Yo tampoco sé odiar

Por Julio Antonio Fernández Estrada

El doctor en Ciencias Jurídicas Julio Antonio Fernández Estrada. Ilustración: Kyn Torres

HAVANA TIMES – Algunos usan a José Martí, otros cargamos su pasión y sus ideas, que pesan más que una montaña. Él dijo que no podía odiar, yo siento que tampoco puedo, porque a odiar se aprende con disciplina y práctica, no se hace espontáneamente, es cuestión de rigor y sangría del corazón.

No voy a empezar a odiar a los 45 años, esa es una “carrera” difícil, que se necesita “estudiar” desde la primera infancia, y yo no fui aceptado en ese “curso” por exceso de amor e incapacidad del alma.

Pueden decir de mí lo que sea, espero que se note la buena fe y el impulso divino de la justicia en mis actos, para que en el viento se disipe la injuria, la ofensa abrasadora, el odio que viene, pero que no irá.

Soy jurista. Creo en el Derecho y en los derechos, no como la primera ni la última verdad, sino por su cualidad de pretender la justicia y de dejarse amasar por la equidad.

Sin justicia la libertad es canción, cuando necesitamos que sople en la ley su equilibrio, la voluntad perpetua de dar a cada cual lo suyo.

Sin equidad la ley puede volverse un quiste, una piedra informe sin ánimo de rodar ni de ser tallada. Con equidad, los magistrados hacen desde la ley la justicia del caso concreto.

Sin justicia, por lo tanto, no hay libertad posible, porque, ¿qué belleza hay en no saber a qué atenernos? ¿qué belleza hay en ser testigos de la fuerza del poderoso sobre el débil, en la evidencia del malestar de los oprimidos y en observar desdeñosos cómo se alimenta a esa bestia llamada odio?

Los juristas debemos responder y auxiliar. Debemos hacer ciencia con las instituciones del Derecho y aplicar reglas para resolver problemas. Debemos representar a los que nos necesiten, y con la verdad de la ley y la prudencia de la filosofía, mostrar un camino hacia la justicia.

Si un jurista no asesora o miente y confunde al que lo consulta, comete un crimen que afecta la confianza del necesitado y socava el valor del derecho como camino del orden y la paz.

Si una persona natural o un grupo de seres humanos me piden ayuda como jurista y se las niego o les desprecio por sus ideas y sus móviles, merezco yo que me tachen de infame por abandonar a los que quieren encontrar respuestas en la ley, y por herir de muerte al Derecho.

No pertenezco al Movimiento San Isidro, no es un secreto. Pero las leyes pueden ser un misterio para los que no la hayan estudiado y para enseñarlas también estamos los juristas. No pertenezco al 27 N, pero nunca miraré hacia otra parte cuando me pidan ayuda, no solo por lo que sé, sino por lo que soy.

El jurista que no se ponga del lado de los necesitados tiene una vida segura de comodidades y lujos, pero la amargura de su deshonor le llenará sus sueños de imágenes terribles, de odio y desamparo.

El Derecho debe propiciar el diálogo, con su espíritu de conciliación, equilibrio, consenso, humanismo, puede iluminar las vías escabrosas de los resentimientos y puede disuadir de la violencia y el desmán.

Si los juristas no podemos participar en los conflictos, en las crisis sociales, en los episodios de ofuscamiento estatal y ebullición de la protesta, entonces nuestro papel es miserable e intrascendente.

Los juristas son ciudadanos con ideas políticas e intereses cívicos, también están obligados a brindar un servicio de acompañamiento como el que me pidieron los miembros del 27 N.

No voy a odiar a los que me acusan de ser un asalariado de organizaciones que no conozco y de escribir lo que me ordenen.

Lean, los que me agreden, lo que escribo, e imaginen a un pagador haciendo un guion para mis artículos. La justicia está aquí, conmigo, me mira con ojos de esperanza y me sopla al oído una verdad como un canto: Cuba se salvará del odio y la violencia si la constancia de Themis y la energía de Dike no cesan.

Cuba se salvará del rencor, de la incomprensión entre hermanos y hermanas, de la soberbia del poder y del rencor de los dañados, con todos los derechos para todas las personas, con toda la justicia posible para cada ser humano que se sienta hijo o hija de esta tierra.

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