Vicenta B se vio en La Habana

Vicenta B

Por Jaime Masó Torres (Joven Cuba) 

HAVANA TIMES – A unos metros del popular cine Yara y un mes antes de realizarse la edición 44 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, previsto del 8 al 17 de diciembre, la Real Embajada de Noruega en La Habana estrenó finalmente el pasado miércoles 8 de noviembre la película independiente Vicenta B, del cineasta Carlos Lechuga (1983), ganadora del Fondo Noruego para el cine cubano 2021. La exhibición, con entrada gratuita y abierta a todo el público en general, se realizó como parte del espacio Cine Bajo las Estrellas.

Vicenta B ha sido vendida por algunos medios como “un filme que retrata una Cuba cada día más lejos de la esperanza” o “la película que muestra la pérdida de fe de la sociedad cubana”. El periódico dominicano El Caribe, por ejemplo, va más allá y afirma: “Vicenta B, de Carlos Lechuga forma parte de la cancelación a que somete el régimen de La Habana a las obras que pueden cuestionar-aunque sea un tantito así-la continuidad decretada de una revolución que es un fantasma. Y esta es un desfile funerario”.

Después de su estreno mundial en el Festival de Cine de Toronto, en el cual su director pidió libertad para los presos políticos del 11J en Cuba, la cinta empezó un recorrido exitoso y politizado por varios países y eventos cinematográficos como el San Sebastián, el festival de cine Ceará de Brasil, el Cinema de Chicago, Biarritz, entre otros.

Cuando se supo que Vicenta B podría ser vista en Cuba, crecieron las expectativas y los deseos de ver el tercer largometraje de ficción de Lechuga en medio de tanta polémica y a la que se han sumado renombrados actores y directores cubanos. Los anteriores trabajos de Lechuga como Melaza y Santa y Andrés también fueron “santiguados” por el veto impuesto desde el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), una especie de pedigrí maldito del autor. Con Santa y Andrés triunfó en el festival de cine de Guadalajara en México (Mejor Película de Ficción) y compitió en Francia en la categoría de Largometrajes de Ficción.

¿Qué cuenta Vicenta B? La historia de la cubana Vicenta Bravo, una mujer negra de 45 años que tiene el don de leer el futuro de las personas tirando las cartas. Su hijo se va del país y Vicenta se enfrenta a una asfixiante soledad, acompañada solo por sus santos y algunos amigos. Para darle frente al dolor que provoca la distancia, Vicenta ayuda a otras personas —lo ha hecho siempre— y de manera especial e infructuosa a una joven que pone fin a sus tormentos prendiendo candela a su cuerpo.

No es la primera vez —ni será la última—que desde el cine cubano se trata la ruptura familiar por causa de la emigración, ahí están para demostrarlo Video de familia (Humberto Padrón, 2001), Larga distancia (Esteban Insausti, 2010) o Casa vieja (Lester Hamlet, 2010), entre otros. Ni tampoco es la primera película protagonizada por una actriz no blanca, ni la única que aborda explícitamente la religión afrocubana.

A raíz de la presentación en la Embajada noruega la cual incluyó mensajes de agradecimiento del director, la productora y la actriz protagonista, volvemos a preguntarnos: ¿Vicenta B fue prohibida en cines cubanos tal y como se afirma?

Primero: en noviembre del año pasado y en un post en su cuenta de Facebook el director explicó que la cinta fue inscrita en el 43 Festival de cine de La Habana y aparecía en la sección Concurso Latinoamericano para ser exhibida en el cine Yara el sábado 3 de diciembre a las 5:30 p.m. Luego, según otra comunicación de él mismo, fue excluida de la competencia oficial y trasladada al cine Acapulco para solo dos pases. Como resultado y ante el intento de “rebajar la película” sus realizadores no aceptaron lo que tildaron de “negociación policial” exigiendo a las autoridades culturales que rectificaran su postura.

Segundo: el entonces presidente del ICAIC Ramón Samada, entrevistado por el medio Cubadebate afirmó que la obra había sido invitada para su exhibición en el evento y que los productores “en uso de sus derechos” habían declinado tal propuesta y concluía diciendo: “Vicenta B no está censurada”.

En una entrevista a raíz de lo sucedido con Santa y Andrés Lechuga expresó que la censura le quita a la audiencia cierta virginidad y la gente se acerca de una manera distinta, menos inocente, un poco más contaminada. “Y esto te hace perder la claridad, la trasparencia, a la hora de enfrentarte a la obra”.

Si hubo censura o no quedará a la interpretación de cada cual, lo que sí parece ser cierto, es que el Festival, por iniciativa propia o presión externa, decidió retirar la obra de concurso en 2022 sin una justificación clara.

Esto nos hace preguntarnos ¿Dónde están los pecados del filme? ¿En que la mayoría de sus actores son negros? ¿Porque retrata cómo viven hoy cientos de familias en casas de cartón y madera a los márgenes del río? ¿Por la impactante y demoledora miseria? ¿Porque un joven decide marcharse del país y otra acabar con su vida? ¿Porque es muy triste y no refleja el ímpetu, la fortaleza y las alegrías de vivir de los cubanos que tanto difunde la propaganda oficial? ¿Porque se deshonra a Antonio Maceo, Quintín Banderas y a Camilo Cienfuegos? ¿Porque una cinta así no concuerda con el Programa Nacional contra el Racismo y la Discriminación Racial que aprobó el Consejo de Ministros y ejecuta una comisión que encabeza el presidente? ¿PM ayer, Vicenta B hoy?

De eso también va el cine: de desesperanzas, de exponer la realidad de todas las maneras posibles, lo no visto, más allá de hermosas playas, mujeres voluptuosas y carros antiguos. Claro que, Lechuga, usted y yo también sabemos que no todas las personas negras en la Isla tienen la misma suerte de Vicenta Bravo, ni viven en desventaja social como se observa en el filme, ni todos los jóvenes tienen como única opción salir del país, ni esa es la única Cuba que existe en Cuba.

No obstante, el filme de Lechuga es una obra, a mi entender, de poco tiempo y maduración. Faltó mayor rigor en el guion —la escena del señor que finge su enfermedad es muy parecida a la que cuenta Marilyn Solaya en Vestido de Novia—; en la edición, la banda sonora, y también pudo plantearse un mejor final, ¿o tiene dos? Eso sí, indiscutiblemente hay que aplaudir la actuación de su protagonista, Linnett Hernández Valdés, y el trabajo hecho por otra excelente actriz como lo es Aimeé Despaigne.

Coproducida entre Cuba y Colombia, Vicenta B es una película que no logrará empatizar con todos los espectadores —tampoco tiene por qué hacerlo— pero permite abrir el debate, cuestionarnos y cuestionar. Religión, emigración y pobreza en 77 minutos y a pantalla grande en el centro del Vedado. Sí, Vicenta B se vio en La Habana, aunque su director insista que fue en territorio noruego.

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