La Habana, Cuba

HAVANA TIMES, 5 julio — Hace muchos años se vienen oyendo chistes relacionados con esta especie de acertijo que, en verdad, solo sirve a los interesados en mantener el status quo, porque alienta la filosofía pesimista de que es imposible cambiar la situación o intentar arreglarla, mejorarla.

¡Mejor, es dejar todo como está!: ¿A quién conviene?

El origen del chiste no está muy claro, no es posible precisar si fue concebido por la contrarrevolución “oficial” o la camaleónica. Más/menos esta era su esencia: “Un experto de la CIA habría sido enviado a Cuba por su Presidente para averiguar “in situ,” en misión secreta, qué pasaba en realidad pues las informaciones que le llegaban eran muy contradictorias.

Luego de minucioso estudio durante varios meses, realizado en forma clandestina y a un enorme costo, su informe resumía: en Cuba no hay comida, pero nadie pasa hambre, no hay ropa pero todos visten, no hay zapatos pero nadie anda descalzo, no hay medicina pero curan a los enfermos, todos aplauden a Fidel pero muchos no lo apoyan, y concluía: “esto no hay quien lo tumbe; pero no hay quien lo arregle.” Otra versión alteraba los factores de la conclusión: “esto no hay quien lo arregle; pero no hay quien lo tumbe”

Sí, efectivamente, se trata de un chiste contrarrevolucionario, con medias verdades y medias mentiras; pero sobre todo por inmovilista en tanto y cuanto estimula la inercia.

El peso de la burocracia revolucionario

La parte “no hay quien lo tumbe,” la aclaró Fidel en la Universidad de La Habana en el 2005 al precisar que sí existían quienes podrían tumbarla: eran los mismos revolucionarios los que podrían revertir, “tumbar” la Revolución, si no eran capaces de revolver los graves problemas de corrupción y burocratismo que abundan en la sociedad cubana. De manera que siempre han estado ahí los que pueden “tumbarla.” Y fue claro: eran los propios revolucionarios los únicos que podían revertirla.

Habría que ver, claro está, si los que tumban revoluciones son “revolucionarios.”

Cinco años después de aquella brillante reflexión, el estatalismo asalariado y su correspondiente sistema dirigista y verticalista, generadores principales de burocratismo y corrupción, están recibiendo todo tipo de críticas de los políticos, los economistas, los periodistas, los “empresarios,” los trabajadores y el pueblo en general; pero en lugar de cambiarse, sus defensores tienden a mantenerlo.

Desde entonces, el burocratismo, que no es el simple papeleo como traducen algunos la palabrita, ha aumentado considerablemente, puesto que cada vez se hacen más ostensibles las políticas centristas y autoritarias de ordeno y mando que le son consustanciales, muy especialmente en la economía, a la vez que no se acaba de concretar la participación efectiva de las masas y los trabajadores en las decisiones, aunque se mantiene un discurso sobre democracia, participación y diversidad que poco se concreta en la cotidianeidad de la producción, que es la que, en última instancia, rige la vida de los pueblos.

El “control,” es verdad, es parte de la solución, pero no el de arriba, no el burocrático que se sigue fortaleciendo; sino el de abajo, el que se ejercería por los colectivos de trabajadores mismos y el pueblo en los centros de trabajo, en los barrios, en los municipios, en la base. Allí apuntaba, cuando fue concebido inicialmente, el Perfeccionamiento Empresarial de las FAR, que fue convertido, por la mano de la burocracia, en un manojo de legajos inaplicable.

También se quiere consolidar el “orden,” tipo obligatorio, al estilo de la disciplina militar, no el auto-establecido por los trabajadores, consientes de su necesidad, ese que provendría de la realidad de la participación colectiva en la gestión y la toma de decisiones, no de un hipotético “sentido de pertenencia” impuesto por decreto.

Propuestas socialistas rompiendo el ciclo burocrático

El tema no es de alta filosofía, lo entienden muy bien los trabajadores, es de la práctica concreta más sencilla: es mío algo sobre lo cual puedo decidir.

Las propuestas de socialización, como salida socialista a la crisis del capitalismo monopolista de estado que encubre el modelo actual, —salvo la repartición de la tierra enmarabuzada, amarrada por la burocracia con “milentas” ataduras y la entrega en arriendo, con altos impuestos, de algunas barberías y peluquerías—, parecen haber tenido poca incidencia hasta ahora en el pensar de la burocracia que realmente ejerce el poder.

Pues se sigue difiriendo la presentación por el gobierno de algún plan público integral para acabar de resolver el problema de la doble moneda, la baja producción y la improductividad y empezar a abandonar el fracasado sistema centralizado de propiedad estatal y trabajo asalariado mal retribuido.

La propiedad casi absoluta del estado engendra control centralizado, éste demanda burocracia  que acompaña corrupción.  Tal ciclo vicioso estatalismo-centralización-burocratismo-corrupción genera otro a nivel social general: el insuficiente salario estatal no cubre las necesidades, la gente busca como compensarlas; pero no hay forma legal ni autogestionaria de hacerlo lo cual genera violaciones a la legalidad existente. Esto lleva al estado a “protegerse” con más burocracia y represión, lo que demanda más recursos que solo pueden salir de afectar las ya menguadas retribuciones a los trabajadores.

¿Cómo se puede romper la cadena?

La lógica del estado revolucionario de los obreros y campesinos sería el paso paulatino del control de las empresas a manos de sus respectivos  trabajadores. Así como la tierra es para el que la trabaja, las fábricas también deben serlo. No es lo que ha pasado y, hasta ahora, no hay claridad de que ese sea el propósito del aparato burocrático en el poder.

¿Qué alternativa han dejado a los trabajadores?  Lo que han hecho: apropiarse como puedan de los medios y el excedente, contra todas las normas “legales” estructuradas por la burocracia para garantizar sus propiedades y el control de los resultados del esfuerzo de todos los trabajadores. El discurso burocrático dice que los trabajadores roban. El discurso obrero dice que el aparato burocrático no paga el trabajo y por tanto él es el que roba.

Que el capitalista roba a través de la apropiación de la plusvalía, está muy claro. Aquí el acto queda cubierto con la denominada “redistribución igualitaria para todos.”  El estado concentra para “distribuir mejor y garantizar el futuro”; pero los trabajadores, que son quienes producen, prefieren ser ellos los que distribuyan el resultado del trabajo y darle al estado solo una parte, porque para ellos el futuro es hoy mismo y como ha venido pasando, si ellos mismos no se reproducen y no se deja una parte a las empresas para su reproducción simple y ampliada, no podrá aumentar la producción y seguirá ahondándose la crisis actual de la economía cubana.

¿Pero quien manda en este país, los trabajadores o la burocracia?

Si el estado burocrático no está dispuesto a cambiar las relaciones asalariadas de producción, ni la propiedad estatal, ni el control centralizado de los excedentes, estará obligando a los trabajadores a continuar rompiendo la “legalidad” establecida, se acrecentará la lucha por el control del excedente y cada vez se irán haciendo mas claros los enfrentamientos entre los trabajadores y el estado. Ya sobre esto se ha escrito. Hoy el enfrentamiento es solapado. Mañana será abierto.

Para evitar el desastre previsible, urge una nueva ley de la empresa socialista, que reconozca el control de los trabajadores sobre los medios de producción, quiénes democráticamente tomen todas las decisiones que afectan el centro y decidan sobre la repartición de las utilidades, una vez descontado un % para la auto reproducción de la unidad productiva y el impuesto para el estado y las necesidades sociales. Habrá que hacer otra ley de cooperativas, que defina bien su sentido y funcionamiento y que se extienda a la industria y los servicios, otra que permita el libre intercambio, así como liberar todo el trabajo por cuenta propia.

El estado central redúzcase a lo imprescindible y municipalice los poderes, deje de administrar empresas y timbiriches, recoja impuestos, distribuya presupuestos y viabilice las comunicaciones, el intercambio y el desarrollo armónico y proporcional de las ramas y regiones. Aunque no lo crea, así será más fuerte la nación.

La crisis económica resultante de los ciclos ya descritos en la economía centralizada y burocrática, está llevando al estado a reajustar sus gastos. Se nos dice que es hora de acabar con el paternalismo, que no es posible seguir con tan grandes subsidios, que sobran trabajadores. ¿Pero quien inventó todo eso, sino el “socialismo de estado” con su igualitarismo y su concomitante burocracia?

En vez de cerrar fábricas, como hicieron con los centrales azucareros y tirar gente a la calle, entregue la burocracia los centros a los trabajadores, permita que ellos se auto-organicen democráticamente para producir, quite todas las trabas que impiden el intercambio social y deje que sean los propios trabajadores los que decidan si sobra alguien.

El intento de “resolver” los problemas naturales –naturales porque responde a las necesidades de las personas y del nivel de desarrollo actual de la sociedad- del intercambio y el mercado con más imposición y represión, con más de lo mismo, es contrario a los intereses de la Revolución Socialista, si por tal entendemos el fenómeno económico político y social  hacia la socialización de la apropiación y las decisiones y no los intereses del aparato burocrático del estado que pretende apropiarse de la propiedad, el plustrabajo y los derechos que corresponden a los trabajadores y al pueblo.

Por ese camino llegaremos a tener más cárceles que hoteles y más policías y custodios que productores.

De manera que los “revolucionarios,” los únicos que según Fidel, pueden tumbar la revolución y el socialismo intentado en Cuba, parecen muy dispuestos a seguir con su obra destructiva desde sus poltronas estatales, con más centralización que es más burocratismo y más corrupción, secundados por el Imperialismo que sigue en general con su política de bloqueo y aislamiento.

Arreglando las cosas

Fidel Castro

En 1966 Fidel dijo y Granma (18.06.10) acaba de volver a publicar: “Jamás nos conformaremos con media revolución.” “Si hay cansancio jubílese.”

La parte: “esto no hay quien lo arregle,”  sí ha cambiado drásticamente en estos últimos 5 años.

Si hasta el 2005, entre muchos cubanos existía la percepción de que el estatismo asalariado centralizado solo tenía como alternativa las privatizaciones, la restauración capitalista y las propuestas de “transición democrática” –burguesa faltó decirles- de la derecha y el imperialismo, desde principios de 2006 un grupo de comunistas y revolucionarios han estado planteando con toda claridad en la palestra pública, fuera de la academia, el partido y la intelectualidad orgánica, como muchos veníamos haciendo hasta entonces, que lo que se ha venido haciendo en Cuba hasta ahora en nombre del socialismo, no ha sido más que un capitalismo  monopolista de estado de orientación social y que el avance hacia el socialismo implica cambios en las relaciones de producción, propiedad, distribución y consumo, en dirección al cooperativismo y la  auto y cogestión, así como cambios drásticos en la forma de hacer política, del centralismo verticalista actual, hacia la democracia participativa directa y horizontal.

De manera que si siempre ha habido “revolucionarios” que “tumben” la Revolución, un “arreglo” desde el socialismo, en verdad un cambio completo en el modelo, empezó a aparecer  con esas propuestas. La burocracia trata por todos los medios de impedir la propagación de estas ideas  que algunos de sus más ilustres hijos consideran “adictivas,” como la cocaína.

Si la burocracia sigue con su actual política liquidacionista del Socialismo Participativo y Democrático, será responsable de la restauración capitalista con todas sus consecuencias, tal y como sucedió en la antigua URSS y otros países ex socialistas.

Rescatando y reanimando el socialismo marxista

Pero hay algo más con lo que no contaron los enemigos históricos de la revolución y del socialismo marxista en Cuba, no solo se ha rescatado teóricamente  el socialismo de Marx con las propuestas socialistas participativas y democráticas, que en términos generales pueden y deben ser ampliadas y revisadas, sino que poco a poco un numero creciente de revolucionarios y comunistas han ido entendiéndolas y asumiéndolas.

No se trata de un alguien, de algún nuevo Mesías, sino de muchos compañeros, muchos revolucionarios que quieren cambios de verdad, en distintos niveles de la sociedad que, a su manera y desde las limitaciones de sus posiciones, vienen trabajando en esta misma perspectiva y han ido tomando conciencia sobre la posibilidad de avanzar con una nueva proyección política, económica y social hacia más socialismo, que es más socialización de la apropiación de la propiedad y el plustrabajo y las decisiones de todo tipo.

Si la revolución hoy o mañana fuera “tumbada, o se desmerengara,” no será, al menos, porque no hubiera aparecido nunca públicamente forma alguna de “arreglarla,” porque no haya existido una clara y auténtica opción  socialista, porque no aparecieran gentes dispuestas a “cambiar todo lo que deba ser cambiado,” insatisfechos con media revolución, porque muchos trabajadores no hayan ya tomado conciencia de clase para sí y estén socializando la economía  a su manera, sin contar con nadie.

El Socialismo Participativo y Democrático, surgido del propio seno revolucionario ha ofrecido una serie de instrumentos concretos -puede haber otros-  para preservar la Revolución y hacerla avanzar, se ha  ido convirtiendo en una opción real y gana constantemente nuevos partidarios en todos los  estratos de la sociedad cubana, entre la intelectualidad y  el estudiantado, así como dentro de las distintas capas de la burocracia, sobre todo en su parte “más” asalariada, donde muchos compañeros son burócratas por los cargos que ocupan como designados, no por su pensamiento, ni por su actitud cotidiana, ni condiciones de vida. Los trabajadores y los campesinos por instinto clasista, asumen con toda naturalidad las ideas y las prácticas de la autogestión socialista, para ellos la “adicción” es innata e inmediata.

Los que crearon el chistecito [que comenzó este artículo] y los que andan por ahí divulgándolo todavía, deberían ir pensando en otra burlita.

Pedro Campos: [email protected]